Cansado de tanto llano y monótonos paisajes, decidí cruzar Camboya de este a oeste por caminos de tierra atravesando la selva.
Desde Stung Treng cruce el río Mekong en barca…
…y sin poder encontrar a alguien que pudiera explicarme la dirección que tenia que seguir, o por lo menos el camino por el que debiera empezar, me puse a pedalear por un camino que poco a poco empezó a dirigirse hacia el norte, así que en el primer camino que salio hacia el oeste, me desvié y tuve la suerte de que fuera uno de los tres caminos que podía elegir, desgraciadamente el más difícil.
Los primeros 40 kilómetros fueron fáciles y placenteros, por un camino decente atravesando humildes aldeas y la gente que talando árboles se gana la vida con la madera y carbón vegetal…
…
De repente el camino parecía que quería desaparecer, pero pude ver un pequeño sendero que seguía la misma direccion. Al principio parecia inofensivo…
…pero tardó poco en convertirse en selva…
Aquí es cuando posiblemente empiezan las peores cuatro horas de mi vida.
Sin darme cuenta me encontraba atravesando una selva espesa rodeado de cientos de moscas que picaban y parecían girar alrededor de mí (más tarde averigüé que esas moscas en inglés se llama “horse-fly” y en gallego “ladras”).
Aunque estuviera nublado y hubiera poca luz tuve que ponerme las gafas para evitar que estos estúpidos y desagradables animalillos fueran a chocar contra mis ojos una y otra vez. Aaunque parecían entretenerse con mis orificios nasales y orejas, os aseguro que cuando esto se repite cada segundo durante más de 4 horas, mientras pedaleas, empujas la bici por barrizales que te cubren hasta las rodillas, puede convertirse en una pesadilla. Y se convirtió.
Perdí la cuenta de las veces que me caí, muchas de ellas intentando aplastar a estas moscas endiabladas mientras me picaban, dejando tan solo una mano en el manillar.
A pesar de este infierno pude disfrutar, una pequeñísima parte, de la belleza que una selva ofrece con sus cantos de pájaros que llegan de entre los árboles, en armonía con los ruidos de miles de insectos o atravesar una nube de mariposas volando.
El bosque tenia un olor ácido por la fermentación de las frutas que caían de los arboles.
La temperatura era perfecta, pero a lo lejos se escuchaban truenos. Lo único que faltaba era que se pusiera a llover.
Y así fue.
Al pasar entre la zona del bosque mas virgen y tupida fui a parar a un pequeño claro cubierto de hierba, desde donde pude observar una gran nube gris que se iluminaba con un gran rayo. El cielo se estaba cubriendo con nubes más oscuras.
Empezó a correr un aire más fresco, el viento empezó a soplar y a levantar las hojas de los árboles. En un brevísimo momento comenzó a diluviar.
Los charcos se habían convertido en riachuelos y tuve que recorrer mas de 20Km bajo la lluvia que provocaron que, al final de estos, las zapatas de los frenos se hubieran consumido y yo tuviera que frenar con las sandalias.
El transportin delantero se me soltó y gracias a que me robaron las llaves de allen en Laos, no pude arreglarlo hasta que llegué a la siguiente aldea que estaba a 40Km de la última que había dejado atrás.
Sin frenos, lloviendo, atacado y mordido por las moscas, con una alforja delantera suelta y sin saber cuando encontraría la ansiada aldea, sí es que existía, y yo seguía pedaleando encima de mí bicicleta, que con las alforjas pesa 65kilos.
¿Que más me podía pasar?…..
Por lo menos no pise ninguna mina de las muchas que quedan de después de la guerra …
Al final, sobre las 5 de la tarde, fui a parar a una pequeña aldea. Un extranjero que llega en bicicleta, lleno de barro, por un camino que llega de la selva mientras está lloviendo. La bicicleta va cargada de cosas. Encima no habla ni una palabra de khemer. ¿¿¿¿ ????? ¡¡¡¡ !!!!
Sorpresa e incredulidad, eso era lo que reflejaban las caras de los paisanos.
Afortunadamente en esa aldea había un grupo de 4 geólogos chinos, que llevaban 2 meses explorando la zona en busca de metales, concretamente hierro.
Yong, el mayor de los 4, hablaba bien inglés, y me ofreció cenar con ellos y dormir en su casa.
El día no podía acabar mejor…
…pero al día siguiente tuve que empezar con un radio roto…
Sabia que el esfuerzo iba a tener una muy buena recompensa. Ya estaba más cerca de los templos de Angkor Wat.