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Tag: bicycle in africa

Welcome to Nigeria

Welcome to Nigeria

Es el gran día.

Por la mañana me levanto muy pronto; he dormido en un aula de una escuela.

Ante la pizarra y en medio los pupitres voy recogiendo la tienda…

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El suelo ha sido un excelente somier, y me dispongo a recorrer los últimos kilómetros que me dirigen hacia la frontera con Nigeria.

En el patio del colegio un grupo de mujeres barre desde el amanecer y me despido del director que sin ningún problema me cedió el aula el día anterior.

En la carretera, todavía asfaltada, veo el cartel que indica: Nigeria..

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La ilusión y la desconfianza acuden a la vez a mi cabeza. Aunque sé con lo que me voy a encontrar, es difícil no sentir un poco de aprensión y recelo después de tantas experiencias escuchadas y que le dan su merecida reputación.

El camino se convierte en una pista de barro con trozos de asfalto, que me cuestan mucho menos esquivarlos que a los destartalados coches que circulan a la misma velocidad que mi caballo de hierro.

En la frontera con Benin, decido guardar mi cámara de fotos en el fondo de una alforja, y durante mi paso por Nigeria no haré más fotos que con la Gopro, mucho más pequeña y discreta que la otra. Desgraciadamente la calidad de las fotos no será la misma.

El último policía en Benin me desea buena suerte y me advierte de los peligros de Nigeria, pero aunque ya voy advertido no le hago mucho caso porque ha sido en cada país que me avisaban de los peligros del siguiente país, y si preguntara en Nigeria, me dirían que de donde vengo, Benin, es un país muy peligroso.

Veo por fin la barrera que hace de frontera y el cartel que me da la bienvenida a Nigeria.

Unos policías me indican una caseta donde después de buscar el visado en mi pasaporte, me preguntan cuantos días me quiero quedar en Nigeria.

Nunca antes, en ninguna frontera, me habían dado el honor de elegir el tiempo que me quiero quedar en un país.

Gente muy educada y amable, con una especie de pistolita me hacen “las pruebas a ver si tengo ébola”

– Estás sano, puedes pasar- me dice el oficial de inmigración mientras me da el pasaporte y me pide mi contacto en Facebook.

Estaba ya en Nigeria, y de momento era como cumplir años.  No hay diferencia de un año a otro.

La diferencia vendría en los próximos kilómetros, con controles policiales cada 2 Km ó 3 Km, donde me paraban para hacerme fotos con los policías mientras los otros conductores soltaban dinero para que no les hicieran perder tiempo.

En algunos controles los policías iban bien armados, en otros no llevaban más que un palo de golf, un bate de béisbol o un paraguas.

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A mi paso por los pueblos alguna gente gritaba: ¡Boko Haram, Boko Haram!

Se me iba a hacer de noche y  quería avanzar rápido, así que tuve que rechazar la invitación de un policía a comer “el plato típico nigeriano”, y comentarles mis intenciones para que me dejara ir antes.

– ¡Espera! ¡Una foto más!

Al final  ni  dándome el alto paraba en los controles, y con la mano les indicaba que iba lejos y que tenía prisa.

Al llegar a un cruce  desapareció el asfalto  al igual que la tranquilidad. Por el sur se llega a Lagos, al norte a Abeokuta, y por el camino que voy yo sé que llega a la autopista que está, todavía, a unos 60 Km.

Paro a comerme un plato de “fufú”, el legendario plato africano hecho a base de mandioca, en un modesto restaurante de carretera…

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En el cruce hay un camión blindado  y un policía me da el alto.

Se acerca hacia mí con un chupito en la mano y le pregunto si le puedo hacer una foto.

-¡Por supuesto!- y se bebe el chupito mientras posa junto al furgón y su kalashnikov.

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Me desean buen viaje y me vuelven a preguntar por mi contacto de Facebook.

Camiones por todos lados sorteando los agujeros en lo que queda  de “carretera” me hacen ahora compañía, y no se ven más controles policiales. No sé qué prefiero yo.

Estoy justo al norte de Lagos, bordeando la ciudad por el norte, y me empiezo a preocupar porque la noche pronto se me echará encima y sigo sin ver un buen sitio donde dormir.

Una de las cosas que me había propuesto para Nigeria era: por la noche nada de bici.

A ambos lados de la carretera veo carteles que anuncian nuevas urbanizaciones y parcelas en construcción.

En una de las entradas veo la caseta de un vigilante, y en la puerta tres pintores que terminan su jornada.

Al principio parecen asustados pero tardan poco en ver que soy un inofensivo viajero, y al preguntarle por un lugar “seguro” donde dormir, no tarda en darme las llaves de una oficina para que pase allí la noche…

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Más tarde me confiesa que al principio pensó que podía ser uno de los de  Boko Haram.

Por la noche, justo hacia el sur, el cielo estaba completamente iluminado. Eran las luces de una de las ciudades más grandes del mundo y que a toda costa quería evitar.

Ahora mejor irse a descansar que mañana empezaría la aventura de verdad.