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Los pokot y los turkana

Los pokot y los turkana

Salí de Nairobi con la pereza que te da el dejar atrás el confort y las comodidades que te ha ofrecido el paso de unos pocos días  en una ciudad, aunque una vez sobre la bicicleta rumbo a zonas desconocidas y ya sentado sobre el sillín,  la pereza se esfuma tan rápido como el olor a ropa limpia….

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Me dirigía hacia el  oeste de Kenia para entrar desde allí a Uganda, pero  antes no quería dejar de visitar una de las regiones más remotas, pobres y temidas de toda África: los distritos de Baringo y de Pokot oeste en la  provincia del valle del  Rift.

El norte de Kenia y las tribus que habitan esas tierras son conocidos no solo por sus terrenos abruptos y hostiles, sino por los asaltos que sufren muy a menudo los forasteros.

Dos de esas tribus que habitan la región son los pokot y los turkana que han estado, y siguen,  enfrentadas desde tiempos inmemoriales por culpa del ganado; son pueblos pastores que creen que son los elegidos por sus respectivos dioses para guardar, guiar y apacentar todo el ganado que hay sobre la faz de la tierra; ellos son los nombrados por sus deidades para su protección y por tanto creen que todo ganado que no esté en sus manos y bajo su control  es porque en algún momento del pasado les fue robado, y esto se convierte en un problema serio cuando varias tribus piensan lo mismo.

No hace muchos años los contendientes utilizaban arcos y lanzas para dirimir sus diferencias, ahora cuando se produce alguna escaramuza para arrebatar el ganado que la “orden divina” les ha encomendado, ahora “los pastores” constatan que son más eficaces los afamados fusiles de asalto AK-47  popularmente conocidos como Kaláshnikov. Y en muchas ocasiones es la sangre, en vez de la lluvia, la que empapa la tierra.

Una amiga de Nairobi que me había proporcionado alojamiento me puso en contacto con un antiguo compañero suyo de trabajo que nació y reside en la zona, y mejor que nadie podría ponerme al día de la situación sin los añadidos de los consabidos tópicos y  con una información veraz en relación con la situación actual.

Aquellos que nunca habían estado y su información provenía de otras personas me aconsejaban tajantemente que no visitara esa región, pero mi fuente más fiable me decía que no tendría ningún tipo de problema mas que el calor infernal que flagela el valle del Rift.

Abandonaba por fin la carretera nacional y ahora me dirigía hacia el norte por una camino con un asfalto tan nuevo que podía oler el alquitrán y a lo largo de todo el día no fueron más que un par de vehículos los que se cruzaron conmigo, y estos eran los autobuses escolares que llevaban a los niños desde sus lejanas aldeas al único colegio de la comarca.

Y en la orilla de la carretera pude comprar la mejor gasolina para un ciclista: “miel

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En esta carretera me crucé de nuevo con la línea del Ecuador, y aunque mi destino final en el continente estaba bien al sur, me volvía a encontrar en el norte, y de nuevo, la Estrella Polar me daba las buenas noches.

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Este territorio a pesar de estar cerca del ecuador y ser una zona en las que las precipitaciones son abundantes a lo largo del año, el paisaje que se descubría ante mí era completamente árido. Pasados unos días, James, un geólogo eritreo que reside en Kenia desde hace mas de 20 años me ofreció ayuda y cobijo y el calor de una familia…

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…ademas  me explicó que el calor es tan fuerte que gran parte de la lluvia no llega a filtrarse y se evapora en un santiamén, privando así a estas tierras yermas y pobres del bien más preciado: el agua.

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Una región abandonada de la mano de dios y sus habitantes de su gobierno lo que obliga a los pobladores de estas tierras a buscar en los lechos de los ríos el agua que ha logrado filtrarse, pero al igual que esos autobuses que llevan a los niños a los colegios, podía ver una infraestructura todavía por estrenar y que algún día conducirá el agua a los moradores de este territorio.

Pero hasta que llegue ese momento sigue siendo una de las regiones más azotadas por las sequías en África…

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Esto y otros muchos detalles hacían de Kenia un país diferente a los que me había encontrado. Podía palpar esos pequeños detalles que intentaban mejorar la vida de sus ciudadanos.

Una noche como cualquier otra paré a buscar agua y un lugar donde montar la tienda. Una señora mayor, Marie, se acercó a mí y cuando descubrió que viajaba solo temió por mi seguridad y me invitó a pasar la noche en su casa, este hecho llamó mi atención ya que este tipo de invitación suele hacerla siempre el hombre de la casa.

Marie, animada, sonriente y emanando una alegría excepcional, me reveló en medio de la conversación que su marido había fallecido hacia unos años y que ella sola había tenido que sacar su familia adelante.

Los pocos  ahorros que le dejó su marido los invirtió en ganado, y que ahora produce productos lácteos que vende en la capital.

Una mujer viuda emprendedora no es lo más habitual en un continente tan machista, y esto no ha sido más que el resultado de tanto empeño puesto en la educación como pilar del progreso y desarrollo, y en eso Kenia es lo que ha marcado la diferencia con respecto a otros países africanos.

Como la mayoría de personas que me dan cobijo acaban encariñándose con este viajero que os escribe, al igual que yo de mi nueva madre africana adoptiva.

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Estaba ya muy cerca de la línea que marcaba la entrada en territorio hostil, la tierra de los pokot y Marie no quería que me fuera.

– Tú que vas en bici a lo mejor no tendrás problema. Si fueras en vaca sería diferente. Anda con cuidado hijo mío y no dejes de darnos noticias siempre que puedas- .Fueron sus palabras de despedida.

Meses más tarde, sigo en contacto con esta familia que en una sola noche me demostró que me querían casi como a un hijo.

Más al norte el paisaje se presentaba más yermo …

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… y la apariencia de los pueblos que habitan estas tierras se volvió mucho más propicia y auténtica para hacer fotografías…

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… más africana como diría una persona que nunca ha puesto un pie en este continente, que al igual que para un americano que solo conoce España a través de los panfletos turísticos se imagina al hombre español vestido con trajes goyescos y a la mujer con trajes de flamenca cargado de faralaes.

Y los caminos hasta estas tierras se complicaban cuanto más al norte…

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Y los pokot, temida tribu donde las haya, visten medio desnudos y con plumas en la cabeza.

Tuve la mala suerte de pinchar en el primer pueblo Pokot, y tanta información negativa me causaba cierto respeto. Los veía ahí con taparrabos, con plumas en la cabeza, sin hablar, mirándome fijamente mientras cambiaba la rueda, que llegué a pensar que en cualquier momento me irían a clavar una flecha.

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Y lo mismo que no todos los españoles ni vamos a caballo ni bailamos sevillanas, muchos pokot visten pantalones y camisetas, especialmente de equipos de fútbol.

Hablando un perfecto inglés el peluquero de la aldea  se acercó a ayudarme mientras yo esperaba a que se secase el parche de la rueda y me trajo agua y jabón para que me lavara las manos.

Me comentó que hacia años esa era una zona muy peligrosa para los forasteros, pero que poco a poco, con la llegada de inversión y progreso la zona había experimentado un cambio enorme.

La policia que me encontré en el camino tan solo me avisó de los peligros a los que podría enfrentarme pero no me desaconsejó en ningún momento seguir…

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El miedo se diluía a la vez que me adentraba en territorio Pokot, ya que uno de los principales pilares que motiva los miedos es lo desconocido.

Y a la hora de acampar con toda la información que tenía, mejor buscar un lugar bien escondido…

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Nairobi

Nairobi

Me encontré esa estampa tan típica de las películas donde al atardecer tras una acacia o un baobab se pone ese majestuoso y rojo sol  en el horizonte…

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Grandes y áridas llanuras donde con el paso de los días las sombras eran escasas y a la hora de la siesta no podía dejar escapar cualquier oportunidad…

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…y los pocos arboles que había servían para colgar la bolsa de agua y regalarme una ducha a la hora de acampar…

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En lugares diferentes pero  siempre bajo el mismo techo…

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Me adentraba en tierra de los Masaai y éstos aparecían de vez en cuando  junto a su ganado…

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Días más tarde me volví a encontrar con Charly Sinewan a los pies del Kilimanjaro y desde allí haríamos nuestro ultimo día juntos hasta la frontera con Kenya, donde nos tocaría despedirnos…

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Después de transitar por senderos y carreteras tranquilas encontré finalmente y desgraciadamente  la carretera principal del país que une la ciudad portuaria de Mombasa con Nairobi.

Mucho tráfico y conductores temerarios a los que parecía  importarles muy poco la vida de los demás, especialmente la de este ciclista.

Con mi caballo de hierro  tuve que saltar fuera de la carretera  en más de una ocasión para evitar que algún conductor me llevara por delante al invadir mi carril en un adelantamiento, pero aun así, llegué feliz y pletórico a Nairobi.

En este video de Charly Sinewan podeis verlo sobre una moto.Imaginaros entonces con una bici…

 

Coincidió mi llegada con la de Barak Obama y la ciudad prometía ser un auténtico caos. Las extremas medidas de seguridad que se habían puesto en marcha para la visita del presidente americano colapsaron completamente la ciudad, y tuve miedo en volver a ser confundido  con un terrorista ya que la amenaza más importante venía de los islamistas de la vecina Somalia, pero no fue así y me encontré con una ciudad civilizada y una policía fácil y amable.

La ciudad más allá de los suburbios tiene poco encanto y vida africana, donde la vida de esta ciudad se centra en algunos de los muchos centros comerciales donde pude disfrutar de los aires acondicionados y estanterías llenas de diferentes productos en los supermercados.

En las calles se veían infinidad de carteles dirigidos a Obama: “Bienvenido a casa” y cada movimiento de su visita fue televisada.

El último día vi a varias personas hipnotizadas mirando una televisión donde la imagen del Air Force One iba desapareciendo  en el cielo a al despegar hacia su siguiente parad, Etiopía.

Los   miraban con pena como su hijo predilecto volvía a abandonar su tierra.

En otro momento vi el emotivo y bonito discurso que dio Obama en la Universidad de Nairobi, y reconozco, que acabó cayéndome mejor este gran predicador.

Un discurso muy critico pero muy motivador, donde puso énfasis en acabar con la corrupción, la igualdad de la mujer y el desarrollo.

Noté una gran diferencia con el resto de países y vi en sus ciudadanos grandes ganas  por mejorar, por crecer, por aprender, por desarrollarse.

Vi , por primera vez, esperanza en este continente que parece haber sido el resultado del empeño que se ha puesto en la educación.

“No podemos echar la culpa toda la vida a la colonización”-me dijo un estudiante.

Y después de unos días de comodidades y despedirme de Charly continué hacia el este, dirección Uganda.

 

 

Por fin Charly Sinewan

Por fin Charly Sinewan

Hacía  tiempo que le venía siguiendo la pista a Charly Sinewan.

Los dos viajábamos por África.Los dos sobre dos ruedas.El en moto y yo en bicicleta,y a pesar de eso ,parecía que a la misma velocidad.

Tenía muchas ganas de conocer a esa persona que a pesar de moverse  en un vehículo motorizado viajaba sin fechas,sin prisas y sin metas.

Las ultimas noticias que tenía de él era que se encontraba en un carguero de camino a Tanzania  en algún lugar del océano indico entre Madagascar y el África continental.Tuve la grandísima suerte de aparecer en Dar es Salaam al mismo tiempo que el.

Dios los cría y ellos se juntan.

No nos conocíamos personalmente pero no fue difícil reconocerlo en el puerto cuando  entre una gran multitud apareció  con su inseparable BMW.

De  todos los videos y fotos que ya había visto de él era como si  le hubiera conocido con anterioridad en persona.

Aun más cuando al saludarnos nos dimos un abrazo de esos que le das a un amigo de toda la vida al volver a verlo después de mucho tiempo.

Fuese como fuese queriamos viajar juntos por un tiempo,y los siguientes sobre un mapa dibujamos y  planeamos la ruta.

Nuestro primer destino era bastante llamativo: Tanga.

Yo saldría unos días antes y el me alcanzaría días más tarde,así partiendo la ruta en diferentes etapas.

Lo bueno de viajar con una persona como Charly no es solo compartir ruta con una de las mejores personas que te puede regalar el camino, sino que al final del día te llevas de recuerdo un precioso reportaje.

Nada mejor que veáis el video para que me deis la razón, y suscribiros a su canal de Youtube que bien merece la pena…

 

 

 

 

 

 

 

 

El retorno del ciclista yihadista

El retorno del ciclista yihadista

Dejé atrás las tierras altas de Tanzania y los pequeños senderos por los que transitaba…

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…a la vez que el aire fresco y limpio tan deseado de las alturas. Demasiado frío para lo que estaba acostumbrado este viajero, pero aun así lo agradecía.

Comencé a bajar el pequeño puerto que me llevaba a un esplendoroso valle, el paisaje que  tenía delante era magnífico….

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El sendero, a medida que bajaba, se ensanchaba y se me hacía más fácil pedalear sin tener que estar ya  pendiente del pedregal ni de las terribles cuestas. Después de tanto rompepiernas disfrutaba por fin de una larga y merecida bajada.

Una vez  abajo, el camino trasncurría a los pies de los acantilados que marcaban el comienzo del valle…

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En esos acantilados aparecían tímidas algunas  cascadas, s que alimentan de agua las zonas inundables y los campos de arroz del valle.

Ahora, las tierras volvían a ser extremadamente fértiles…

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…y la gente volvía a tener cosechas más allá que maíz.

Volvían a aparecer aldeas llenas de vida. En una de esas aldeas conocí a Chuck Norris.

Como en mucho lugares del mundo, los padres llaman a sus hijos rememorando algún hecho histórico del año del nacimiento. Hacía 20 años puede ser que llegara la televisión a esta aldea, y por aquel entonces Chuck Norris era la persona que más llamó la atención de sus padres y por ello que decidieron bautizar con ese nombre a sus hijo…

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Sin darme cuenta, el camino me condujo a un maizal protegido con una cerca de estacas bajas que parecía haber sido puesto allí por los paisanos para proteger el maíz de los “habitantes”  herbívoros de la zona, entre ellos los elefantes.

En medio del maizal vi unas instalaciones precarias y destartaladas y  un grupo de soldados en medio de un claro. Era una base militar del ejército tanzano donde para  seguir avanzando un soldado hubo de levantar un palo que hacía de barrera de seguridad.

El soldado que hacía de guardia me permitió el paso pero pocos metros más adelante otro soldado, aparentemente de rango más alto, pegó unos gritos mostrando su disconformidad y desaprobando la actitud del centinela y ahora, esta vez si, me dieron el alto y me obligaron a pararme.

Otros soldados que estaban por allí cerca, viendo pasar las horas, dejaron de hacer aquello que no hacían y se unieron como refuerzos.

Me pidieron la documentación y noté sospechas hacia mi persona.

El sol por esas latitudes calentaba más fuerte y  al estar parado y sin la presencia de siquiera una leve brisa parecía que me fría la cabeza. Las gotas de sudor comenzaban a empapar todo mi cuerpo.

Mi pasaporte pasaba de unas manos a otras cuando noté como un soldado parecía haber encontrado la prueba definitiva que fundaban todas sus sospechas.

En una de las páginas estaba mi visado de Mauritania y  mostraba mi foto con la cabeza afeitada  y una barba larga. Además, el visado estaba en grafía árabe.

Recuerdo llevar esa  apariencia  de talibán a petición de Natalia (por aquel entonces mi pareja)y ante sus miedos de cruzar un país de tan mala fama, decía que prefería causar la impresión de que yo fuera un tipo más duro y peligroso. y con el pelo largo yo tenía cara de buena gente.

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– ¿Y esto qué? ?¿Por qué está en árabe?

– Porque es el visado de Mauritania.

-¿Pero, eres árabe?

-¡No!.

-¿Entonces por qué está en árabe?

-Le muestro entonces el visado de Tanzania que está escrito en swahili y le digo que yo no soy swahili.

– Es verdad. Tienes razón. ¿Nos puedes mostrar lo que llevas en la bici?,  me dice serio el oficial, mientras sin soltar el pasaporte me vuelve a preguntar si soy árabe.

-Soy español, católico, católico apostólico romano- y le muestro la carta del obispo, la cual no le hizo mucha gracia que fuera sellada y escrita en Nigeria.

Me ordenaron abrir cada una de mis alforjas y enseñar todo su contenido. Una por una fui vaciando todas las alforjas e incluso tuve que vaciar mi neceser.

Continuaron con el registro, puntillosos en extremo, pero sin acercarse demasiado, y me iban preguntando qué es esto y lo otro, entre curiosidad y sospechas.Lo que más impresionó fue sin duda el hornillo de gasolina.

Desde que empecé a viajar era la primera vez que me registraban tan minuciosamente, más incluso que en Nigeria cuando fui confundido con un infiltrado de Boko Haram, o en Turkmenistán cuando echaron a un perro policia sobre mi bicicleta y que acabó agujereando de una mordida mi preciado saco de plumas.

Ahora sospechaban, que era de Al-shabaab, el grupo islamista somalí.

A pesar que la mayoría de acciones del grupo terrorista al Shabaab se han producido en sus países vecinos del norte, compruebo que al igual que en Nigeria,   viven con  miedo a lo desconocido, y que las alarmantes noticias sobre europeos alistándose en las filas del Estado Islámico no ayuda nada.

A pesar de mis intentos de explicar que mi país no era vecino ni de Irak ni de Somalia,y que el Estado Islámico no controlaba ningún barrio de mi país lo que más ayudo fue mencionar a alguno de los jugadores de la selección española, relacionando el parecido de mi color de piel con algunos jugadores como Fabregas, y no con el de Bin Laden.

 

 

Mamá en África

Mamá en África

Uno de los mayores inconvenientes en un viaje así es el pasar tanto tiempo lejos de las personas que más quieres: La familia.

Son años los que, lejos de aquellas personas con las que has compartido media vida, sigues creciendo y viviendo sin poder compartirlo con ellos.

Me siento muy afortunado de haber  nacido en una familia en la siempre he recibido amor incondicional, y es gracias a ellos, y  todo el apoyo y ánimo que siempre he recibido, que  hacen posible que pueda seguir adelante. Estamos muy lejos pero a la vez los siento muy cerca.

Dentro de todas esas personas hay una muy especial y pilar principal en mi vida: Mi madre.

Una madre por su hijo iría a cualquier lugar del mundo para visitarle. Quiso venir a verme con cada malaria, con cada tifus, en la espera en Nigeria, en cada momento que se pensaba que su hijo lo estaba pasando mal, aunque no fuera así.

Recibir a mi  madre en cualquiera de esos lugares no hubiera ayudado, sino todo lo contrario, pero con Tanzania y Zanzibar a la vuelta de la esquina no podíamos tener mejor excusa para volver a vernos.

Tenía por delante poco más de 800 Km. hasta en lugar de encuentro, de los cuales más de la mitad pude hacerlos por caminos y pistas de tierra sin apenas tráfico…

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…pero que  desgraciadamente días mas tarde tuve que volver a encontrarme con la infernal carretera principal.

Al cruzar un parque natural un cartel me daba la bienvenida a la vez que me avisaba de la presencia de animales salvajes…

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Alejado un poco del arcén vigilaba con atención las altas hierbas que bordeaban la carretera, no fuera que algun oportunista felino saltara a por un tipo montado en bicicleta.

Los herbívoros salían despavoridos por mi presencia. Me sentía como un león.

Paré a hacer una foto a una jirafa que me observaba curiosa.

Detrás de mi noté el ruido de la hierba con el movimiento de algún animal.

Me giré y me encontré con varios elefantes ocultos entre la maleza, y uno de ellos se dirigía corriendo y barritando hacia mí con las orejas abiertas en señal de amenaza, mientras me enseñaba los colmillos…

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Hice una foto con el pulso tembloroso y salí tan rápido como te lo permite una bicicleta que pesa 75 Kg.

Las siguientes horas atravesando el parque transcurrieron entre risas y felicidad.

Era la primera vez que tenía  en frente a un animal tan majestuoso.

Ya estaba más cerca de encontrarme con mi madre, y los 10 días que pasamos juntos volaron rápidamente.

Fue curioso, e incluso gracioso, compartir África con ella. Estaba más impresionada y feliz de ver a su hijo que encontrarse con leones o elefantes, o experimentar ese caos vivo que define gran parte del continente. Y verla allí, aquí, en África, me parecía surrealista y estaba feliz que pudiera ver lo admirable y maravilloso que era el continente por el que había viajado su hijo, lejos de los prejuicios que se tienen antes de pisar esta tierra.

Cuando era pequeño lo más lejos que íbamos de viaje era a su pueblecito Valdealcón, en León, o al pueblo de mi padre Cedeira, en Galicia.

Ahora, y con la excusa de ir a ver a su hijo, ya hemos visto juntos Vietnam,Turquía, Marruecos y Tanzania.

Porque al final esto de tener un hijo nómada va a ser algo bueno y no solo porque ver  un hijo feliz es lo que más quiere ver una madre.

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De vuelta al ruedo

De vuelta al ruedo

Esos dos maravillosos meses varado en la orilla del lago se esfumaron en el mismísimo instante en el que volvía a encontrarme sobre la bicicleta pedaleando puerto arriba seguido por dos perros que en ese tiempo me habían aceptado como su dueño y decidieron seguirme por más de 15 kilómetros.

Volvía a sentir la necesidad de estar en movimiento, de seguir conociendo y buscando ,  de mover mi hogar día tras día.De aprender, conocer y compartir.De viajar.

Tardé poco en volver a apreciar de la calidez y hospitalidad de la mayoría de las gentes que habitan África, cuando al caer la noche y bajo una incomoda pero refrescante lluvia un hombre me invitó a pasar la noche en su muy humilde hogar.Un pequeño cubículo de hormigón y techos de zinc con tan solo dos cuartos, el de los padres y el salón que hacia de cuarto para los hijos.No tenían nada pero me ofrecieron todo…

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Esa noche tuve que compartir cama con el hijo mayor.Fue una situación un tanto incomoda para una persona que acostumbra a pasar noches y días en solitario, más si el compañero de cama es un negro de casi dos metros de altura.

El lago pasaba lentamente a mi derecha, con las montañas Livingstone del lado tanzano…

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Su color azul invitaba a bañarse pero el asfalto hacia el norte parecía susurrarme que no parara.

Me encontraba fuerte mentalmente como físicamente, a pesar de haber castigado un poco al hígado con ron y cerveza las ultimas semanas, y desgraciadamente si noté que había perdido mi tan trabajada resistencia al sillín.

Me dirigía hacia Tanzania, el que sería mi primer país de  África del este, y en algunos tramos se me unían los paisanos que viajaban en mi misma dirección haciendo un agradable y social pelotón.

Volvía, con el paso de los días, a encontrarme con la rutina de avanzar lentamente sobre el mapa, de vivir sobre la bicicleta,de saludar a todo aquel que me cruzara por el camino ,de buscar un sitio donde acampar,  y por las noches,bajo las estrellas, volvía a sentirme en casa…

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Después del parón en el Lago Malawi , aires frescos corrían por mi mente y volvía a apreciar aquellas cosas a las que me había acostumbrado y dejado de apreciar, como los típicos paisajes de aldeas tropicales africanas…

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Abandoné tan rápido como pude la comodidad del asfalto y sin darme cuenta volvía a estar perdido por caminos de tierra…

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…entre aldeas…

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…y como en toda África,niños por todos lados…

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Quería llegar a la costa sin hacer kilómetros por la terrible carretera atestada de camiones proveniente de varios rincones del continente,incluidas las minas de cobre del Congo, hacia el importante puerto de Dar es Salaam.

Me perdí por plantaciones….

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….en bosques sin salida…

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….montañas…

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….donde los aldeanos se preguntaban ,¿que hace este tipo y aquí?…

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…y disfrutaba de la increíble  hospitalidad de los tanzanos, donde cada saludo era un “karibu”, – bienvenido.

Me habían hablado mal de este país, y me encontré justamente  con todo lo contrario.Al preguntar en las aldeas o casas en mitad del campo por un lugar donde montar la tienda, siempre me ofrecían un humilde cuarto donde pasar la noche protegido del frío de estas tierras altas por las que estaba atravesando el país.

Era la primera vez que por el idioma nos era imposible entendernos.El el resto de países de África la lengua colonial , y ahora oficial,suele ser hablado por la mayoría de la gente, mientras que en Tanzania raro era quién hablara inglés.

A diferencia también de otros países ,no son decenas o cientos de lenguas las que se hablan en todo el país, sino una sola, el swahili, lo que me motivaba para esforzarme y aprender un idioma que no dejara de hablarse en la siguiente aldea.

Y sin poder entendernos nos entendíamos perfectamente,gracias a la calidez y hospitalidad de los tanzanos no se me hizo nada duro volver a viajar solo, ya que al final y al cabo,no viajo solo…

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Estaba feliz.Me volvía a sentir pleno, más aun sabiendo que en apenas unas semanas volvería  a ver a mi madre, que  desde hace años guarda la buena costumbre de ir a visitar a su hijo coincidiendo con algún lugar apto para una persona que no esta acostumbrada a viajar, y en vez del Congo o Nigeria ,tuvimos la suerte de tener a la vuelta de la esquina a Zanzibar.

Merecido destino

Merecido destino

Ciertos destinos se presentan como un merecido descanso,y si  el camino hasta él esta lleno de obstáculos y dificultades hace que la satisfacción y felicidad al llegar  se multiplique, y pasar una temporada de reposo y holganza esta siempre más que justificada.

A lo largo de estos años  han sido pocos estos destinos donde por una pequeña temporada la bicicleta ha estado apartada de mi vida diaria.

Mi primer gran merecido destino fue Kathmandú.Después de varios solitarios meses  en la meseta tibetana soñaba con alcanzar la capital de Nepal donde poder descansar, socializarme y esperar a mi nueva tienda de campaña ya que la anterior pasó a mejor vida en una tormenta de nieve en el ultimo gran puerto del Himalaya.

Aparqué la bici unas semanas y me fui a caminar por el Himalaya, no sin antes disfrutar de la vida de una de las capitales más agradables en las que jamás he estado.

El siguiente merecido destino fue Calcuta. No fueron físicos los obstáculos  que me encontré para llegar a esta famosa ciudad al este de la India.Las enormes trabas burocráticas que me encontré para poder salir de Bangladesh,y anteriormente para entrar,hizo que por un tiempo me pareciera imposible alcanzar esta ciudad al otro lado de la frontera. Estaba en un callejón sin salida que todavía sigo sin creerme como conseguí salir de allí.

En Calcuta no solo me encontré  con una ciudad vibrante donde esperar a la nueva bicicleta que Orbea me había enviado.Gracias a la espera debido al desastroso ritmo al que trabajan en aduanas , el amor se cruzó  en mi camino al conocer a Natalia,la que sería  mi compañera de viaje y de vida por los siguientes más de dos años.

El siguiente tan deseado destino fue Madrid , donde tardé en llegar tres años desde que comencé en Indonesia. Dormiría en la que fue mi casa durante tantos años y pude disfrutar de familia y amigos antes de volver aponer rumbo hacia el sur , una vez que pasaran los meses más calurosos para cruzar el desierto del Sáhara.

A medida que pasaban los años estos merecidos destinos estaban más distanciados  unos del otro, pero al encontrarme en África con tantas dificultades(fronteras cerradas por el ébola,visados caducados,pasaporte sin páginas,malaria,fiebre tifoidea,anemia,etc…) alcanzar un lugar tranquilo y fácil donde recuperarme de tanta calamidad se presentaba como un sueño.

Y con el lago Malawi a la vuelta de la esquina se convirtía el candidato  ideal donde dejar que le salieran telarañas a la bicicleta.

Y así fue.

Todavía tomando  el tratamiento para la fiebre tifoidea llegué al lago Malawi…

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….y casi sin darme cuenta pasé dos maravillosos meses en este increíble lugar donde pude,por un tiempo justo, disfrutar de una rutina, amigos y un hogar…

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Cuando se alinean los astros

Cuando se alinean los astros

Llegaba sin fuerzas a Lusaka. Literalmente estaba “hecho mierda”.

Los días que pasé en la capital los dediqué a descansar y a visitar el hospital público donde, de maravilla, me hicieron todo tipo de pruebas para confirmar mi recuperación de la malaria.Una experiencia completamente diferente a mi ultima visita a un hospital en Ghana.

Me faltaba energía e incluso con el descanso de varios días no noté ningún tipo de mejoría, que lo asociaba a la anemia que me había dejado la malaria.

Decidí poner rumbo hacia el este, a Malawi,sin prisa, hasta que en el tercer día de ruta mi cuerpo pareció decir basta.

Tuve que tumbarme a un lado de la carretera antes de caer redondo en el suelo.Fiebre,flojera incluso la vista nublada.Podría ser el sol, la anemia,la maldita recuperación de la malaria,etc. Pero los síntomas  ,ya muy familiares, hacían que me temiera lo peor.

Era muy poco el tráfico que circulaba por la destartalada carretera pero a mi primer intento un camión paró.Se dirigía hacia Chipata, la ciudad más grande del este de Zambia, y muy amablemente me ayudó a subir la bicicleta en el remolque.

Llegamos a Chipata entrada a noche y muy cerca de una gasolinera monté la tienda.A la mañana siguiente ya buscaría un lugar mejor donde alojarme.

En el hospital público me llevé una gran sorpresa.Al igual que con las pruebas en Lusaka en ningún momento me pidieron documentación y las visitas medicas y pruebas fueron sin coste alguno, al igual que la medicación.

Me trató una medico ucraniana, y quedé maravillado con la sanidad publica de uno de los  países más pobres del mundo.

Desgraciadamente mis sospechas eran ciertas.Tenía de nuevo la fiebre tifoidea.

En un abrir y cerrar de ojos estaba tomando la medicación.

Descansé los primeros cinco días de tratamiento en un pequeño camping pero veía ya tan cerca el lago Malawi que no pude resistirme a poner rumbo  hacia uno de los sitios que más me han enamorado en todos estos años viajando.Allí ya podría descansar el tiempo necesario, en un entorno insuperable.Soñaba con ese momento.

Al quinto día de empezar el tratamiento las fuerzas parecieron volver,al igual que  los astros parecían querer alinearse para facilitarme el camino con un fuerte viento  a favor.

Me encontraba mucho mejor y por ello estaba lleno de felicidad.Cantaba en alto por el solitario camino y saludaba a mi paso a todas las personas con entusiasmo.

Me sentía de nuevo pleno y feliz y después de tanto tiempo veía la luz al final del tunel.

No solo eso, paré en una pequeña aldea a rellenar mi botella de agua en un pozo cuando un paisano se acercó para preguntarme si había visto a “mi amiga”

¿Que amiga?-le pregunté sorprendido.

Muchas veces la gente piensa que todos los blancos nos conocemos y somos amigos.

En esa pequeña aldea vivía una voluntaria americana que quedó sorprendida al verme pasar en bicicleta por su remota aldea aunque más sorprendido quedé yo cuando la vi aparecer.

Había hecho tan solo 20km.Los suficientes como para dar el día por terminado.

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Un pequeño viaje en el tiempo

Un pequeño viaje en el tiempo

Me despedí de Sheila y Sylvia con mucha pena pero con la certeza de que algún día volvería a verlas.

Unas mujeres excepcionales con las que tuve la suerte de cruzarme en el camino, y de las que aprendí una gran lección.

Dejar un mundo mejor a nuestras futuras generaciones es solo cuestión de voluntad.

Seguía encontrandome muy flojo por la malaria que me había traído puesta desde el Congo aunque gracias a la medicación y los cuidados de mis dos nuevas madres noté rápidamente la mejoría.

Hice cálculos y esa picadura de mosquito debió de ser en aquella fatídica noche en el tren bala del Congo, ya que fue la única  que no dormí bajo una mosquitera.

Desde que empecé a viajar esta era mi cuarta malaria, y cada una de ellas la había recibido con menos alegría y más frustración que la anterior.

El camino que tenía por delante hasta la capital, Lusaka, se presentaba tan fácil como aburrido.Una carretera en perfecto estado, no mucho tráfico y etapas bastante llanas.Perfecto para recuperarse poco a poco sin forzar mucho a la vez que a lo largo del camino me fue fácil encontrar abundante comida y frutas.
Con el paso de los días no notaba físicamente  una clara mejoría ,sino todo lo contrario,y eso me tenía preocupado.En cuanto llegara a la capital iría directo al hospital a hacerme pruebas, pero hasta entonces quería saborear un camino tan fácil y sencillo.
Una tarde mientras descansaba en un pequeño merendero , vi a una familia con rasgos asiáticos.Intuía que podían ser de algún país de Asia central.

Me acerqué a saludar.

-¡Hola!¿Qué tal? ¿Os puedo preguntar de donde sois?

-Si, claro,de Tayikistán.

-¿Y de dónde?

-Es un país en mitad de Asia…

-Si, si, lo conozco perfectamente. Estuve allí hace un par de años.

-¡¿En serio?!

Se les iluminaron  los ojos mientras le comentaba mi experiencia en su país.

-No es porque seáis de allí, pero es de mis países favoritos, y su gente, la más hospitalaria que he conocido nunca,- dije  en tono de agradecimiento.

Al escuchar estas palabras se les llenó la cara de felicidad y de orgullo, pues para el pueblo tayiko no hay mayor virtud que saber tratar a los invitados.

Hay un dicho en Tayikistán que reza:”Mehmon otangdan ulug”,y viene a significar algo así como, “al invitado hay que respetarlo más que a un padre”

Eran el Dr.Dilshood , su mujer y su hija.

Me invitaron a quedarme en su casa cuando pasara por  Kitwe, a tan solo un día de distancia.

Durante y después de la caída de la Unión Soviética, los países alineados socialistas continuaron colaborando en sanidad o  educación, y por ello que no sea raro encontrarse médicos cubanos o en este caso, Tayiko,de las antiguas repúblicas soviéticas.

Para darme más ánimos y fuerza hasta llegar a su casa ,después de haber rechazado la invitación de ir en coche con ellos,me dijeron que me esperarían al día siguiente con un plato de “plov”,el típico plato tayiko y uzbeko, muy parecido a la paella pero con carne.Delicioso.Más aun si lo comparamos con las inexistentes delicatessen africanas.

Al llegar a su humilde pero acogedora casa dejé la bicicleta dentro del salón  y nos montamos en el coche.Al igual que en toda Asia central no era  excepción su pasión por llevar las lunas tintadas.Se lo comenté y se rió.

Me llevaron a un supermercado para que escogiera lo que quisiera y a pesar de negarme tuve que terminar cogiendo algo.

Me asombraba estar en un supermercado donde había todo tipo de comida, y el aire acondicionado me trasladaba a otra región del mundo.Venía de estar en países donde tener electricidad era algo inimaginable, y ahora era algo normal.

El Dr.Dilshood Insistía que tenía que cuidar mi salud y la fruta era lo mejor para eso.Cogió una caja de melocotones.

Con la comida sobre un mantelito de dibujos de frutas cenamos todos sentados en el suelo. Terminamos  la noche bebiendo te mientras charlábamos.Con ella ,desgraciadamente, no pude hablar nada ya que mi ruso era tan básico como su inglés.

Al despedirme a la mañana siguiente  tenían preparado para que me llevase una bolsa con comida para todo el día,incluidas unas deliciosas “samsa”, empanada típica de su país.

Por un día viajé en el tiempo.Me transporté muchos miles de kilómetros atrás, a una parte del camino que hasta hacía un día quedaba muy lejana.Habían conseguido por un momento que me olvidara donde de verdad estaba.Añoré por unos instantes esa fascinante región de la remota Asia central.Salí a la calle y regresé.

Estaba de vuelta en mi querida África.

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