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Category: India

Festival holi

Festival holi

En el festival Holi, también conocido como el festival del color…

…las calles, casi libres de vehículos, eran animadas por los sonidos de tambores y la gente bailando y cantando que  dibujaban con su paso las calles de colores…

…pero no solo acababan las calles llenas de colores…

…que luego ni frotando…

Las manos delatan…

…y al final todo el mundo acaba igual…

…

Dos días más tarde…

Good morning Calcuta

Good morning Calcuta

Pronto, por la mañana, dejo Dhaka, justo cuando empiezan a montar los puestos…

… y al atardecer todavía no había salido de Bangladesh… 

Entrada  la noche llego a Calcuta. Aunque todavía no dormida la ciudad, hay señales de que horas antes la vida en las calles tuvo que ser muy diferente.

No me cuesta encontrar un puesto donde comer y me acuesto  imaginándome que es lo que me encontraría al levantarme por la mañana cuando la famosa ciudad de Calcuta funciona a todo motor, una vida muy diferente a la de  la noche que es cuando la ciudad para a darse un respiro hasta el día siguiente.

Me cuesta dormir por el ruido del ventilador que parece que en cualquier momento va a despegar y los mosquitos, aunque en mucha menos cantidad que en Dhaka, siguen celebrando los banquetes justo debajo de mis tobillos.

Me levanto y el ventilador sigue ahí. Por debajo de la puerta entra la única señal de que afuera es de día.

La habitación donde me alojo es un zulo sin ventanas y esa luz blanca me avisa de que fuera ya se ha dado el pistoletazo de salida, y sin esperar más, salgo rápidamente a la calle a ver que me encuentro.

¡Buenos días Calcuta!

El sol calienta fuerte, el incienso ya arde en las tiendas, las bocinas de los coches ya están al rojo vivo, las vacas están buscando comida en la basura y los hornos fuera de los restaurantes no paran de sacar chapatis. Comparado con Dhaka todo parece tranquilo y aquí es mucho fácil pasar desapercibido.

Calcuta es una de esas ciudades en las que es mejor dar rienda suelta a la imaginación, pues son tantas las historias que han salido de esta ciudad, que es difícil no imaginársela de alguna manera.

La vida no transcurre escondida tras una puerta, y la calle es el escenario de la vida de muchos de sus habitantes…

…una película llena de color…

…donde no es muy difícil imaginarse su banda sonora…

..ni su escenografía…

Podría encontrarme en otra época, con diferentes escenarios pero historias parecidas…

Desgraciadamente la pobreza tiene un importante papel en el guión…

Es como estar en una película. Una película compleja pero que al mismo tiempo parece transcurrir con mucha normalidad.

Y a pesar de las adversidades, se puede respirar un ambiente feliz…

Cuando el problema es la burocracia

Cuando el problema es la burocracia

Fecha de entrega, entre 7 y 8 días. Eso es lo que dijeron a mi padre en la oficina de correos en Majadahonda, cuando envió el repuesto para mi bici. Era el 21 de diciembre.

Tres semanas más tarde, estoy desesperado y aburrido de esperar. Sabía que estaba en algún lugar de la India, y eso me irrita mucho más.

Sé que en ese paquete no viene tan solo el recambio para mi bici, también trae a mi antigua tienda, queso manchego, jamón serrano y unos ferrero.

Después de visitar la oficina de correos día tras día durante casi dos semanas, los empleados ya me conocen. Uno de ellos me saluda emocionado y me dice que por fin el paquete ya ha llegado. Es el 16 de enero. ¡¡Veinticinco días!!

¡¡Más sorpresas!! Ahora me dicen que tengo que pagar 80 euros por las tasas de aduanas.

¿Están locos? Pero si todo lo que está dentro del paquete, excepto la comida, está usado y por el  olor que desprende me da la espina que el manchego se ha convertido en cabrales.

Están avergonzados. Saben que es un robo, pero no pueden entregarme el paquete hasta que no  pague ese dinero.

–          ¡Seguro que se puede hacer algo!

–          Aquí en la India todo es posible, o eso dicen.

Me dicen que todo depende de aduanas en Calcuta. Que tienen que localizar al agente de aduanas que tramitó el paquete.

–          ¡Perfecto!

Les digo que devuelvan el paquete a España, pero me lo pienso un momento y les digo que quiero hablar con el jefe de la oficina de correos.

Cuando me recibe veo que también está avergonzado. Me dice que no puede hacer nada.

–          Pon una reclamación.

No estoy por la labor. Sé que una reclamación acabará en algún montón de papeles, en alguna sucia oficina con ratas correteando entre paquetes y cartas y con sucias paredes rojas llenas de escupitajos mezclados con tabaco de mascar.

Me acerco a la oficina de impuestos y llamo a la puerta de la oficina del superintendente del estado de Meghalaya.

Me dice que no puede hacer nada, pero que va a intentar hablar con aduanas en Calcuta y me advierte que pueden pasar días, semanas o meses. Aun así decido esperar un día más.

Al día siguiente, me vuelvo a acercar a la oficina de correos y me dicen que no han podido hacer nada, ni siquiera localizar al agente de aduanas, pero entre varias personas de la oficina han hecho una colecta y reunido el dinero para pagar las tasas de mi paquete.

Amablemente lo rechazo y les digo que es un error, que seguro se puede hacer algo.

–          Tú ya has visto como funcionan las cosas aquí. No es un simple contratiempo. Por favor acepta el dinero. Queremos ayudarte para que puedas seguir tu camino.

Por favor, no rechaces este dinero, me solicita el superintendente, una persona serena y amable.

Finalmente acepté el dinero en efectivo para ir a recoger el paquete a correos.

Llámanos cuando llegues a Bangladesh- me dicen mientras me despiden.

Corriendo y emocionado por la muestra de apoyo de unas personas que apenas conozco, me dirijo a recoger mi paquete no muy lejos de allí, en la oficina de correos.

Ya con mi paquete, feliz, todos los empleados  me conocían y estaban al tanto de mi problema.Estaban esperándome en la puerta para despedirme y desearme suerte.

Ahora tocaba arreglar la bici, comerme los Ferrero y el jamón, tirar el queso y salir a toda prisa dirección a la frontera de Bangladesh, a 500km de distancia, antes de que mi visado para la India caduque.

Bajo tierra

Bajo tierra

Mi bici se ha vuelto a estropear, y en medio de la selva no me queda más solución que empujarla. ¡Otra vez!
Tras 40 kilómetros arrastrándola llego al pueblo de Shallang, que está cubierto de un manto de polvo negro. La garganta me empieza a picar y no paro de carraspear y toser.
Hay mucho movimiento de camiones,  y por los productos que se exponen en las humildes tiendas parece un lugar próspero,  pero su apariencia es la de un lugar que se asemeja al más puro infierno.
Hay una misión católica, y en ella un misionero salesiano español, el padre Marzo, que me acoge no sin antes llevarse una sorpresa de ver a un español cubierto en polvo empujando una bicicleta, en este pueblo que no sale en ningún mapa. Lleva 60 años en la India y conoce muy bien este lugar. Me habla de las minas y es entonces que decido visitarlas.
Y esta es la historia de uno de los trabajos más duros y peligrosos del mundo.
Mucha gente de los estados vecinos vinieron a ganarse aquí la vida.
Muchos mueren. Las condiciones de trabajo son inhumanas. Mueren intoxicados por los gases, o son aplastados por los desprendimientos o quedan sepultados en una galería que colapsa. Los más quedan abocados a una muerte lenta que aunque tarda en llegar, siempre llega.
Son unas minas de carbón, que parecen madrigueras, en el desconocido estado de Megalaya, en la India entre Buthan y Bangladesh.
¿Te atreves a entrar? …

Para aprovechar al máximo la luz solar y las horas que no están bajo tierra,  empiezan a trabajar a las 3 de la madrugada, y se acuestan al poco de anochecer. Además, en la selva no hay luz ni mucho que hacer en cuanto se hace de noche…

Durante varios días compartí la dura experiencia junto a ellos de vivir bajo tierra. Yo con la libertad de irme en cuanto quisiera.

Aquí hablo de mi primera noche en una de esas minas. Madrigueras infinitas semejantes a un enorme laberinto.

Tardé más de una hora en recorrer poco más de un kilómetro por una galería sin entibar y de poco más de un metro de diámetro hasta que llegué al lugar donde extraen el carbón. Hacía mucho calor y había mucha humedad…

Un lugar no apto para claustrofóbicos  en el que es mejor no pensar en donde te encuentras. Estaba rodeado de piedras en la oscuridad más absoluta, tan solo alumbrado por la luz de la linterna, casi arrastrándome por el barro para poder avanzar sin golpearme la cabeza con el techo.

Ignatius, de la tribu boro, llegó de su pueblo en Assam, hace más de 5 años…

Le conocí fuera de la mina, mientras descargaba un carro lleno de carbón y se ofreció a enseñarme su lugar de trabajo, no sin santiguarse antes de entrar.

El día anterior, un minero había muerto al caerle una roca en la cabeza, y yo no quería entrar sin casco. Ningún minero lleva casco, y el único que encontré fue uno de moto.

Ya dentro del laberinto de galerías no paraba de golpear el casco contra el techo, mientras en cuclillas sufría por intentar no resbalarme. Mis piernas se estaban quedando sin fuerzas y me veía obligado a  parar para descansar, sin poder estirar las piernas…

El suelo era un fangal en el que se veían unas pequeñas y estrechas tablas de madera, que intentaban asemejarse a una vía,  por las que arrastraban las carretillas con el carbón que extraen en el fondo de la mina.

Las paredes temblaban, y entonces sabíamos que alguien se acercaba con sus carros…

Exhausto llegué al final y vi a un minero que estaba picando la pared haciendo retumbar todas las paredes…

Su compañero va y viene por ese túnel de menos de un metro de altura y de suelo embarrado empujando una carretilla que una vez cargada llega a pesar 150 Kg.

Ahora tocaba deshacer el camino con las piernas sin fuerzas, asombrado con la resistencia de los mineros que arrastran sus pesados carros a gran velocidad por barro, agua…

…día tras día.

Entré en la mina bajo las estrellas, y al salir el cielo se empezaba a volver de color naranja, por un valle cubierto por densa vegetación al amanecer.

Los camiones un par de veces a la semana se adentran en la selva y siguen el rastro de la carbonilla que han dejado en sus incontables viajes por los senderos que les llevan a la boca de la mina.

El paso de los camiones cargados con toneladas de mineral han dejado los caminos tiznados. Han cubierto la tierra parduzca  con un manto negro…

Durante la época de los monzones no se trabaja en las minas porque los derrumbamientos son frecuentes, aunque la seguridad no es el motivo principal, sino que los camiones no pueden circular por los intransitables caminos embarrados que se convierten en ríos.

Entre dos personas extraen semanalmente unas 15 toneladas, por cada una de ellas les pagan 10 €.

Es una cantidad considerable de dinero para ser la India.

La guerrilla GNLA (Ejército de Liberación de la Nacion Garo,  en sus siglas en inglés) actúa  en estas fértiles tierras. Se financian a través de la extorsión. Son frecuentes los secuestros y los asaltos a los camiones que transportan el mineral. Uno de los días que visité las minas, los seis camiones que iban delante de nosotros fueron asaltados por hombres armados con machetes y fusiles kalashnikov. Les exigieron el “peaje”.

Durante la celebración del mercado semanal de Shallang, los padres y adultos de las familias más ricas del pueblo abandonan sus casas por temor a que la guerrilla les secuestre.

La presencia militar es mínima, y entre los mercaderes que venden verduras entrel polvo y barro, de vez en cuando se ven soldados armados con fusiles kalashnikovs. Sus rostros están cubiertos con  turbantes que dejan al descubierto sólo los ojos.

Me fascinaba esta historia que he visto repetirse ya en demasiados lugares del planeta.

Es allí donde la tierra es mas rica que la gente vive en peores condiciones.

Y cruzar el Brahmaputra significa calma…

Y cruzar el Brahmaputra significa calma…

Con el zureo de las palomas me levanto y escucho tras la puerta de mi habitación como unos inquilinos rascan su garganta con fuerza para escupir alguna flema.

Estoy en un barato hostal en Dhuburi, donde tengo que hacer noche para coger al día siguiente una barca y atravesar el río Brahmaputra.

Quiero dejar las concurridas carreteras de Assam y sus camiones Tata.

De camino hacia Dhuburi, en medio de un atasco y encerrado entre dos camiones Tata, noté al frenar un suave empujón. El camión que venía detrás de mí  chocaba contra mis alforjas y me hacia avanzar unos pocos centímetros, los justos para que mi transportín delantero quedara atrapado entre las ruedas del camión que estaba delante.

Al verme, dos muchachos vinieron corriendo en mi ayuda mientras le gritaban  al camionero para que no avanzara, y rápidamente conseguimos sacar mi rueda y el transportín sin que sufriera ningún daño mayor. Solo le faltaba eso a mi pobre bici.

Sin duda, quería ir por carreteras más tranquilas, y al otro lado del río mi mapa me indicaba que allí las encontraría.

Por la mañana encuentro una barca atestada de gente que navega bajo la densa niebla que nos cubre cada día…

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…tarda tres horas en cruzar los más de 10 Km que tiene de anchura el río, sorteando bancos de arena, alguna vez sin fortuna, teniendo el capitán y su ayudante, su hijo de ocho años, que bajarse al agua y empujar la barca ayudado por todos los pasajeros. Utilizamos largas varas de bambú que hincamos en el fondo del río.

Finalmente llegamos a la otra orilla del río, en el estado de Megalaya, y descendemos en una playa  de arena blanca que contrasta con el sucio color del agua…

En la orilla  los búfalos empujan a duras penas sus carros y varios hombres cargan a sus espaldas sacos de harina para subirlos a una barca.

Me toca empujar la bicicleta entre la arena, pero tardo poco en llegar a Phulbari.

Dos policías se me acercan y me preguntan que a dónde me dirijo.

Les digo que voy hacia el este, preferiblemente por la carretera más tranquila.

Me indican dos carreteras, y me alertan que por una de ellas he de tener cuidado con los elefantes salvajes.

– ¿A qué carretera se refieren?

– A la de la derecha.

Y a esa carretera me dirijo.

Es la que conduce a las colinas  Garo, donde hace menos de 200 años los misioneros  cristianos consiguieron convertir al  70% de su población. Hoy en día la mayoría de la población son devotos cristianos donde el saludo en su idioma es: “Alabado sea el Señor”.

Habitadas por la tribu Garo, de descendencia mongola, se instalaron en estas tierras  hace 1.500 años en su camino desde el Tíbet por el río Bramaputra.

Me encuentro de repente en una comunidad de mayoría cristiana después de dejar atrás el estado de Assam de mayoría musulmana..

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Los rasgos son totalmente diferentes, el idioma, el paisaje y el trato que recibo es excepcional.

La carretera atraviesa bosques tropicales, plantaciones de cocos y de anacardos, entre tierra arcillosa que  su color rojizo aviva el paisaje, y alegres y concurridos mercados…

En sus leves pendientes me toca empujar la bicicleta , hasta que no consiga una nueva patilla para la bicicleta no puedo cambiar de marchas, y agotado, en la primera aldea pregunto por una iglesia o cualquier lugar donde montar la tienda que me proteja de la densa niebla.

La gente de la aldea me ayuda a empujar la bicicleta por un empinado camino de tierra hasta la iglesia católica.

Un hombre mayor me abre la iglesia y me dice que puedo montar la tienda ahí, cerca del altar, pero antes me invita a su casa de adobe y paja, con una hoguera en el centro del patio.

No me bombardean con preguntas, y esta vez soy yo, ayudado por un joven que habla bien inglés, el que les pregunto sobre ellos.

Se hace de noche y sentados alrededor de la hoguera, vecinos y familiares comemos arroz con lentejas, mientras me cuentan historias sobre sus antepasados y yo les cuento sobre mi viaje. El trato que recibo es completamente diferente al resto de la India, y me da la sensación de estar en algún lugar de África.

La niebla poco a poco se apodera de la noche y escucho como las gotas de agua empiezan a caer de las hojas de los cocoteros.

Finalmente, me acompañan a la iglesia donde monto la tienda alumbrado por una lámpara de queroseno.

Al día siguiente me levanto tranquilamente, sin curiosos que me griten para que salga fuera de mi tienda. ¡Es tranquilidad!.

Abro la puerta de la iglesia, y al poco tiempo las mismas personas con las que pasé la tarde anterior me esperan para desayunar.

Nos sentamos alrededor de  la hoguera, mientras olisquea el suelo del patio el cerdo que llevan criando meses para sacrificarlo en Navidad.

Llega el momento de despedirse y el padre de familia me coge del codo mientras me da un fuerte apretón de manos, y me dice en inglés.

– ¡Merry Christmas!

Toda su familia y vecinos se despiden de mí.

Mientras bajo ya sobre la bicicleta por el camino de tierra que lleva a la carretera. Miro hacia atrás para despedirme una vez mas, y allí están, todos agitando sus manos  y deseándome buen viaje.

Y la niebla de nuevo estaba ahí…

Yo no os deseo feliz Navidad, pero si felicidad los 12 meses del año. !!Feliz 365 días al año!!!!

Quién dijo: ¿aburrido?

Quién dijo: ¿aburrido?

Me levanto y la bici ya esta en pie esperándome…

…voy a un lujoso baño…

…y me preparo para empezar un nuevo día sobre la bicicleta. Saliendo del hostal saludo al señor de la tienda de ropa, a tres vecinos y a un “dios”…

Las carreteras son tranquilas…

…y aburridas…

…y al atardecer encuentro un lugar sin nadie a la vista donde acampar…

Al día siguiente, paro a desayunar a 10 Km. de donde había acampado y el hombre del “chai” ya me conocía.

Me paran para hacerme fotos.

– ¿De dónde eres? Me preguntan.

– De España, les respondo.

Y como muchos no saben de fútbol no me sitúan. Excepto varias personas que saben del pulpo Paul, gracias al que ganamos el mundial.

– ¿Estás casado?. ¿Cómo se llama tu padre?. ¿Cuál es tu negocio?. ¿Me puedes firmar un autógrafo?

– ¿Te puedo hacer una foto?…

Una muchedumbre me rodea mientras me tomo un té. Mi bicicleta esta escondida por decenas de curiosos y la pierdo de vista…

…aprietan las manetas de los frenos, cambian de marchas, toquetean el GPS, dan unos toques al cuadro a ver como suena y se aseguran que las ruedas están hinchadas.

– ¿Qué velocidad alcanza la bici?

– ¿Cómo te llamas?

– Javier, les respondo.

Entre la muchedumbre tan solo entiendo como unos a otros se dicen mi nombre, hasta que Javier se convierte en Kabir.

Los niños más pequeños, que suelen ser una minoría, no tienen derecho a  estar ahí y los mayores les dicen que me dejen tranquilo.

Muchas de las personas me miran fijamente sin parpadear, hasta que les saludo y me sonríen mientras mueven la cebeza de un lado a otro.

Si es que no hay en el mundo un lugar más increíble que la India.

Hasta luego Himalaya

Hasta luego Himalaya

Subes una montaña, bajas hacia un río, cruzas un puente  y de nuevo a subir otra montaña por terroríficos caminos…

…solitarias carreteras…

… interminables cuestas…

…hasta bajar a otro río y repetir la misma historia.

Así día tras día, hasta que una parte del cuadro de la bici dijo basta y se partió la patilla que sujeta los cambios traseros.

Pasaron  más de 4 horas esperando en la cuneta de una vieja carretera hasta que pasó un vehículo y pude montar mi bicicleta hasta el pueblo más cercano,  donde me avisaron de que en Sikkim me iba a ser imposible soldar aluminio. ¡Perfecto!

Me dicen que el lugar mas cercano es Siliguri, en la India auténtica, a tan solo 150km de distancia, fuera del Himalaya y sumergida en el auténtico caos de la India. Un mundo aparte.

Rodeado de ruido y contaminación, pero alegre de estar en la increíble India, con su gente…

…tráfico…

…rickshaws…

…y por supuesto, miseria…

Hoy, sin saber a donde ir, tan solo sé que necesito una nueva patilla para la lisiada de mi bicicleta, ya que en vez de soldarla me la han fundido y ahora es irremediable.

Mientras tanto a sobrevivir sin poder cambiar de marchas, así que mejor coger caminos llanos y desgraciadamente olvidarme del Himalaya por un tiempo.

El camino ya lo decidiré mañana. Al fin y al cabo no es el destino lo que me importa, sino el camino.