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Author: javier

Los pokot y los turkana

Los pokot y los turkana

Salí de Nairobi con la pereza que te da el dejar atrás el confort y las comodidades que te ha ofrecido el paso de unos pocos días  en una ciudad, aunque una vez sobre la bicicleta rumbo a zonas desconocidas y ya sentado sobre el sillín,  la pereza se esfuma tan rápido como el olor a ropa limpia….

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Me dirigía hacia el  oeste de Kenia para entrar desde allí a Uganda, pero  antes no quería dejar de visitar una de las regiones más remotas, pobres y temidas de toda África: los distritos de Baringo y de Pokot oeste en la  provincia del valle del  Rift.

El norte de Kenia y las tribus que habitan esas tierras son conocidos no solo por sus terrenos abruptos y hostiles, sino por los asaltos que sufren muy a menudo los forasteros.

Dos de esas tribus que habitan la región son los pokot y los turkana que han estado, y siguen,  enfrentadas desde tiempos inmemoriales por culpa del ganado; son pueblos pastores que creen que son los elegidos por sus respectivos dioses para guardar, guiar y apacentar todo el ganado que hay sobre la faz de la tierra; ellos son los nombrados por sus deidades para su protección y por tanto creen que todo ganado que no esté en sus manos y bajo su control  es porque en algún momento del pasado les fue robado, y esto se convierte en un problema serio cuando varias tribus piensan lo mismo.

No hace muchos años los contendientes utilizaban arcos y lanzas para dirimir sus diferencias, ahora cuando se produce alguna escaramuza para arrebatar el ganado que la “orden divina” les ha encomendado, ahora “los pastores” constatan que son más eficaces los afamados fusiles de asalto AK-47  popularmente conocidos como Kaláshnikov. Y en muchas ocasiones es la sangre, en vez de la lluvia, la que empapa la tierra.

Una amiga de Nairobi que me había proporcionado alojamiento me puso en contacto con un antiguo compañero suyo de trabajo que nació y reside en la zona, y mejor que nadie podría ponerme al día de la situación sin los añadidos de los consabidos tópicos y  con una información veraz en relación con la situación actual.

Aquellos que nunca habían estado y su información provenía de otras personas me aconsejaban tajantemente que no visitara esa región, pero mi fuente más fiable me decía que no tendría ningún tipo de problema mas que el calor infernal que flagela el valle del Rift.

Abandonaba por fin la carretera nacional y ahora me dirigía hacia el norte por una camino con un asfalto tan nuevo que podía oler el alquitrán y a lo largo de todo el día no fueron más que un par de vehículos los que se cruzaron conmigo, y estos eran los autobuses escolares que llevaban a los niños desde sus lejanas aldeas al único colegio de la comarca.

Y en la orilla de la carretera pude comprar la mejor gasolina para un ciclista: “miel

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En esta carretera me crucé de nuevo con la línea del Ecuador, y aunque mi destino final en el continente estaba bien al sur, me volvía a encontrar en el norte, y de nuevo, la Estrella Polar me daba las buenas noches.

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Este territorio a pesar de estar cerca del ecuador y ser una zona en las que las precipitaciones son abundantes a lo largo del año, el paisaje que se descubría ante mí era completamente árido. Pasados unos días, James, un geólogo eritreo que reside en Kenia desde hace mas de 20 años me ofreció ayuda y cobijo y el calor de una familia…

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…ademas  me explicó que el calor es tan fuerte que gran parte de la lluvia no llega a filtrarse y se evapora en un santiamén, privando así a estas tierras yermas y pobres del bien más preciado: el agua.

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Una región abandonada de la mano de dios y sus habitantes de su gobierno lo que obliga a los pobladores de estas tierras a buscar en los lechos de los ríos el agua que ha logrado filtrarse, pero al igual que esos autobuses que llevan a los niños a los colegios, podía ver una infraestructura todavía por estrenar y que algún día conducirá el agua a los moradores de este territorio.

Pero hasta que llegue ese momento sigue siendo una de las regiones más azotadas por las sequías en África…

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Esto y otros muchos detalles hacían de Kenia un país diferente a los que me había encontrado. Podía palpar esos pequeños detalles que intentaban mejorar la vida de sus ciudadanos.

Una noche como cualquier otra paré a buscar agua y un lugar donde montar la tienda. Una señora mayor, Marie, se acercó a mí y cuando descubrió que viajaba solo temió por mi seguridad y me invitó a pasar la noche en su casa, este hecho llamó mi atención ya que este tipo de invitación suele hacerla siempre el hombre de la casa.

Marie, animada, sonriente y emanando una alegría excepcional, me reveló en medio de la conversación que su marido había fallecido hacia unos años y que ella sola había tenido que sacar su familia adelante.

Los pocos  ahorros que le dejó su marido los invirtió en ganado, y que ahora produce productos lácteos que vende en la capital.

Una mujer viuda emprendedora no es lo más habitual en un continente tan machista, y esto no ha sido más que el resultado de tanto empeño puesto en la educación como pilar del progreso y desarrollo, y en eso Kenia es lo que ha marcado la diferencia con respecto a otros países africanos.

Como la mayoría de personas que me dan cobijo acaban encariñándose con este viajero que os escribe, al igual que yo de mi nueva madre africana adoptiva.

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Estaba ya muy cerca de la línea que marcaba la entrada en territorio hostil, la tierra de los pokot y Marie no quería que me fuera.

– Tú que vas en bici a lo mejor no tendrás problema. Si fueras en vaca sería diferente. Anda con cuidado hijo mío y no dejes de darnos noticias siempre que puedas- .Fueron sus palabras de despedida.

Meses más tarde, sigo en contacto con esta familia que en una sola noche me demostró que me querían casi como a un hijo.

Más al norte el paisaje se presentaba más yermo …

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… y la apariencia de los pueblos que habitan estas tierras se volvió mucho más propicia y auténtica para hacer fotografías…

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… más africana como diría una persona que nunca ha puesto un pie en este continente, que al igual que para un americano que solo conoce España a través de los panfletos turísticos se imagina al hombre español vestido con trajes goyescos y a la mujer con trajes de flamenca cargado de faralaes.

Y los caminos hasta estas tierras se complicaban cuanto más al norte…

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Y los pokot, temida tribu donde las haya, visten medio desnudos y con plumas en la cabeza.

Tuve la mala suerte de pinchar en el primer pueblo Pokot, y tanta información negativa me causaba cierto respeto. Los veía ahí con taparrabos, con plumas en la cabeza, sin hablar, mirándome fijamente mientras cambiaba la rueda, que llegué a pensar que en cualquier momento me irían a clavar una flecha.

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Y lo mismo que no todos los españoles ni vamos a caballo ni bailamos sevillanas, muchos pokot visten pantalones y camisetas, especialmente de equipos de fútbol.

Hablando un perfecto inglés el peluquero de la aldea  se acercó a ayudarme mientras yo esperaba a que se secase el parche de la rueda y me trajo agua y jabón para que me lavara las manos.

Me comentó que hacia años esa era una zona muy peligrosa para los forasteros, pero que poco a poco, con la llegada de inversión y progreso la zona había experimentado un cambio enorme.

La policia que me encontré en el camino tan solo me avisó de los peligros a los que podría enfrentarme pero no me desaconsejó en ningún momento seguir…

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El miedo se diluía a la vez que me adentraba en territorio Pokot, ya que uno de los principales pilares que motiva los miedos es lo desconocido.

Y a la hora de acampar con toda la información que tenía, mejor buscar un lugar bien escondido…

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Con la miseria a cuestas de un sitio a otro

Con la miseria a cuestas de un sitio a otro

India, la quinta  potencia económica mundial, potencia nuclear y donde viven algunas de las personas mas ricas del mundo, nos deja escenas que cuesta creer y por las que comprobamos que la mayoría de su población vive bajo el umbral de la pobreza.

Yo reconocería a la India como la primera potencia mundial de la desigualdad.

No hay día ni tramo de mi camino que no me encuentre con esta increíble desigualdad que sufren sus ciudadanos. No tengo que buscar ni mirar muy lejos, está a la orden del día.

Durante los últimos días cruzando el Himalaya, a lo largo de una de las carreteras más altas del mundo la que me llevó de Manali a Leh, me encontré  a miles de personas trabajando en las condiciones más extremas imaginables, son de los estados más pobres de la India que vienen a trabajar durante los meses menos fríos del año.

Repararan y limpian la carretera de nieve e hielo y siendo la India una potencia nuclear y tecnológica, no se usa maquinaria alguna.Todo se hace a mano…

Rabi, es de un pequeño pueblo cerca de Rachi,la capital del estado de Jharkhand, el estado más pobre de la India y vino para ganar 7000 rupias al mes (poco más de 100 euros)…

Hace ya más de tres meses  que pasé por el estado de Jharkhand, un estado ajeno al crecimiento económico que vive la India, sin clase media emergente, y sin las comodidades que ofrece la globalización…

Jharkhand se separó del estado de Bihar en el año 2000.

La desigualdad entre ricos y pobres no ha hecho mas que crecer, y gracias a ello se han producido y se siguen produciendo levantamientos armados contra el gobierno central, incapaz de distribuir la riqueza y hacer llegar a la mayoría de su población los derechos mas básicos.

Durante mis días pedaleando por Jharkhand, la policía me invitaba a dormir en sus cuarteles, un lugar seguro contra los grupos  naxalitas que actúan en la región, que a través de secuestros y extorsión intentan reivindicar los derechos mas básicos…

La mayoría de los peones en la carretera de Manali a Leh vienen de esa pobre región de Jharkhand, que con tan solo sus manos construyen una de las obras mas difíciles del mundo…

Gracias a hablar unas pocas palabras en su idioma local me gané la simpatía de muchos de ellos…

…y uno de ellos, dos días mas tarde de conocerle,  volvió a verme pasar con la bicicleta mientras picaba piedras en otro lugar y grito mi nombre…

Cuando pase por Jharkhand,en los meses previos al monzón me encontré con un lugar seco, árido y extremadamente caluroso, donde la temperatura durante el día no bajaba de los 40 grados…

Hoy, estos pobres inmigrantes trabajan en la construcción y mantenimiento de esta carretera estratégica, de uso militar,  en la que en esta época del año cientos de 4×4 con turistas indios de una clase media emergente, mayoritariamente de las grandes ciudades, viajan hacia Leh a pasar sus vacaciones, pero a miles de kilómetros de aquí, en Jharkhand, sus familias viven casi sin recursos…

…y ahora ellos trabajan en las condiciones más miserables por el bien de su nación…

El camino hacia un glaciar.

El camino hacia un glaciar.

No había pasado ni una semana en la fea ciudad de Xining y ya echaba de menos  la vida en el altiplano…

…y a los tibetanos…

Dormir bien, comer bien y descansar me había dejado como nuevo, y mientras esperábamos al día 12 a que saliera el tren hacia Lhasa, decidimos, los tres, ir a la montaña de Amnyemaqen, la segunda montaña más sagrada del budismo tibetano, después del colosal Kailas, donde miles de tibetanos circunvalan la montaña en una peregrinación, midiendo la distancia con sus cuerpos.

Marco y Piedad al no estar aclimatados a la altura y a la falta de oxigeno, se dieron media vuelta, pero yo seguí por la cara norte de la montaña por caminos de tierra y piedras con pendientes superiores al 15%…

…y un viento tan fuerte que me era imposible mantener el equilibrio a mis 4 Km/h sobre la bicicleta.

Sabia que en cualquier momento la montaña aparecería tras alguna colina,tímida, pareciendo querer esconderse.

Y así fue, y al fin a lo lejos pude ver un imponente muro blanco levantarse , tras las diminutas colinas que llevaban tapándome todo el día semejante belleza.

Sin avisar desapareció de nuevo , hasta el día siguiente que la volví a ver pero esta vez mucho mas cerca.

Siguiendo el río de color grisáceo que baja del glaciar tenía siempre a mi derecha las blancas paredes  del sistema montañoso al que pertenece Amnyemaqen.

Entretenido con los miles de roedores que se escondían al verme pasar, y con los muchos ríos de agua helada que tenía que pasar empujando la bicicleta, pasaron casi 6 horas y tan solo había recorrido 25 Km.

Todavía no veía el punto más alto del camino pero el glaciar lo podía ver ya desde arriba…

El frío había helado la bicicleta y las marchas funcionaban a duras penas, por lo que los últimos kilómetros me fue imposible hacerlos pedaleando.Me puse  a empujar hasta que finalmente apareció un mar de banderas de plegarias tibetanas con mantras ,llevados por el viento para difundir la buena voluntad.Creencias.

Ya había llegado al punto mas alto del camino a 4600 m, cercano a la morrena del glaciar.Las vistas de la montaña eran fantásticas, y el ruido del viento sobre las banderas me hacía sentir la naturaleza en su estado más puro…

Allí arriba hacía un frío insoportable y un viento huracanado, pero con esas vistas dónde mejor para montar mi humilde chalet…

Mirando a la cara norte de Amnyemaqen, mientras el sol se ponía por el oeste iluminando tímidamente de color naranja la montaña, monté mi tienda entre tanta bandera,tropezándome varias veces con aquellas banderas que en el suelo no consiguen volar con el viento.

De tanto frío dolía estar fuera de la tienda. Ya dentro del saco y tapado con una manta del ejército chino, que días antes había comprado en Xining.

Al anochecer, la luna por el este iluminaba las montañas. No pude resistirme y salí a contemplar el paisaje bajo  un cielo limpio y estrellado…

Entrada bien la noche el ruido ensordecedor del viento contra las banderas cesó, dejando el ruido del silencio como mi único compañero…

A las 6 de la mañana sonó mi despertador, y no era para ir a trabajar, sino para subir al glaciar y desde allí ver el amanecer.

Tenía mucha sed pero el agua estaba helada y no pude beber.

Me cubrí con toda la ropa que tenía, encendí la linterna y me dirigí hacia el glaciar, bajando por la morrena entre grandes piedras e intentando mantener el equilibrio.

Poco a poco la luz de la mañana sustituyó a la de la linterna, y a lo lejos, iluminando el valle que había subido el día anterior,  el sol apareció levemente entre unas pocas nubes iluminando la cima de la montaña…

Me rebocé con la nieve como si fuera una croqueta, y disfruté de la inmensidad de la naturaleza.

Tan solo estaba rodeado de agua helada, aire seco y frío, y el dulce ruido del canto de unos pocos pájaros…

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Me gustaría pediros un favor , que os llevara unos minutos y a mi me puede ser de grandísima ayuda.Con mis precarias vestimentas he sufrido un frío invernal , y eso que estamos en septiembre , pero ahora hasta enero lo pasare en el Himalaya, con temperaturas extremas.He participado en un concurso que finaliza el 30 de septiembre y que el premio es de 500 euros en material de montaña.Solo tenéis que registraros y votar la propuesta 9, “A golpe de pedal por Asia” en el siguiente enlace.Es un poco coñazo,pero os lo agradeceré infinitamente.

http://www.outletaventura.com/Concurso-Aventura-Seleccionados

Hospitalidad tibetana

Hospitalidad tibetana

Tan sólo llevo una semana pedaleando por la meseta tibetana y la relación que he tenido con los tibetanos ha sido tan profunda como humana.

Si me veían montar la tienda se acercaban curiosos y luego me traían leche de yak, comida o cualquier otra cosa que ellos pensaran que me podría se útil.

En las noches de tormenta me han acogido en sus humildes hogares, y hablando de estás familias nómadas, el hogar se refiere a un techo de plástico, un fogón en medio, y una alfombra de piel de yak que protege del frío a la hora de dormir…

Al tercer día, el calabobos que me estaba amargando el día, se había convertido en una tormenta, y mientras subía el  puerto me fue imposible encontrar un lugar donde acampar; con fastidio comprobé que el único espacio llano estaba pegado al arroyo, son esos lugares que en la vida se me ocurrirían utilizar para plantar la tienda.

Toca seguir subiendo y al final aparezco en un collado desde donde puedo divisar que no muy lejos  hay una cabaña con una chimenea  de la que sale humo…allá me voy. .  a buscar refugio.

Son pastores que se dedican a la trashumancia y están en los pastos de verano y llevan a sus yaks de un lado para otro…

Me acerco bajo una fuerte lluvia y grito el saludo tibetano:

-Dashi delek!

Se asoma por la puerta un niño pequeño que me hace señas para que me acerque. Me invita a pasar y con gestos me indica que desmonte las alforjas para meterlas en la cabaña y bajo la lluvia sale a ayudarme.

Tan solo conseguí averiguar su edad, 5 años, pero parecía un hombre adulto en un cuerpo de niño…

Su padre no estaba, había salido a vender al pueblo más cercano, y su madre ordeñaba a los yaks,y mientras él se encargaba de cortar leña…

…y mantener la tetera caliente, es lo habitual en el Tíbet, con su té de manteca de yak.

La madre, una mujer tímida y poco habladora,estaba  ocupada preparando la leche para hacer queso.Tenia grandes rasgos tibetanos y aunque sonreía poco, era muy fácil arrancarle una leve sonrisa…

Al anochecer, llegó el padre, un hombre alegre y amable que no paraba de ofrecerme cosas. Té, momo (buñuelo tibetano hecho con masa de harina blanca), queso y todo aquello que pudiera.

Dormimos todos sobre el suelo encima de una piel de yak, pero no sin antes regalarme una buena pieza de queso de yak.

Al levantarme el padre y la madre ya habían salido para cumplir con sus trabajos y sólo quedaba el pequeño, que se encargaba  de la tareas de la cabaña.

Me dio mucha pena despedirme de él. Salió hasta el medio del camino para decirme adiós. Permaneció allí quieto agitando sus manos hasta que me vio desparecer a los lejos.

Ya estoy, otra vez, bajo la maldita lluvia, y hoy me espera el paso Kuluku , de 4708 metros.

A la cima de un volcán.

A la cima de un volcán.

Son las 10 de la mañana y tras 14 horas de viaje en tren desde Jakarta, me dispongo a empezar definitivamente el viaje en bicicleta.

Debido la gran densidad de población que soporta la isla de Java (el territorio es una cuarta parte de España y viven mas de 130 millones de personas) y el tráfico, voy a tomar un tren que me lleve al este de la isla de Java.

Me encuentro en Malang y mi destino es el volcán de Bromo, a unos 80 km. De primeras parece fácil.

Los primeros 30 kilómetros son llanos por una carretera muy transitada y voy comiéndome el humo de todos los camiones, pero no tardo en encontrarme con la primera cuesta.La velocidad media en las subidas es de 6 Km./h, por lo que tengo que bajarme de la bici y empujar hasta que la pendiente sea más suave.

Cuatro horas mas tarde la pendiente es igual o peor y en esas cuatro horas no he recorrido ni 20 kilómetros y la noche se me esta echando encima, pero un buen hombre llamado Rudy me acoge en su casa.

Ya solo me quedan 30 kilómetros y eso es lo único que tengo en mente.Me quedan 30 kilómetros más empujando la bici.

Está amaneciendo y ya estoy empujando la bici con sus 30 kilos de equipaje.

A las 9 de la mañana ya he bebido tres litros de agua . El calor y la humedad empiezan a ser insoportables.

Me cruzo con coches y motos. Todos utilizan el claxon para saludarme, me sonríen, me invitan a tomar té o agua, pero yo sigo sin ver un  llano por ningún lado.

Son las dos de la tarde cuando veo por primera vez el Bromo , un pequeño volcán dentro de un gran cráter, humeando sin parar. Desde aquí me quedan tan solo cuatro kilómetros para llegar a la cima del Penanjakan, el punto más alto del cráter exterior, a 2770 metros sobre el nivel del  mar. Será pan comido empujar la bicicleta otra hora más.

El final de la historia…en las fotos.

Solo 25 días…

Solo 25 días…

Con  la bicicleta ya montada y  todo el material comprado, tan solo me queda esperar a que llegue el 29 de septiembre que saldrá mi vuelo, si la huelga general  lo permite, desde Madrid a Yakarta.

Después de haber pasado un verano gris y frío en Londres estoy convencido de que el calor ecuatorial de Indonesia lo cogeré con más ganas que nunca.

Espero que poco a poco vaya cogiendo la costumbre de escribir y relatar de la mejor manera posible todas las cosas que me sucedan por el camino. Deseo haceros llegar con fotos y palabras las experiencias del camino; algunas serán malas y otras serán buenas, pero espero poder sacar de cada una de ellas lo mejor.

Un abrazo para todos y nos vemos pronto!