En el tren de las nubes me dirijo hacia Lhasa, la capital del Tíbet.
Viajo en la clase más económica, en asiento, rodeado de tíbetanos , mientras en primera clase solo hay chinos y turistas…
Son 24 horas de viaje por el altiplano, sobrepasando los 5000 metros, entre colinas blancas y pastos de yak.
Han pasado más de 24 horas y finalmente llegamos a la “ciudad prohibida”.La familia tibetana que venia sentada junto a mi se despiden con pena y me ayudan a sacar mis alforjas.El hijo mayor ,un monje que vive en Daramsala, me da su numero para que le llame cuando llegue a la India.
Me bajo en la estación , un edificio nuevo y moderno que se asemeja a la arquitectura del palacio de Potala , pero como casi toda construcción en china , es puro hormigón y acero.
Desde la última vez que la visité hace 6 años las cosas han cambiado y mucho.
El nuevo tren que la conecta con el resto de China la ha convertido en un popular destino turístico, y como en el resto de ciudades chinas se ven edificaciones feas de hormigón que crecen como hongos, entre canteras y fabricas.
Centros comerciales, comida rápida y tiendas de electrónica salpican cada rincón de sus calles principales.
Ante el grandioso palacio de Potala, una gran pantalla de televisión muestra anuncios en el edificio del China Post, y tras las revueltas del 2008, la ciudad esta tomada por militares y policías, que hacen guardia en todas las calles.Me recordaba a Jerusalem.
En el centro de la ciudad, lo poco que queda antiguo, esta el mágico templo Jokhang…
…donde miles de tibetanos circunvalan el templo a diario, repitiendo “ohm mani padme hum”, con sus mala (rosarios) en mano.
Algunos se postran ante el templo y hacen reverencias. Muestran su devoción, se arrastran por el suelo y se vuelven a levantar. Así indefinidas veces, ante la mirada de jóvenes soldados chinos que patrullan la ciudad armados hasta los dientes…
Los turistas armados con cámaras impresionantes, fotografían a los devotos tibetanos como animales de circo…
…
Muchas veces con falta de respeto.
Grupos de chinos imitan a los lhasapas y sus rituales religiosos entre carcajadas.
-Ahora te toca a ti!- un chino le dice su mujer al levantarse del suelo imitando a una familia de tibetanos.
Otro chino, durante largo rato, a muy poca distancia apunta con un imponente teleobjetivo a la cara de un pequeño, ante la mirada incrédula de sus padres, que aunque parecen incómodos, son incapaces de decirle nada a este molesto intruso.Acaban siendo 5 personas acosando a este pequeño con sus super-camaras que parece mas la banda de un campo de fútbol en partido de Champions que un lugar religioso.
No me he encontrado cómodo haciendo fotos,me daba incluso vergüenza sacar la cámara,y sentirme como esa gente caza instantáneas, sin respetar nada con tal de conseguir una foto.He disfrutado mas dejando a los Lhasapas tranquilos.
A pesar de todo, Lhasa sigue siendo un lugar mágico, con una rica cultura, donde sus mercados siguen siendo tibetanos, con olor a mantequilla de yak e incienso…
…y algunos de sus templos,siguen siendo lugares mas religiosos que turisticos…
Música techno tibetana anima las calles, y en algunas tiendas se ven cuadros de Buda junto a retratos de Mao Zedong.
Del Dalai Lama está prohibido, el gobierno chino lo tiene considerado como un peligroso terrorista que amenaza la paz de la gran China.
En el resto de las provincias tibetanas, donde la colonización china es menor, la mayoría de camiones llevan fotos del Dalai Lama pegadas en la luna frontal.
Su antigua residencia, el palacio de Potala, es un importante lugar de peregrinación, donde monjes y peregrinos circunvalan el edificio…
…y cientos de turistas lo visitan cada día pagando 100 Yuanes (mas de 10 euros), por visitar hoy en día, un enclave que en parte es militar.