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Category: Indonesia

4 días , 450 kilómetros y un perro a la brasa

4 días , 450 kilómetros y un perro a la brasa

Hay días en los que te levantas y decides seguir viajando, seguramente sea porque llevas mucho tiempo en el mismo lugar, una semana, o lo mas probable sea porque tu cuerpo te pide cosas nuevas, cambios, sorpresas,……
Eso fue lo que me paso en Manado.
Al séptimo día de mi estancia en aquella peculiar ciudad, de mayoría cristiana católica y una minoría musulmana que se concentra en un pequeño barrio de antiguos emigrantes del  Yemen;  y el centro de la ciudad lleno de travestidos, me levanté con esas ganas de coger la bici  y aprovechar -al viajar solo, las decisiones se toman al instante- sin discusión alguna, así que monté las alforjas en la bici y emprendí el viaje hacia Gorontalo, a 450 km de distancia.
El día anterior conocí a Aitor, un cicloviajero que lleva recorriendo Asia desde hace año y medio, y que después de un tiempo de estar en contacto con él vía email, nos encontramos en el camino.
Echaba en falta charlar con alguien con la misma “especie”, compartir esas anécdotas que te pasan cuando viajas encima de una bicicleta y poder analizar cosas que normalmente con el paso del tiempo y por no poder compartirlas con nadie, pasan al olvido.
Seguramente el tuvo la culpa de que me entrasen esas  ganas enormes de coger la bicicleta.
Sin madrugar, a mi estilo , empecé a montar en bici sobre las 11 de la mañana, cuando el sol ya no perdonaba, con la mente puesta en el camino y no el destino. No me había puesto metas ni me planteaba los 450 km por etapas.

Donde anocheciera pasaría la noche.

Sin prisas.

El camino, aunque montañoso, tenia grandes trechos de llano, tan añorados en los últimos tiempos, donde la carretera serpenteaba para escaparse de las montañas, abriéndose paso entre plantaciones de cocoteros y aldeas de pescadores.
Por las mañanas reinaba el cielo azul,  pero con puntualidad a eso de las 2, se empezaba a nublar y su consecuente lluvia torrencial, momento que yo aprovechaba  para  encontrar un sitio donde refugiarme, y echar una cabezadita.
En cuanto acababa de llover, seguía pedaleando, ya con el radar puesto para encontrar  algún lugar donde poder refrescarme y lavarme, y quitarme esa capa de sal de la piel acumulada en tantas horas de esfuerzo.
Cuando empezaba a anochecer, buscaba un sitio para comer y reponer fuerzas, e inmediatamente después, un lugar donde montar la tienda. La primera noche la pase en casa de una familia, que me ofrecieron una cama donde dormir. Al despertar e ir al baño en el jardín, noto un olor extraño y fuerte. Miro a mí alrededor y veo como estaban asando un perro. Estaba más tieso que una piedra. El olor era del pelo quemado.

dMe invitaron a quedarme a comer pero me da a mí que el sabor de perro siempre será  desconocido para mí.
Ya pasados 3  días y  390 kilómetros recorridos,  esta vez se me hizo de noche y no paraba de llover, así que monte la tienda rápidamente en un lugar no muy lejos de la calzada. Era una explanada de césped y parecía tranquilo ya que estaba a las afueras de un pueblo. Podía ser la explanada de una iglesia o de un colegio.
Mi sorpresa fue al levantarme y tener a más una decena de personas alrededor  de la tienda observándome. Estaba acampado en medio de algun edificio gubernamental.
Tan solo quedaban 60 kilómetros hasta Gorontalo, 15 km de subida y el resto  bajada y llano y tras tomarme un buen plato de arroz, me puse a pedalear y a contestar al: ¡¡Hey mister!! que me persigue  allá donde voy.
Me tomé con mucha calma la subida y disfrute la bajada como si se tratase de una meta.
En Gorontalo tuve la suerte de no pasar mucho tiempo, ya que esa misma tarde partía el ferry hacia las islas Togean, unas islas de arena blanca, fondos de coral en la mismísima playa, y selva tropical virgen.
Gorontalo es uno de esos sitios a los que le coges manía sin saber por qué y deseas salir de allí lo antes posible.

Ahí van unas de  del camino…

Y otras  fotos de las islas Togean, que espero os hagan escapar un poco del frio…

Barcos y oficiales corruptos

Barcos y oficiales corruptos

Uno de los motivos que pueden condicionar un viaje en bicicleta, es la dependencia de otros medios de transporte para desplazarse de isla en isla, además de los visados.

Moverse en Indonesia, y sus 17.000 islas, puede ser un quebradero de cabeza.

Desde que he dejado Flores han pasado más de 7 días, de los cuales la mitad los he pasado encerrado en un barco y la otra mitad esperando al barco.

Ayer, y con mas ganas que nunca, volví a coger la bicicleta, mi compañera de viaje, y recorrí tan feliz los 50 kilómetros que separan Bitung de Manado, ya en el norte de Sulawesi. Con alegría he descubierto que al norte del Ecuador las temperaturas son un poco más bajas y se agradece.

Fue en Maumere, en Flores, donde embarque  hacia Makassar, al sur de Sulawesi, un viaje sencillo y rápido en el que las 17 horas pasaron volando, con un mar tan tranquilo que era difícil darse cuenta de que el barco estaba en navegando.

El viaje prometía ser un infierno ya que el único sitio libre para dormir y dejar las cosas era pegado a los altavoces del karaoke, pero finalmente fue un rincón pegado al restaurante de la tripulación, que aunque atestado de cucarachas al menos estaba bastante lejos del karaoke.

A Makassar llegamos varias horas antes de lo previsto, sobre las 3 de la mañana, cuando la ciudad estaba levemente iluminada por las primeras luces del amanecer, por lo que tuve la oportunidad  de recorrer esta gran ciudad con apariencia desértica y tranquila, donde solo escuchaba la llamada al rezo desde las mezquitas, mientras buscaba un sitio donde alojarme.

Te acuestas y cuando te levantas te encuentras con un lugar completamente diferente. Bullicioso, de sol abrasador y ese sonido tan estridente de las bocinas de los coches y de las motos.

En Makassar tuve la suerte de conocer a Riean, y pasar unos días en su casa, además de ayudarme muy amablemente a conseguir  la renovación de mi visado de turista para otro mes más, o eso espero, porque ahora mismo mi pasaporte se encuentra a 1500 Km. de donde yo estoy.

El trámite para ampliar el visado en Indonesia es bastante complicado, ya que necesitas de alguien que te recomiende y que se haga responsable de ti, y esperar varios días a que los oficiales corruptos se decidan a hacer su trabajo.

En inmigración me dijeron que volviera en 3 días, que el visado ya estaría listo, y al volver me encuentro con un oficial de inmigración, fumándose un cigarro mientras me dice con cara de sorpresa.

-Ay! Perdón, pero hemos tenido un problema y no hemos podido tramitar su visado.

Mi amigo Riean se pone a hablar con él en indonesio, y durante la conversación que mantienen interpreto la palabra “200.000”.

¿Tengo que pagar 200.000 rupias para que me den el visado hoy? pregunto yo.

Y el oficial con muy buen inglés y sonriente me responde que sí y  que en tan solo 20 minutos lo tendría.

El barco salía hacia Manado esa misma noche, al norte de la isla, así que decidí que el pasaporte ya lo recogería cuando volviera por Makassar, en un mes mas o menos, confiado en que este blog no lo lea ningún oficial de inmigración de Indonesia, o por lo menos que no lo entienda.

Tras casi 2 días encerrado en la bodega del barco, sin ventanas, rodeado de gente fumando las 24 horas, niños llorando, música distorsionada de los móviles,… atracamos en Bitung, el puerto más cercano a Manado.

Por fin me iba a montar en la bici después de más de una semana y echarla tanto de menos.

Fue subirse y escuchar la cadena oxidada de tanta lluvia, los frenos ni frenaban, las marchas no cambiaban bien, pero de nuevo volvía sentir la brisa sobre mi cara y escuchar los gritos de la gente de: – ¡Hey mister!.

Por fuera, sonríes; por dentro, casi, casi.

Así que ahora en Manado toca engrasar, limpiar y ajustar.

Me imagino que las ciudades os sonaran tanto a chino como a mí antes de llegar a Indonesia, así que os adjunto este mapa para que veáis el trayecto recorrido.

Y… ¿por qué empezar en Manado y no en Makassar? Porque en el puerto de Makassar es mucho más fácil encontrar barcos a otras islas, y después de Sulawesi mi próximo destino es Sumatra.

Kelimutu

Kelimutu

Ya estaba acostumbrado a la montaña de la isla de Flores con sus días lluviosos y las noches frescas,  pero todavía me quedaba por ver uno de los paisajes más sorprendentes de la isla y decidí empezar el camino desde Bajawa a Moni, donde se encuentra el parque nacional del Kelimutu.

El camino me parecía fácil ya que la mitad del trayecto era bajada, así que decidí hacer los 170 kilómetros de golpe. No os voy a engañar, pero a 20 kilómetros de mi destino, ya casi anocheciendo y  con una incesante lluvia, me subí en un autobús atestado de gente. Aquí no llegan las leyes antitabaco y todo los pasajeros iban dándole al pitillo, la música a todo volumen, aunque  eso no era lo peor de todo, sino escuchar reggaeton por estas latitudes.

Desde el pueblo de Moni, donde me dejó la “disco móvil”, hay 15 kilómetros  hasta los lagos volcánicos, por lo que decidí levantarme a las 3 de la mañana para llegar al amanecer.

De noche y con niebla, emprendí la subida ayudado de mi linterna  frontal, que me prestó un gran servicio para poder avistar  las vacas que se encontraban  durmiendo en medio de la carretera.

La luz de la linterna no alcanzaba más que unos pocos metros, pero eso no era un problema porque la velocidad que llevaba no era mucho más que si fuera andando.

Para mi decepción, la niebla se hizo mucho más espesa en la cima, así que no vi ni amanecer ni por supuesto a los volcanes.  Poco a poco la niebla se fue disipando y empecé a distinguir el color verde turquesa de uno de los lagos.

De repente el horizonte se despejó y se empezaron a ver los dos lagos contrastando sus colores con las paredes amarillentas de los cráteres.


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Flores

Flores

Indonesia es un país que no me deja de sorprender.Un país tan diverso que cada isla podría ser un país diferente.
Ahora estoy en la isla de Flores.
En Java  me encuentro con mayoría musulmana , en Bali hindú , en Lombok y Sumbawa musulmana , y ahora en Flores, católica en el interior y musulmana en la costa.
De paisaje montañoso y mas verde y frondoso que sus islas vecinas , las carreteras no dan tregua y todavía no me he encontrado con mas de 10km seguidos de llano.
En la montaña  puedo disfrutar de un clima mas fresco que bien se agradece cuando se pedalea bajo el sol  o al dormir en la tienda.
Con su gente tan encantadora y hospitalaria, donde nunca me ha faltado un buen te o un vaso de agua ,y nunca me ha faltado un grito de  “hey mister!”, o una invitación a dormir en sus casas.
Este post es de esas personas y de esos pequeños detalles que uno se fija mientras va en la bicicleta,a la velocidad perfecta para observar.

Bajo el sol la costa es preciosa…

pero no mas que cuando el sol se acuesta…

o sus densas selvas…

…con enormes raices cubriendo el suelo…

…y  gente que me da cobijo…

…mientras fuera esta cayendo la del pulpo.

Por fin se despeja y puedo ver un volcán asomarse…

…asi que me paro a hacer una foto y veo que estoy rodeado de flores…

… y más flores…

Ademas tengo un chalet con las mejores vistas…

… ducha ecológica…

…un vecino muy salado…

…y otros que me ven como un bicho raro…

De paisajes tan variados, paso de sabana a bosques con enormes árboles…

…a cráteres…

…a aldeas primitivas…

…pero lo mejor de todo no es eso, sino la gente tan amable, hospitalaria, y alegre que me encuentro por el camino.

Mayores…

…que me dan la bendición…

…y los mas pequeños…

…que son pura felicidad…

La naturaleza se ceba con Indonesia…otra vez

La naturaleza se ceba con Indonesia…otra vez

Acababa de llegar a la isla de Flores tras 9 horas de ferry desde la isla de Sumbawa.
Me estaba esperando el amigo de un amigo que conocí los primeros días en Yakarta y éste me ofreció su casa para alojarme en Lubuan Bajo.
Esa noche en esa parte del pueblo no había luz, y fuimos a dormir a casa de otro amigo suyo en la que sí que había luz.
Mientras charlábamos en la mesa, la televisión estaba encendida y se oía de fondo  algún tipo de culebrón indonesio con pinta horrible.
De repente se corta la emisión para dar la alerta de que un terremoto se había producido frente a las costas de Sumatra y de un posible tsunami. Era un mapa situando las zonas en riesgo de tsunami, acompañada de un pitido ensordecedor.
Al rato me conecto a internet para ver las noticias, y la BBC ya había actualizado que las autoridades no consideraban que hubiese peligro de tsunami y  habían levantado la alerta.
Cuatro días atrás, estaba alojándome en la comisaría de policía cercana a las minas de oro en Sumbawa, los agentes y yo veíamos en la tele las noticias, de las cuales solo me enteraba por las imágenes y de vez en cuando por algún agente que amablemente traducía para mí. Lo que me explicaban era que el volcán Merapi estaba apunto de entrar en erupción y habían ordenado evacuar las zonas vecinas al volcán y que muchos de los habitantes se negaban a abandonar sus casas y sus ganados, y tan solo los más mayores hacían caso a las autoridades.
Pasé varios días incomunicado y cuando puedo conectarme de nuevo,  con asombro  me encuentro en mi correo decenas de mensajes en los que se me pregunta sí el tsunami me había afectado o si estaba cerca del Merapi .
Por suerte para mí  estoy  a miles de kilómetros de distancia de las zonas afectadas, me encuentro perfectamente, pero me da rabia el ver que los efectos de estas catástrofes se podrían haber evitado o al menos que los efectos no se hubiesen cobrado vidas humanas, y sólo sí se hubieran tomado las medidas oportunas.
Hoy el gobierno indonesio dice que el sistema de detección de tsunamis no ha funcionado porque no tienen los medios para mantener un sofisticado sistema que se instaló hace un par de años.

Fiebre del oro

Fiebre del oro

Sumbawa es la isla mas pobre de Indonesia y a mi parecer, con la gente más hospitalaria.
Salgo de Sumbawa con la intención de llegar a Ampang al anochecer, voy hacia la costa norte de  Sumbawa. Durante todo el recorrido toda la gente con la que me encuentro, cuando digo toda es toda, al verme pasar montado en mi bicicleta todos me gritan: ¡¡hey mister!!, parece que compiten entre ellos para ver quien grita más y quien hace el saludo más exagerado.

Los camiones usan sus ensordecedoras bocinas justo cuando me cruzo con ellos, y los conductores sacando medio cuerpo por la cabina  rugen el consabido: ¡¡hey mister!! ¿Necesita ayuda?.

Entre el ligero ruido de la bicicleta solo oigo el murmullo del aire y el ¡¡hey mister!! que me llega de todas las partes, pero de repente empiezo a oír un traqueteo mecánico que llega de las orillas de un río que corre no lejos de la camino. Me pica la curiosidad y me acerco para  ver que puede ser. Cuando estoy llegando a la orilla no puedo dejar de asombrarme al ver un mar lonas de plástico de color naranja, azul, …que cubren todo lo que mi vista abarca.

El ruido lo provocan enormes generadores que están cubiertos por las lonas. Sorprendido por el panorama que estoy contemplando me paro y pregunto al primer hombre que encuentro qué es lo que están haciendo allí y me asombro cuando Sabam me responde que son buscadores de oro.

¡La fiebre del oro ha invadido Sumbawa!

Sabam, me explica que este es solo el final de un largo proceso para arrancar el oro a la montaña.

Sigo pedaleando y no dejo de oír el ruido de los generadores y que ahora se mezcla con uno más ronco como si fuese el de una vieja máquina. Me desvío y me meto por un camino de arena,  no sin dejar de escuchar 100 veces más : ¡¡Hey mister!!

El camino  me lleva a otro sitio donde a lo lejos veo a unas decenas  de personas que se afanan con los montones de piedra y arena que se esparcen por toda la ladera. Son de un pueblo de la isla de Lombok, pero vinieron a Sumbawa en busca de oro hace 3 meses.

Les pregunto de donde han traído la tierra y las piedras de las que intentan sacar oro y me dicen que mas adelante, que de una montaña que hay a unos 20 Km.

¡Es imposible pasarse!- me dicen, explicándome que al final del camino me encontraré con más tenderetes que en un mercadillo.

Y así es. Después de un par de una hora pedaleando bajo un sol abrasador, a mi derecha diviso  una montaña desnuda, como si le hubieran arrancado la piel, llena de motas de color azul y naranja, son las lonas de plástico de los chamizos de los buscadores de oro.

Quiero dejar la bici en algun sitio y visitar aquel paisaje de pelicula pero obviamente no encuentro un sitio para dormir asi que  voy a puesto de la policía  en un pueblo cercano, por si pueden ayudarme a encontrar un lugar, y  muy amablemente me ofrecen un lugar en su cuartelillo donde dormir. Monté la tienda en el portal.

Les pregunto por la montaña y los mineros, y me contestan que es muy peligroso ir, y que si voy a ir uno de ellos me acompañará, pero que tiene que ser después del rezo. Se me olvidaba, hoy es viernes y a las 12 toca el rezo.

Llega la hora de partir y me dicen que se lo han pensado y que no pueden ir, pues la policía no puede entrar allí porque  la montaña esta llena de “gente peligrosa” y los mineros ilegales harian cualquier cosa por defender su trabajo.

Decido hacer el camino solo.  El sendero que conduce a la montaña está muy transitado. Es un trasiego constante de gente yendo y viniendo, y un montón de  motocicletas que van cargados de bolsas llenas de piedras, garrafas con gasolina, …

Paro a uno de ellos para asegurarme que voy en la dirección correcta, y el mismo se ofrece a llevarme. A la entrada de la montaña hay unos tipos que cobran a todos las personas que tienen intención de hurgar en las entrañas de la montaña.

La montaña esta carcomida, parece como si la artillería se hubiese cebado con la montaña o que el ejercito israelí hubiera pasado por allí(aunque  si hubiera sido el ejercito israelí dudo que quedara ni montaña ni mineros)

Miles de mineros pican piedras al aire libre y algunos con medios más sofisticados y con mayor presupuesto han cavado agujeros de hasta 30 metros de profundidad.

A esa profundidad no seria posible trabajar si no fuera por sus generadores, que alimentan los ventiladores que empujan el aire hacia abajo.

Cada uno cerca su parcela de trabajo. Trabajan en grupos reducidos y cada grupo valla con cercas de alambre espino su territorio. Luego, el dinero ganado es repartido entre todos.

Familias enteras han dejado sus hogares en las islas vecinas en busca de un futuro mejor. Un solo un gramo de oro supone más dinero que un mes de trabajado en el campo.

Las piedras arrancadas a la montaña las llevan al borde de un río cercano. A lo largo de más de 20Km se pueden ver a cientos de personas machacando la piedra hasta dejarla molida para después lavar los diminutos trozos con la ayuda de viejas y ruidosas máquinas.

Al final queda una pasta de lodo que mezclan con mercurio y que se filtra con una tela. Lo que queda, si queda algo, son minúsculos granos de oro.

El lodo contaminado con el mercurio va directamente al río. Veo unos niños que chapotean en el agua y a sus madres lavando la ropa.

En algunas partes de Indonesia el uso de mercurio empieza a causar serios trastornos de salud no solo entre las poblaciones que se dedican a buscar oro. Son frecuentes las muertes y nacimientos de niños con malformaciones entre otras muchas cosas.

Aunque su uso este prohibido, las autoridades vuelven la cabeza ante tan grave problema medio ambiental, y la contaminación por este metal pesado que está afectando a miles de personas y que a través de los residuos contaminados  entran en la cadena alimentaria.  El envenenamiento entre estas gentes ya es un hecho.

Como dice mi amigo Juanillo: “que tristeza que esta gente para ganarse la vida tengan que perderla”

Bali

Bali

Me levanto pronto, no son ni las 6 de la mañana, pero los gallos aquí deben de estar confundidos porque llevan cantando desde las 3, y seguro que no es por la llamada al rezo de las mezquitas a mitad de la noche, porque estoy en Bali, una burbuja dentro de Indonesia de mayoría hinduista y no musulmana. Seguramente los gallos no son capaces de dormir por el sufrimiento y el dolor que les producen los cortes que les hacen para incrustarstarles en sus patas unas cuchillas, y aparte por el adiestramiento al que son sometidos; los preparan para matarse entre ellos. Después vendrán las apuestas en el corro donde cientos de balineses harán sus apuestas mientras gritan y celebran la victoria de sus gallos. Amanece a las 6 y me dispongo a pedalear, ya hay suficiente luz como para que los camiones, coches y motos que abarrotan estas carreteras puedan verme. Tengo de todo menos hambre, pues el día anterior, y el anterior y el anterior al anterior he desayunado, comido, merendado y cenado arroz. Mientras voy pedaleando por una carretera rodeada de arrozales compruebo con asombro el trabajo tan cuidadoso y el mimo que han puesto para dejar un bello paisaje de terrazas en las laderas de las montañas. Parece una obra de arte, tanto, que algunos sitios han sido declarados patrimonio de la UNESCO. Ha amanecido hace tan solo media hora pero la luz es tan intensa que parece mediodía. En estos lugares del ecuador el paso de la noche al día, o viceversa, es de tan solo unos minutos. En esta parte del norte de Bali, la isla es mucho más seca, más árida, y aunque no llueve mucho, en esta época del año suele estar nublado. Miro a mi derecha y veo el imponente volcán Augung asomarse entre unas pocas nubes; su ultima erupción, en 1963, echó a la mar al buque de guerra americano USS Liberty que estaba fondeado en el puerto de Tulamben desde 1942 después de haber sido atacado un submarino japonés en la segunda guerra mundial, hoy está partido en dos descansando en el fondo del mar cubierto de coral y de peces multicolores para placer y disfrute de los submarinistas. Mi destino es Padang bay, donde cogeré un ferry a Lombok y así abandonar Bali, pero no sin antes pasar el día 18 por el Hospital general de Denpasar, capital de Bali, para ponerme la ultima dosis de la vacuna contra la rabia. Mejor así porque cuando voy montado en la bicicleta muchos perros parecen tener la intención de echarse encima. El próximo post seguramente desde Lombok, o donde me lleven las piernas, pero no antes sin darme un baño en esta playa.

Mineros en el infierno

Mineros en el infierno

Desde Bondowoso tengo por delante 70km y una ascensión de más de 2000m hasta Post Paltuding, donde haré noche para al día siguiente subir al Volcán de Ijen y a sus minas de azufre.

Después de la ascensión a Bromo tiemblo de tan solo pensar lo que me espera, pero esta vez tengo la motivación de que voy a visitar sin lugar a dudas, uno de los lugares más extraño, surrealista y bonito sobre la faz de la tierra. La ascensión es dura aunque no tanto como la del Bromo, pero no me molesta empujar la bici varias horas y sudar la camiseta.

Salgo de Bondowoso a las 4 de la mañana para evitar esas horas del día en el que el sol del ecuador se vuelve mi mayor enemigo, y cuando se acercan las horas de calor empieza a nublarse y a llover de manera salvaje. No es de extrañar. Ha comenzado la época de lluvias.

El paisaje es muy diverso, con selva, bosque y plantaciones de café. Tras más de 6 horas finalmente llego a Post Paltuding. Estoy calado, helado y la lluvia sigue sin darme tregua para que pueda secarme. Yo sin ropa de abrigo y con tan solo unas sandalias empapadas.

Desde Post Paltuding tengo 3 kilómetros por un camino muy empinado y muy transitado por los porteadores de azufre que no dejan de pasar por delante de mi tienda de campaña durante las 5 horas que tardó en hacerse de noche mientras yo observaba la lluvia. Me levanto a las 3 de la mañana para intentar alcanzar el cráter al alba. Hay luna nueva y el cielo está lleno de estrellas. Empiezo a caminar con mi linterna por el camino cuesta arriba y ya están los porteadores subiendo esas enormes cuestas cargados de azufre. Se les divisa por sus linternas frontales, pero también se oyen sus cestas que resuenan con el vaivén y al rebotar contra sus hombros la vara de las que van colgadas.

Cuando llego al cráter no se ve nada, sigue siendo de noche y una nube espesa con olor a huevo podrido cubre toda la ladera hasta el fondo del cráter. El camino que lleva a la mina de azufre baja hasta la orilla del lago ácido que hay en el fondo del cráter, humea sulfuro y hay que bajar casi en vertical por un sendero entre rocas, pero los porteadores suben cargados con casi 100 kilos de azufre a sus espaldas. En el fondo del cráter el olor es insoportable y el lago desprende mucho calor, pero los mineros trabajan entre el humo sin inmutarse entre las insoportables emanaciones de sulfuro.

Es un paisaje marciano, de película de ciencia ficción, pero esos porteadores y mineros son una triste realidad.

El fin de la historia…en las fotos.

A la cima de un volcán.

A la cima de un volcán.

Son las 10 de la mañana y tras 14 horas de viaje en tren desde Jakarta, me dispongo a empezar definitivamente el viaje en bicicleta.

Debido la gran densidad de población que soporta la isla de Java (el territorio es una cuarta parte de España y viven mas de 130 millones de personas) y el tráfico, voy a tomar un tren que me lleve al este de la isla de Java.

Me encuentro en Malang y mi destino es el volcán de Bromo, a unos 80 km. De primeras parece fácil.

Los primeros 30 kilómetros son llanos por una carretera muy transitada y voy comiéndome el humo de todos los camiones, pero no tardo en encontrarme con la primera cuesta.La velocidad media en las subidas es de 6 Km./h, por lo que tengo que bajarme de la bici y empujar hasta que la pendiente sea más suave.

Cuatro horas mas tarde la pendiente es igual o peor y en esas cuatro horas no he recorrido ni 20 kilómetros y la noche se me esta echando encima, pero un buen hombre llamado Rudy me acoge en su casa.

Ya solo me quedan 30 kilómetros y eso es lo único que tengo en mente.Me quedan 30 kilómetros más empujando la bici.

Está amaneciendo y ya estoy empujando la bici con sus 30 kilos de equipaje.

A las 9 de la mañana ya he bebido tres litros de agua . El calor y la humedad empiezan a ser insoportables.

Me cruzo con coches y motos. Todos utilizan el claxon para saludarme, me sonríen, me invitan a tomar té o agua, pero yo sigo sin ver un  llano por ningún lado.

Son las dos de la tarde cuando veo por primera vez el Bromo , un pequeño volcán dentro de un gran cráter, humeando sin parar. Desde aquí me quedan tan solo cuatro kilómetros para llegar a la cima del Penanjakan, el punto más alto del cráter exterior, a 2770 metros sobre el nivel del  mar. Será pan comido empujar la bicicleta otra hora más.

El final de la historia…en las fotos.