Entrando en el Sáhara
Salimos de Marrakech mentalizados con que por delante teníamos uno de los mayores retos de todo el viaje.
Una vez cruzáramos los últimos puertos del Atlas iríamos adentrándonos poco a poco hacia las puertas del Sáhara.
Volvíamos a pasar los días , todavía muy cortos en esta época del año, sobre el asfalto.
Calculábamos, erróneamente, que las nubes y lluvias se quedarían atrás y que una vez cruzado el Atlas, cielos azules y un sol brillante nos acompañaría el resto de días. Ilusos nosotros. ¡Qué equivocados estábamos!…
…
Elegimos la carretera que iba por la costa, evitando así lo máximo posible las carreteras nacionales.
A un lado de la carretera teníamos el majestuoso Atlántico, el océano que durante los próximos años iremos encontrándonos cada vez que decidamos pedalear por un país costero.
Ahora, el mar estaba bravo y el viento de costado nos frenaba constantemente…
.. pero sabíamos, por muy loco que esté el clima, que tarde o temprano acabaríamos tostandonos bajo el sol. Y así fue, que casi sin darnos cuenta estábamos pedaleando en la hamada del Sáhara, rodeados de arena y piedras. El paisaje solo se alteraba cuando teníamos la suerte de poder ver el mar, aunque fuera a lo lejos…
…aunque lo preferíamos de cerca…
Nuestro aliado de día, el viento, nos empujaba fuerte hacia el sur, y por las noches, a la hora de montar la tienda de campaña, se convertía en nuestro peor enemigo; no había un lugar que nos protegiese de él, parecía que echaríamos a volar con la tienda como si se tratase de un auténtico parapente…
A excepción de alguna serpiente y las malditas moscas, pocos eran los animales con los que nos íbamos a cruzar.
Pero no podía faltar el rey del desierto, el animal más cotizado y apreciado en estas latitudes tan áridas e inhóspitas, donde solo los más aptos pueden llegar a sobrevivir…
La poca gente que habita en el desierto, allí donde no hay abundancia si no escasez, nunca dudaron en ofrecernos agua y cobijo…
Cuanto más al sur el calor empezaba a apretar, creando espejismos en el desierto…
…aunque a veces no eran espejismos y veíamos mezclarse el océano con el mismísimo Sáhara…
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y
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