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Author: Javier Bicicleting

Parte 2:Un poquito de agua porfavor.

Parte 2:Un poquito de agua porfavor.

El día se presentaba muy duro. El mapa nos indicaba que había que atravesar un sistema montañoso por caminos de tierra hasta volver a cruzarnos con el río Mekong.

Calculábamos hacer en dos días los 150km que nos separaban de Pak Beng, pero al final del primer día a duras penas el cuenta kilómetros llegaba a marcar los 50km.

En vez de evitar las montañas el camino se precipitaba en un loco recorrido por todas las cimas, donde casi siempre había alguna aldea.

Al ver una bajada temblábamos, y resoplábamos con angustia, porque sabíamos que tendríamos que subir de nuevo todos esos metros que descendíamos.

Con pendientes de más del 20% tardábamos muy poco en bajarnos de las bicicletas y empezar a empujarlas.

La vegetación empezó a ser más escasa y apenas vimos fuentes donde llenar nuestras botellas de agua.

Nos encontramos humo por todas partes provocado por  la quema de rastrojos y que a su vez provocó algún incendio que afectó algún bosque. El cielo se tornó color naranja …

y mientras nos caía una espesa lluvia de cenizas, nosotros intentábamos apañamos para  llegar con las bicis a lo alto de la montaña,  el ansiado final de la cuesta donde esperábamos encontrar algún pozo o fuente donde poder rellenar nuestras botellines.

Estábamos sin agua desde hace más de una hora y rodeados de un secarral y no corría ni una brizna de brisa que nos refrescara un poco. Nuestros cuerpos estaban chorreando  de sudor  y teníamos que seguir empujando las bicicletas. Sólo pensábamos en descubrir alguna aldea donde conseguir agua.

Casi desfallecidos llegamos a la cima, y a lo lejos divisamos una aldea sobre la ladera de una colina, por lo árido del paisaje podría ser que nos encontrásemos perfectamente  en algún monte al sur de Etiopía.

Ya sentados sobre la bicicleta y dejándonos llevar por la leve pendiente hacia aquel oasis, el viento refrescaba nuestros cuerpos y nos provocaban escalofríos.

A medida que nos acercábamos a la aldea nos daba la impresión de que estaba abandonada. Pero poco a poco empezamos a ver a la gente  asomándose por las ventanas de sus cabañas de bambú viendo a dos extraños sufriendo sobre sus bicicletas por mero placer. O tienen un sexto sentido o alguien les ha avisado de que llegábamos.

Los mas pequeños del pueblo cargaban garrafas de agua vacias caminando hacia la fuente mas cercana.

Con gestos les pedimos un poco de agua y una niña se nos acercó ofreciéndonos una garrafa de agua para que llenásemos nuestras botellas. A pesar de que el agua sabía a arena y que estaba tan caliente como el aire que respirábamos, nos supo mejor que un vaso de gazpacho con hielo a la sombra en una calurosa tarde de agosto en Madrid.

Las fuerzas empezaban a fallar y mejor encontrar un lugar donde dormir.

Entonces apareció un buen hombre llamado Phan y nos ofreció dormir en su casa…

Parte 1:Serpientes para no dormir.

Parte 1:Serpientes para no dormir.

Al otro lado del Mekong nos esperaba Laos, un país pobre y rural, donde el tiempo parece haberse detenido hace ya bastante.

Cruzamos el río Mekong desde Chiang Khong, al norte de Tailandia, en una sencilla barca de madera tambaleándose por el peso de las bicicletas.

Tardamos poco en olvidarnos de Tailandia, algo menos que darnos cuenta de que en Laos se circula por la derecha.

Tan solo unos cientos de metros separan estos países y su gente, pero el cambio real no se corresponde con la distancia.

Nuestro primer destino era Luang Prabang, a casi 500km de distancia.

No teníamos ni idea de lo que nos esperaba. Mejor así.

Después de llevar todo el día pedaleando bajo un sol abrasador por caminos de tierra, lo único que pensábamos era en poder pegarnos un buen baño en algún río.

Casi todo el día había trascurrido junto al río Mekong, con un agua no muy apetitosa, pero a esas alturas cualquier río nos valdría.

El mapa nos indicaba que pronto encontraríamos un afluente del río Mekong, el río Tha, y desde ahí tendríamos que seguir río arriba por otro camino de arena.

La luz del día nos avisaba que nos quedaban pocas horas de luz así que empezamos a buscar un lugar donde montar la tienda y ya nos daríamos una ducha con una botella de litro y medio de agua. Como casi siempre, al principio ningún lugar nos parecía idóneo, y finalmente dimos con el río Tha, que baja por un gran valle y por su lado oeste transcurre ese camino de arena y piedras que teníamos que seguir.

Una vez pedaleando por  el valle, los sitios aptos para montar la tienda eran inexistentes ya que cada espacio que no fuera precipicio estaba habitado por alguien.

Cada vez quedaban menos horas de luz y los insectos empezaban a florecer por doquier formando  masas compactas, y nosotros no veíamos fácil encontrar un lugar idóneo donde plantar las tiendas.

Yo pedaleando delante y Pedro detrás con una alforja  agarrada con el brazo ya que se le acababa de partir. Nos cruzamos con una familia en un tractor, nos saludamos eufóricamente, pero de repente la cara de la mujer cambió radicalmente  y empezó a gritarnos mientras señalaba detrás de mi, donde estaba Pedro.

Me giro y veo una serpiente de más de dos metros de largo cruzando entre los dos, con la cabeza levantada del suelo y deslizándose rápidamente para cruzar el camino.

No fue de lo más atractivo el cruzarnos con esa criatura  mientras teníamos que buscar un lugar donde acampar.

Por fin a última hora y ayudados con la luz de una luna casi llena, encontramos un terreno llano donde parecía no habitar nadie. Ni las serpientes.

Songkran, el festival del agua.

Songkran, el festival del agua.

Aunque me haya costado mucho, definitivamente he vuelto a la pedalada  empezando una etapa diferente, esta vez acompañado por uno de mis mejores amigos, Pedro, que se unirá a esta aventura por un par de meses.

Atrás dejamos Chiang Mai, sus facilidades y comodidades, los grandes amigos y el aire acondicionado funcionando a tope hasta tener que arroparse con el saco de dormir.

No muy temprano por la mañana empezamos a pedalear dirección Laos, con 400km por delante y tan solo 4 días para abandonar Tailandia antes de que me caducara el visado.

El terreno sobre el mapa parecía fácil por no tener gran elevación, pero en eso nos equivocamos el primer día, al encontrarnos con grandes pendientes, aunque  he de reconocer que fue muy gratificante mirar atrás y ver a Pedro con la lengua fuera y cara de sufrimiento.

Lo mejor estaba por llegar.

Coincidiendo con el año nuevo tailandés, celebrado con el festival  Songkar, o festival de agua, que como su nombre indica, se celebra con batallas campales de agua y mucha fiesta.

Cada pocos kilómetros decenas de jóvenes y mayores se agolpaban en la cuneta de la carretera lanzando cubos de agua a los vehículos, incluidas nuestras indefensas bicicletas. Con la  ridícula velocidad que llevabamos, incluso alguien con los ojos vendados no podría fallar en alcanzar su diana, lo bueno es que el objetivo eramos Pedro y yo.

Como unos aliens en bicicleta, nos íbamos acercando poco a poco a esos “controles”, y entre control y control podíamos ver a la gente eufórica mientras llenaban sus cubos de agua frenéticamente esperando nuestra llegada.

Como era de esperar, calados hasta los huesos, tardaríamos poco en secarnos gracias al calor infernal, pero inmediatamente encontraríamos otro grupo impaciente por vaciar sus cubos sobre nuestras cabezas.

Así durante tres días, desde la mañana hasta la noche, hemos disfrutado de la alegría de los tailandeses, su buen humor, y de su gran hospitalidad.

Hace pocos días estaba en el sur del país vindo caer agua a raudales que produjeron las  mayores inundaciones en décadas, y ahora  en el norte me encuentro con unos paisajes tan áridos que me da la sensación de estar pedaleando  por Ciudad Real…

…pero el paisaje volvió a cambiar radicalmente al encontrarnos ante el majestuoso río Mekong.

…justo para la puesta del sol.

Nada mejor para acabar un largo dia pedaleando.

Algo que le dije a Pedro antes de empezar:

“Lo mejor del día es cuando empieza a atardecer y deja de hacer tanto calor.Es cuando de repente te das cuenta de que el día pedaleando ha terminado y llega la hora de descansar.Otro día increíble mas”

Tailandia: País de vacaciones

Tailandia: País de vacaciones

He de reconocer que Tailandia nunca fue un país que despertó en mí mucho interés, tanto que tenía planeado cruzarlo lo más rápido posible y escapar del turismo de masas que invade este país.

Otra vez más me equivoqué y en Tailandia he encontrado algo tan importante como  volver a  vivir en grupo.

En la bicicleta se pasan muchas horas solo, y rara vez he topado con otros viajeros, así que nada mejor que Tailandia para conocer a gente y, después de tanto tiempo, poder compartir mis experiencias y escuchar las de otras personas.

Aunque nunca haya tenido el sentimiento de soledad, el volver a disfrutar de gente y amigos hace que aprecie mucho más los momentos en que disfruto de su compañía.

No vine buscando emociones fuertes ni exceso de adrenalina, sino unas vacaciones donde relajarme y aparcar la bici por un tiempo.

Tuve la suerte de ir a parar a Ton Sai, un  increíble lugar al sur de Tailandia donde cambié la bicicleta por la escalada, y las noches de tienda de campaña por un humilde bungalow con enormes goteras.

Un lugar turístico pero que todavía guarda su encanto.

Paredes de piedra caliza convierten este lugar en un paraíso de la escalada donde las vistas te regalan increíbles paisajes.

Pasaron 3 semanas y yo seguía en el mismo lugar. Casi  se me había olvidado que estaba viajando en bicicleta, pero finalmente salí de ese paraíso en dirección a Surat Thani, donde cogería un barco a la isla de Ko Tao.

Perezoso pero con muchas ganas de volver a pedalear, tenia ante mi tan solo 180 Km., lo cual parecía pan comido ya que la carretera transcurría en llano.

Fueron 2 días de viento en contra y mi primer radio roto.

El dinero se me había acabado el día anterior y tarde 120km en encontrar un cajero donde sacar más.

Sin dinero y con medio kilo de arroz en las alforjas vi como mi dieta había pasado de exquisitos platos en Ton Sai a insípidos platos de arroz blanco cocinados a la orilla de la carretera. Desayuno, comida, merienda y cena.

Suerte que el trayecto eran tan solo dos días porque fue cuando me entraron las peores agujetas que recuerdo en mucho tiempo, pero por fin estaba en Surat Thani esperando a un barco que me llevara hacia Ko Tao. Si algo podía salir mal sabía que saldría mal, y así fue, no había barcos a Ko Tao por el mal tiempo y tuve que ir a la famosa isla fiestera de Ko Panghan, justo el mismo día que se celebraba la fiesta de la luna llena, donde decenas de miles de turistas se congregan una vez al mes.

Un fenómeno antropológico a tener en cuenta.

Como no entraba en mis planes salí corriendo de esa isla donde había mas rubios que asiáticos, y tuve que pagar por meter la bici en el barco más que por mí. Luego yo iba sentado en un asiento y la pobre de mi bici en la proa del barco pasando frío y mojándose.

Finalmente llegue a Ko Tao donde me esperaban mis amigos Eva y Joseba, que muy amablemente me dejaron ocupar la terraza de su bungalow donde monte la tienda para dormir. El presupuesto en Tailandia se me estaba yendo de las manos y había que apretar por algún lado.

Tuve la suerte de que antes de empezar el temporal hiciera bueno un par de horas, y disfrutar de la poca fauna marina que queda en Ko Tao. Tiburones de punta blanca.

Los próximos diez días se resumen en una palabra: ¡¡Lluvia!!

Se cancelaron todos los viajes de barcos de la isla y no pude salir hasta diez días más tarde, pero el tiempo ya me pisaba los talones y tan solo me quedaban 14 días para recorrer cerca de 1500km.No tuve otra opción que coger un bus hacia el norte y saltarme más de 1000km.

Semanas de poca acción pero de momentos increíbles, rodeado de la mejor compañía posible.

Suerte que es la temporada seca

Suerte que es la temporada seca

Cielos azules y aguas de color turquesa.

Esta era la imagen que tenía de la isla de Kho Tao, una pequeña y montañosa isla en medio del golfo de Tailandia. Una isla muy popular entre los buceadores, más que por sus fondos marinos, por encontrarse en la ruta típica de lugares a visitar en Tailandia.

Vine para encontrarme con Joseba y Eva, dos grandes amigos que conocí hace ya más de 2 años en Egipto, más tarde en Palestina, luego en Londres y  ahora  en Tailandia.

Abril es época seca, pero ya vienen repitiéndose a la largo del viaje unos patrones un tanto anormales en el clima. En Sumatra, en pleno ecuador y en época de lluvias casi nunca me llovió, y ahora en la época seca en Tailandia llevo 7 días sin ver el sol con las peores inundaciones de la década y millones de personas afectadas.

Los barcos no podían salir de la isla y todo estaba inundado. Fueron 7 días lloviendo sin parar y donde antes había una carretera ahora tan solo hay lodo y ríos. Suerte que es la época seca, y suerte la mía de que esto haya pasado mientras estaba cómodamente alojado en una habitación. No quiero imaginarme lo que hubiera podido pasar si me hubiera pillado en la carretera. Lo más curioso de todo han sido los medios desplegados para evacuar a un par de miles de turistas de esta isla. Ahí es cuando podríamos estar hablando de una escena en una película trágica, cambiando un poco el guión, no por los personajes estar en peligro, sino para que no pierdan sus vuelos o puedan continuar sus vacaciones con normalidad. Para llevarlo a cabo: un portaaviones del ejército tailandés y varios helicópteros.

Para haceros un poco una idea, imaginaros cualquier escena de una película sobre la guerra de Vietnam, con helicópteros volando sobre palmeras y calles inundadas. Por la mañana se respiraba euforia mientras la gente esperaba a ser embarcada en el portaaviones. En el resort desde donde  salían barcas y desplazaban a la gente al helicóptero, había cientos de personas, algunos bebiendo cervezas y tocando la guitarra.

Como yo tenía la bicicleta, tendría que embarcar el último, así que tenía tiempo de sobra hasta que llegara mi turno. Decidí volver al pueblo a por comida. Al regresar un par de horas más tarde, el ambiente había cambiado drásticamente. El olor a euforia y fiesta de esta mañana se había sustituido por caras de mal humor y alguna que otra persona con los ojos llorosos. El tiempo había empeorado y los helicópteros dejaron de volar y las barcas también dejaron de llevar personas hacia el portaaviones.  El sueño de muchas personas de viajar en portaaviones se frustró en tan solo unos instantes. Habrá que esperar un día más y salir en un barco ordinario.

Hoy, después de 8 días de tormenta, no está lloviendo y es fácil imaginarse que tras las nubes está el sol. Las nubes grises  han dado paso a las nubes blancas.

Mi bicicleta se impacienta y empieza a pedirme algo de acción.

Después de todo, a Tailandia vine con idea de vacaciones. Por lo menos con la idea.

Sur de Tailandia y su eterno conflicto

Sur de Tailandia y su eterno conflicto

Aunque el sudeste asiático sea casi siempre  relacionado con un paraíso tropical, es una de las regiones  del planeta con más disputas armadas.

Uno de esos muchos conflictos armados se encuentra en el sur de Tailandia, en las provincias de Yala, Pattani y Narathiwat, no muy lejos de esas playas típicas de postal atestadas de turistas.

Un conflicto que aunque olvidado y sin ninguna repercusión en los medios de comunicación, viene ya de hace mucho tiempo y que en los últimos años la situación no ha hecho mas que empeorar.

Los conocidos métodos por parte del gobierno tailandés de usar milicias y fuerzas paramilitares  como solución al conflicto, además de una brutal campaña militar contra insurgentes y  población civil por parte del ejército, no ha hecho mas que empeorar la situación.

Para entender el conflicto hay que remontarse a 1902, cuando esta región perteneciente al Sultanato de Patani, de mayoría musulmana, fue anexionada al reino budista de Siam, actualmente Tailandia.

Desde entonces el estado budista ha intentado forzar su identidad y restringir los derechos de esta minoría musulmana de etnia malaya.

Sería un error catalogarlo como  conflicto religioso, ya que tan solo uno de los cinco grupos que luchan contra el gobierno Tailandés llama a la guerra santa o yihad.

Es un conflicto étnico y político.

Al viajar por esta zona no es difícil darse cuenta de que uno se encuentra en una zona donde las hostilidades están presentes.

Numerosos controles en la carretera, patrullas militares armadas hasta los dientes, detectores de metales en la entrada de los mercados, toque de queda en algunas ciudades, etc.

En parte del trayecto entre Pattani y Yala, fui escoltado por policías tailandeses armados con M16.

La idea que yo pueda tener no se puede acercar a la realidad, ya que en este país se mima al turista más que a sus propios ciudadanos, pero basta hablar con la población para ver lo que hay detrás del escenario.

Hola y adiós Malasia

Hola y adiós Malasia

Después de tantos días esperando a volver a coger la bicicleta, lo único que hice es montar en bici durante mi corta estancia en Malasia.

Diría yo, que no ha sido más que un mero tránsito entre Singapur y Tailandia.

Cada país necesita tiempo para descubrirlo y eso es algo que no he dedicado a Malasia.

Recorrer la costa este tampoco me dio muchos alicientes para quedarme más tiempo, y no fueron más que plantaciones de palma de aceite y caucho lo que fui dejando atrás por las anchas y bien asfaltadas carreteras  de este país tan industrializado.

Grandes camiones pasaban a mi lado transportando madera, y eché mucho de menos la vida alrededor de la carretera que encontré en Indonesia y en Malasia casi inexistente.

No tan ordenado y perfecto como Singapur, pero más de lo que  hubiera gustado encontrarme.

Me fue imposible encontrar un solo río con el agua decente para poder bañarme, y todas las plantaciones, principalmente las de palma de aceite,  estaban cercadas, lo que cada noche se convertía en una odisea para encontrar un sitio donde acampar.

Lo mejor ha sido que los más de 600 Km. han sido completamente llanos.

Y lo peor, saber que si hubiera indagado un poco más en este país, estoy convencido de que me hubiera gustado, por lo menos un poquito.

Hubiera sido demasiada suerte cruzarse con un elefante…

…pero no fueron mas que camiones cargados de madera…

…y tristes paisajes.A un lado plantaciones de aceite de palma ,y al otro lado grandes terrenos deforestados.

Gente muy amable y alegre…

…y mercados tradicionales haciendo competencia a los grandes centros comerciales.

Caminando sobre fuego

Caminando sobre fuego

Parar en una ciudad para poder ver el partido de Champions entre el Arsenal y el Barcelona , pero finalmente acabar en una ceremonia religiosa adorando al dios  chino Chao Mae Lim Kor Niew, en el que decenas de personas portan esculturas de ese dios caminando sobre el fuego, no tiene precio.

Todo empieza con una traca de petardos en que ríanse de las fallas…

… y continúan con adoraciones al templo…

Finalmente empiezan a salir decenas de esculturas del templo…

..y uno tras otro empiezan a cruzar la hoguera …

Bienvenido al orden ,la limpieza y la ley.Singapur.

Bienvenido al orden ,la limpieza y la ley.Singapur.

Singapur no empieza en Singapur, sino en la terminal de ferrys en Indonesia.

Tras 24 horas en un barco de Medan a una isla frente a Singapur llamada Batam , todavía en suelo Indonesio, me dispongo a bajar con la bicicleta que pesa mas de 60kg y con mi mano derecha inmovilizada con los puntos.

La gente que espera  a montarse en el barco suben antes de que nosotros nos bajemos.Gente pasando unos encima de otros , mi bicicleta en el suelo y cada vez hay mas gente amontonada para salir , pero la gente no para de subir.

A mi lado tengo a cinco personas que no han parado de fumar desde que estamos ahí aprisionados.

Se ha formado una neblina con tanto humo y que me ha llenado de recuerdos de España.

Finalmente consigo bajarme de ese infierno y me dirijo rápidamente a la terminal de ferrys hacia Singapur ,a unos 200 metros del autentico caos.

La terminal parece ya otro mundo.Aire acondicionado,casi no hay gente ,y el trayecto hasta Singapur ,que son 40 minutos, me ha valido mas que las 24 horas desde Medan.

Para subir al ferry la gente hace cola y tranquilamente suben uno por uno.No me gritan hey mister.Todo demasiado ordenado y limpio.Ya empiezo a echar de menos a Indonesia.

El ferry sale con puntualidad, y no tardo mucho en divisar a lo lejos la silueta de los rascacielos de Singapur tras un cielo gris amenazando con tormenta.

Cargueros y petroleros ocupan todo el horizonte de este mar que es el mas transitado del mundo.

Ya casi llegando ,a mi derecha puedo ver una isla con arena blanca , palmeras y un lujoso resort,pero una gran mancha de aceite en el agua.A un par de kilómetros frente a este isla se ve una gran llama de una refinería y cientos de barcos en un paisaje un tanto apocalíptico.

Finalmente llegamos a Singapur, una ciudad hecha a medida y planeada a la perfección.

Voy con la bicicleta entre rascacielos y Starbucks , y de vez en cuando me llega ese olor tan asqueroso que te avisa que cerca hay un Mc Donalds.

Cuando el semáforo esta en rojo , la gente para ,y en verde avanzan.

Parece un buen lugar para recuperarse de la mano.Por lo menos unos días.

… y el Gran Hermano te esta vigilando…

…asi que mejor bajarse de la bici que la economia no esta para pagar tales multas.

Una ciudad tan planificada que parece sacada del video juego Sim city, o de la novela 1984…

…donde no paran de construir  edificios como colmenas..

…y son controlados por los miembros del “partido”.

La primera semana  no hizo mas que llover…

…pero pude aprovechar el tiempo para arreglar la bicicleta…

Desplazarse en el Metro hace a uno olvidarse que esta fuera de casa…

…las mismas escenas se repiten aquí, que en Madrid o en Londres…

…y para celebrar el año nuevo chino…

-Hija, y tu que quieres de regalo??

-Pues yo quiero bañarme en la piscina que esta sobre el edificio en forma de barco…

Y es que  en este mundo mientras hay gente muriéndose de hambre, hay gente que paga cientos de euros por una habitación en este Hotel.

Algo en este mundo parece no encajar.