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Author: Javier Bicicleting

África no es un país

África no es un país

“Este continente es demasiado grande para describirlo. Es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de riqueza extraordinaria. Solo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos “África”. En la realidad, salvo por el nombre geográfico, África no existe”

-Ryszard Kapuscinski-

 

Con pena escucho comentarios acerca de África: Que es peligroso y que la vida allí no vale nada.

Decir eso es como decir  que en Europa la vida es peligrosa y la vida no vale nada, porque hace no mucho, en los años noventa, y en el mismo continente se estaba llevando a cabo un genocidio en Bosnia.

Imaginaros que vais a Tailandia y alguien os dice que es peligroso y que la vida allí no vale nada, por el mero hecho de que en Siria, Afganistán o Irak  estén  en guerra. Tailandia y Siria están en el mismo continente.

Al igual que las Islas Canarias y Somalia están en el mismo continente, pero ambos viven  situaciones completamente diferentes,  no por eso ir a Lanzarote conlleva el mismo riesgo que viajar a Mogadiscio y hacerse un crucero por las costas de Somalia.

Cierto es que hay países a los que mejor no ir, pero eso pasa en cualquier lugar del mundo.

Seguramente tengas más posibilidades de que te saquen una pistola en Estados Unidos, pero la gente no vuela con miedo a Nueva York y al Cañón del Colorado.

Una curiosa anécdota que refleja muy bien el miedo a lo desconocido y la influencia de los medios de comunicación fue cuando mis padres fueron a visitarme a Vietnam y conocimos a una familia de Singapur. Al enterarse de que éramos españoles, nos dijeron que habían planeado viajar a España pero que lo habían cancelado porque “debido a la crisis España era ahora muy peligrosa”.

 

 

 

 

 

Miro el mapa y veo mi casa

Miro el mapa y veo mi casa

Anonadado observo el mapa que tengo delante de mí, y en el  veo las carreteras que me llevarán hasta Madrid.

Sentado sobre el césped del parque en el que acampé ayer, a unos cien metros de la carretera nacional,  espero a que se enfríen los macarrones con tomate que voy a desayunar. Visualizo el momento que tanto me he imaginado este tiempo, el del encuentro con mi familia y amigos, y el recorrer las carreteras después de tantos países visitados, pero que esta vez son las de mi país. Aunque he de decir que mas que nunca me siento de ningún lugar.

Estoy en la provincia de Lugo, y ayer me despedí de mi padre en Cedeira, para dirigirme y terminar esta primera etapa del viaje, que termina en Madrid.

Allí en Madrid me esperan amigos y familia, y un trastero donde guardar la bicicleta hasta que empiecen los meses mas fríos y poder continuar por África atravesando el Sahara dirección  al punto mas austral posible: el cabo de Buena Esperanza.

Toca cargar pilas, poner la bici a punto, y encontrar colaboradores que ayuden en esta nueva etapa. Deciros que vosotros también podéis comprando una fotografía.

Ahora, y sin que esto sea la norma, pienso más en llegar que en disfrutar del camino, y aun así me es imposible no apreciar y observar todo lo que me rodea.

Veo mi país con ojos diferentes, con muchas referencias con las que comparar, y con los sentidos bien trabajados como para no dejar escapar nada de lo que veo pasar.

El canto de los pájaros al atardecer, las chicharras en las horas más calientes del día, el viento húmedo de las tormentas de verano…

…el aire fino seco y abrasador un medio día en el corazón de Castilla…

… el color amarillento de los campos de cultivo…

Los carteles de las fiestas del pueblo vecino anuncian una orquesta, y los más mayores pasan los días en un banco bajo la sombra de un árbol.

En los bares abarrotados echan partidas de cartas, y al entrar en uno de ellos veo, con pesar, como los paisanos disfrutan de una corrida de toros; es la triste herencia a la que algunos llaman cultura y tradición.

Una estampa muy española, pues en el resto de países europeos vecinos, las calles sin un alma y con las tiendas cerradas a cal y canto parecían ciudades fantasmas que contrastan con la cantidad de vida que fluyen por las calles españolas.

Me paro a tomar un “relaxing cup of café con leche in the plaza mayor” del pueblo, mientras observo a la gente pasar…

No así en los abandonados pueblos del campo en plena decadencia, lejos de los días de gloria que vieron pasar  hace no mucho tiempo…

Los últimos montes que hacen ameno el viaje los dejo atrás, en León…

…y me adentro en las inmensidades oceánicas de Castilla escogiendo finalmente las pistas forestales entre pinos…

…hasta que, sin darme cuenta, estoy en Segovia, y delante de mi las montañas que me separan de casa….

En el camino se iban uniendo amigos para acompañarme en los últimos kilómetros, y disfruté en compañía de la última noche en ruta bajo las estrellas.

Tengo una mezcla de sensaciones. Acompañado por mis amigos tengo la sensación de no haberme ido nunca. Son esos lugares antes tan cercanos parte de un recuerdo muy lejano. Tanto, que no tengo la sensación de haber estado en todos los lugares por los que he pasado. Pasan de ser una realidad algo tangible y real, a algo imaginario parte solo del recuerdo.

Cuento batallitas junto al ruido del río en el que hemos acampado. De entre los altos pinos diviso las estrellas….

El cielo, aunque con menos claridad, es el mismo al que observaba, por ejemplo , en Kirguistán.

Por un momento, mi mente viaja lejos, tan lejos como el lugar del que vengo.

Y ahí, en casa, me esperan familia y amigos, y llegamos a ser unas cien personas en bicicleta acompañándome en los últimos kilómetros…

¡¡¡Presumo de amigos!!!

No podía ser mejor el recibimiento y bienvenida, y saber que después de tanto tiempo los amigos no es que sigan ahí, sino que son mas amigos que nunca.

Ahora toca descansar, que África esta a la vuelta de la esquina y va a ser de todo menos fácil.

Muchas gracias por estar ahí, por todo el apoyo que me habéis brindado en estos años, y muy pronto espero teneros de nuevo virtualmente junto a nosotros por muchos kilómetros más. Ha sido un verdadero placer compartir esta aventura con todos vosotros.

No es una despedida, sino un hasta luego… Nos vemos en dos meses por el continente africano, pero hasta entonces atentos al blog porque seguiré subiendo fotografías.

¡¡Un fuerte abrazo!!

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Miña terra galega

Miña terra galega

Cedeira era mi primera parada antes de la recta final hacia Madrid.

Estaba en casa pero mi cabeza seguía de viaje, pues con las alforjas sobre la bici y a tan solo 700 Km. de Madrid, no quería descansar ni relajarme mucho.

Tenía muchas ganas de llegar a Madrid, aparcar la bicicleta y volver a encontrarme con Natalia.

Mi relación ahora con la bicicleta era de amor odio y por primera vez en todo este viaje sentía la necesidad de por un tiempo no saber nada de ella.

Desde que salimos de Bosnia, ha sido casi una continua contrarreloj para llegar a casa, ya que cuanto antes llegáramos, mas tiempo podríamos pasar con la familia antes de continuar en noviembre por África, además de que el dinero ya se había acabado y tocaba pensar en la proxima etapa.

Tan solo me tomé unos días de descanso en Cedeira con mi familia, los suficientes para volver a enamorarme de esta tierra que tanto amo y que con cielos despejados debe ser bastante parecido al paraíso, además de no tener nada que envidiar a muchos de los lugares por los que he pasado desde que salí de Indonesia.

A veces, no hay que irse tan lejos para encontrar los mejores sitios. Tan solo hace falta mirar y saber observar lo que tienes a tu alrededor.

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El camino hacia Cedeira

El camino hacia Cedeira

Y después de tanto tiempo imaginándome lo que sería pedalear por esos lugares de España que en innumerables viajes había hecho desde muy pequeño y esas imágenes que estaban guardadas en mi memoria por fin ya estaban enfrente de mí. Esta vez el viaje sería diferente, ya que iba a aplicar lo aprendido en estos últimos años, además sabiendo que no soy la misma persona que hace  tres años salía hacia Indonesia.

Los últimos kilómetros en España los recorrería solo.

El caluroso mes de verano, julio, es la época en la que más había viajado por España, el “santo verano”, cuando casi desde recién nacido nos íbamos en coche con mi familia desde Madrid a León, atravesando Castilla, y más tarde nos dirigíamos hacia Galicia. Este año las lluvias se habían retrasado un poco, y los cultivos de cereales habían sido cosechados hace poco. Esos pueblos tan familiares, con sus enormes iglesias y sus torres sobresaliendo sobre las pocas casas en las aldeas medio abandonadas…

…hacían el camino más  ameno por las carreteras regionales que me llevaron desde Navarra hasta León, recorriendo la cara sur de sistema Cantábrico. Primero encontrándome con el Ebro, y siguiendo su cauce, pasando por pueblos de los que nunca antes había oído  hablar pero dignos de ser conocidos, como Orbaneja del Castillo, un precioso pueblo en los cañones del Ebro…

Siempre que me fue posible preferí evitar las carreteras y rodé   por caminos rurales, a través de sotos, “fragas” y robledales; rodando por  esos caminos ancestrales  que comunican pueblos y  aldeas…

…donde la abundante fauna de corzos y jabalíes salían corriendo al percatarse de mí presencia. Tranquilos y agradables lugares donde montar mi tienda de campaña, en un país donde la acampada libre esta prohibida. En cada pueblo, aprovechaba para coger agua fresca del caño, agua rica y fresca de manantial, y que bien  agradecía mi cuerpo para mitigar el calor del verano.

– ¿A dónde vas con la bicicleta tan cargada?-, me pregunta un aldeano al ver mi bicicleta mientras lleno una botella de agua en la fuente.

– A León, ya casi al lado- le contesto.

Muy sorprendido me dice muy convencido de sus palabras: – ¡¡Pues no sé yo si llegarás con la bicicleta tan cargada!!

A tan solo 100 Km. de León, en mi camino a Galicia, nadie sabe de donde vengo.

Todo me era muy familiar. El idioma, los productos que venden en las tiendas, pero lo más familiar fue encontrarme con mi familia en un pequeño pueblo al norte de León. Tenía que continuar hacia Galicia, todavía por los campos de Castilla…

…y centrándome más que nunca en el destino, hacía más de 130 Km. diarios. Casi sin darme cuenta estaba bajando el puerto de la Garganta (Asturias)……

… y después de tanto tiempo volvía a encontrarme con mi padre en Vegadeo, que había venido desde Cedeira a mi encuentro…

Entrando en Galicia no solo me esperaba mi padre, también las nubes, y el sol escondido tras ellas… ¡Bienvenido a Galicia!

En vez de ir por la carretera nacional que bordea la costa hasta Ortigueira, decidí ir por caminos…

…y “corredoiras” del interior de la provincia de Lugo donde podías pasarte horas sin ver un coche, y donde no hice más que subir y bajar grandes pendientes por las pistas forestales que atraviesan los montes y respirando bajo sus ramas el aroma de los eucaliptos. En cada alto, un parque eólico me daba la bienvenida…

…y así llegué a Cariño, desde allí me quedaba subir a la garita de Herbeira, en la sierra de la Capelada, donde están los acantilados más altos de Europa, por lo que el camino prometía ser duro.

Una niebla me ocultaba el paisaje que tan bien conocía…

… pero lo poco que veía me dejaba ver la herencia de un clima tan duro en donde el viento no permite nacer mas que unos pocos árboles, y estos quedaban a su merced …

… y tras esas nubes, se escondía un extraordinario panorama (cualquier día, ¡pero no nublado!) …

…y con un cansancio físico enorme y mental llegué a Cedeira, donde me esperaban días de descanso y encuentros familiares…

 

 

 

Detrás del Pirineo

Detrás del Pirineo

Ya solo nos separaba el Pirineo de casa.

Del lado francés, los llamados pirineos atlánticos, la vegetación es densa y verde, y las pequeñas carreteras transcurren bajo la sombra de los frondosos árboles.

A medida que empezamos a subir el puerto de “La Piedra de San Martín”, el clima se volvía más alpino y los verdes pastos sustituían a los árboles…

Fue un día lluvioso y húmedo, y a medida que subíamos la niebla nos encerraba poco a poco…

Casi en la cumbre, y con la intención de cruzar la tan deseada frontera con buen día, decidimos montar la tienda casi en la cima,bajo la niebla que a veces parecía darnos un respiro…

…no así el viento y la humedad que parecía haberse colado hasta en los huesos, y esperar allí al día siguiente para culminar la ascensión que con un poco de suerte esperábamos fuera con la compañía del sol.

Y así fue, ya que por la mañana después de haber sido despertados por nuestros numerosos y ruidosos vecinos…

…miramos a nuestro alrededor y comprobamos que estábamos por encima de las nubes…

…cuando vimos la carretera por la que el día anterior habíamos ascendido…

…y por encima de nosotros tan solo un espléndido cielo azul y un  sol brillante…

…así que con muchas ganas e ilusión recorríamos los últimos kilómetros en tierra francesa antes de cruzar a España, por los espectaculares puertos del Pirineo…

Y fue tan solo la señalización en Francia, la que marcaba el punto más alto del puerto y que ,sin advertir que habíamos cambiado de país,dábamos por hecho que habíamos cruzado la frontera, pues en este lado al norte de Navarra difícilmente encuentras una bandera o un cartel dándote la bienvenida a España, pero bueno, no soy hombre de banderas ni de fronteras, y lo importante es que ahora todo me es mucho más familiar, como en casa.

 

 

Belle France

Belle France

Francia fue una auténtica sorpresa.

Después de nuestra primera decepción en occidente, encontrarnos de nuevo con las montañas, esta vez los  Alpes, que nos trajo bellos paisajes …

…carreteras más tranquilas por las que circular…

…y volver a estar rodeado de naturaleza…

En Italia la gente conduce de forma agresiva y las carreteras casi siempre atestadas de coches carecían, normalmente, de arcén.

Cruzar los Alpes por el ”Il Colle della Maddalena, (Col de Larche en francés) ” …

…nos trajo de nuevo un poco de aire puro, y grandes pendientes.

Después de cruzar ese puerto y la frontera, nos encontramos con un gran país, y con el Mistral, fríos y fuertes vientos del norte que nos acompañaron los primeros 10 días.

Percibimos un gran cambio y disfrutamos de infraestructuras perfectas que hacían el viajar en bicicleta algo muy fácil.

Los conductores franceses han sido sin lugar a duda aquellos que más en consideración han tenido hacia los ciclistas, y las áreas de descanso han sido lugares perfectos en los que descansar, y muchas noches acampar, aquellas en las que sin ningún problema nos han dejado montar la tienda en algún jardín, o invitado a dormir en alguna casa.

El paisaje pintoresco del país galo nos regalaba obras de arte en cada curva…

…y la siguiente curva…

Las zonas rurales de Francia están mucho más desarrolladas que otras zonas rurales en otros países, y es menor la diferencia entre las ciudades y el campo…

…pero el ambiente mucho más relajado y los pueblos que parecían abandonados por su tranquilidad…

…nos han permitido conocer la verdadera Francia, fuera de las grandes ciudades…

…y esos paisajes tantas veces visto por la televisión en el Tour. El país de los viñedos…

Lo antiguo se mezclaba con lo moderno en completa armonía, al igual que la densa vegetación del clima lluvioso del lado norte del Pirineo pedía de vuelta lo que le pertenece…

Y el Pirineo ahora es lo único que nos separa de casa, así que para allí vamos.

 

 

Italia

Italia

Después de acabar por casualidad en el puerto de Split, en Croacia, nos pareció muy tentador la señal que indicaba el ferry con destino Ancona, que estaba justo al otro lado del mar Adriático…

Cambiando nuestra ruta improvisando el momento, decidimos coger el ferry y cruzar a Italia, y así visitar a un amigo que meses antes habíamos conocido en Irán, y que nos había invitado a visitarle en su casa rural en el corazón de Umbría.

Muy tentador recorrer en bicicleta las colinas de Umbría y Toscana.

La idea nos parecía incluso romántica.

Al llegar por la mañana al puerto de Ancona, la primera estampa que teníamos del país italiano era un policía rapado y con perilla, con la camisa tan ajustada que parecía iba a reventar con sus músculos de gimnasio en cualquier momento.

Junto a el,una mujer policía morena y alta, de grandes pechos que parecían querer abrirse paso intentando romper los botones de su ajustadisima camiseta, al igual que sus labios operados llenos de silicona.

Maquillada y con una grandes gafas de sol a la ultima moda, nos pedía el pasaporte y así volvíamos a pisar suelo de la Unión Europea. Estábamos ya en Italia.

Por las calles se veían infinidad de Fiat, y los jardines de las casas que asomaban por las colinas de la provincia de Ancona estaban cuidadas al mínimo detalle, al igual que los campos de cultivo de color amarillento que acompañan al verano y los meses anteriores a la recogida de la cosecha…

Los colinas por las que pasaba la carretera nos rompían las piernas…

…y el sol sobre nosotros era abrasador.

Al mediodía buscábamos una sombra donde descansar y cocinar, y el silencio absoluto de las horas mas calientes del día solo era interrumpido por las campanadas de las iglesias que asomaban entre las edificaciones de los pequeños pueblos colocados sobre las colinas, que a esas horas parecían desiertos.

Fue en Italia donde hemos sufrido el shock de entrar a occidente, con sus parcelas de ”propiedad privada”, la gente con prisa, y el dinero como combustible del motor que mueve la sociedad occidental.

Dinero, algo que nosotros no podemos ofrecer mucho,y esto lo hemos sufrido a la hora de recibir el trato de la gente. Hasta nos han cobrado por un vaso de agua en una cafetería!

El reto era no superar el presupuesto diario de 5 euros por persona, pero lo hemos conseguido, y os aseguro que no  ha sido difícil.

Ahora,entrados en Europa, han desaparecido los pequeños negocios y son las grandes cadenas de distribución los que abastecen a millones de personas.Centros para hacer dinero, donde te das un paseo entre productos , escoges los que crees que necesitas  y finalmente tras hacer cola, pagas a una cajera que mete tu dinero en una caja registradora.Siguiente por favor!

Así es como funciona occidente.

Una maquinaria creada para hacer que las personas trabajen, ganen dinero y lo  gasten, para tener que trabajar mas, gastar mas y volver tener que trabajar mas para gastar mas.

Daros una vuelta por la bonita ciudad de Florencia…

…disfrutando de las maravillas arquitectónicas de la ciudad, pero sin dejar de observar todo a vuestro alrededor seguramente veréis que todo,absolutamente todo, esta enfocado y estudiado para que dejes la mayor cantidad de dinero posible por allí donde vayas.

Pero en Italia hemos podido disfrutar de nuestro primer país en el que hablamos el idioma, una de las cosas mas importantes para llegar a conocer mejor a la gente,y ha sido gente increíble la que hemos conocido en Italia,la mayoria de las veces gracias a la plataforma ”couchsurfing”

 

 

 

 

 

Montenegro. País de montes y cielos negros

Montenegro. País de montes y cielos negros

Inmersos en el verano y su calor, nos adentramos poco a poco en los Balcanes, los países de la antigua Yugoslavia, hoy un cóctel de religiones, grupos étnicos y países.

Macedonia fue el primer país, tan pequeño que en dos días lo habíamos cruzado, cogiendo carreteras secundarias…

…y acampando en el primer sitio a la vista…

El siguiente país Kosovo, tan pequeño también que fueron dos días lo que tardamos en cruzarlo.

Un país muy densamente poblado, y sus habitantes tienen el gusto de construir solo a lo largo de la carreteras, y donde tienen pasión por lavar coches, pues en cada kilómetro hay un ”car-wash”, y donde tienen también la extraña pasión de colgar banderas por doquier …

(Banderas frente a la biblioteca de la universidad)

El siguiente país, Montenegro, también muy pequeño pero que no tardamos tan solo dos días en cruzarlo.

Llegamos a Montenegro, no sin antes subir un gran puerto y acampar en la cima bajo el sol …

…y fue esa mañana donde nubes y lluvias decidieron presentarse para hacernos compañía y seguirnos y aguarnos la existencia…

Sin darnos cuenta el frío había vuelto.

Montenegro fue una gran sorpresa, ya que nos obsequió con carreteras por las  que circulabamos nosotros solos…

…rodeados de la naturaleza casi intacta. Tanto que me recordaba a los montes bajos del Himalaya…

Encontramos agua por todas partes, en forma de cascadas, arroyos, ríos… y su  sonido nos acompañaba todo el día…

…mirases a donde mirases todo era verde…

…y mirásemos a donde mirásemos veíamos que la carretera por la que íbamos, parecía que nunca iba a dejar de subir…

…tanto, que a veces acabábamos en medio de las nubes…

…pero para llegar ahí,  siempre había que subir…

…bajo la lluvia…

La poca gente que habita este país parece vivir en armonía con la naturaleza…

… rodeado de montañas, y son muy pocas casas las que salpican el horizonte …

…aunque lo normal era ver ninguna…

Después de unos largos y duros días de montaña bajo la lluvia, nos fuimos de Montenegro sin ver el sol, y disfrutamos de los primeros rayos de sol en nuestro siguiente país…

…en Bosnia. En Mostar  disfrutamos de la increíble hospitalidad y compañía de un antiguo amigo del colegio. Fue él quien hizo el video:  ”Three years in three minutes”.. ¡Muchas gracias Miki!

 

 

 

 

 

Por fin verano y el Mediterráneo…..

Por fin verano y el Mediterráneo…..

Nos encontramos con el Mediterráneo en la parte asiática de Turquía, y desde allí lo hemos venido siguiendo varios miles de kilómetros por diferentes paises.

Parece que fue ayer cuando hacía mis primeros kilómetros en Indonesia, un 30 de septiembre de 2010, y por aquel entonces veía tan lejano el día de llegar a Europa que  ni me paraba a pensar en él.

Desde entonces muchas cosas han pasado y son muchos los caminos recorridos, noches pasadas bajo las estrellas, mucha nieve derretida para beber e infinitas tazas de té bebido en casas de gente que nos ha acogido en el camino.

He aprendido mucho, aunque  podría decir que aquello que ahora  más aprecio  es la sencillez de las cosas, sin  dejar de sentirme afortunado de haber nacido donde he nacido, que ha sido la causa que me ha brindado la oportunidad de ser libre y poder elegir que ruta  seguir en esta vida.

Algo tan sencillo como un pasaporte es lo que nos hace tan libres.

Con melancolía dejamos Turquía, un país donde la gente que lo habita ha hecho que sea uno de los lugares difícil de olvidar, y  donde fue nuestro primer encuentro con el Mediterráneo…

Llegar a casa no es llegar a España, sino  a esos sitios que  son tan familiares y con los que uno se siente identificado.

Como buen hijo de gallego es el Atlántico de aguas heladas en el que me bañaba cuando era pequeño, aunque es el Mediterráneo el mar que ha creado el clima del lugar que me vio crecer.

Después de un largo y duro invierno recibimos con euforia los primeros días de calor  y con el paso de los días disfrutábamos de más horas de luz.

Se despertaban en nosotros sensaciones que desde hacia tiempo estaban dormidas, pues los días de invierno anulan olores y colores.

Con la llegada de esas sensaciones nos encontramos el mar y de repente todo era familiar.

El olor a pino…

…los viñedos…

…los campos de trigo…

…el color del atardecer en verano…

…y un litoral todavía por descubrir…perdón..,construir!…

 

Bienvenidos al Mediterráneo!!

Nos esperaban días calurosos y un mar de agua cristalina esperando para chapuzarnos en él…

…carreteras en perfecto estado…

…y entrabamos de nuevo en el primer mundo de la economía. Ahora, es el dinero el bien más apreciado.

¡Bienvenido a Europa!!