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Cielo africano

Cielo africano

Con el calor azotando durante el día, las frescas noches se convierten en el momento idóneo para montar en bici.

La luz de la bicicleta es sustituida por la luz de la luna, mientras las estrellas adornan el cielo sobre la tierra roja…

De nuevo 4 ruedas…

De nuevo 4 ruedas…

¿Viajar solo o en compañía?

Para los momentos difíciles y ante los problemas es más fácil estar solo, pero cuando encuentras a la la persona perfecta con quien compartir los buenos y malos momentos, eso es simplemente insuperable.

¡¡Bienvenida Naty!!

 

 

 

…después del Atlas

…después del Atlas

Con el paso de los kilómetros me di cuenta de que el último pueblo (con mercado) lo había dejado 4 días atrás. Me parecía recordarlo como si hubiera sido una gran ciudad, pero no había sido más que un pequeño pueblo que tenía sólo una vía principal que además de polvorienta estaba mal asfaltada y que a lo largo de la calle se esparcían un sinfín de tenderetes en los que se podía comprar desde gallinas hasta pasta de dientes, pasando por una amplia selección de productos “made in China”.

El mercado suele estar cerca de la parada de “grand taxis”, y normalmente atestado de los clásicos mercedes de la serie 200, que son sin duda la especie dominante en las carreteras marroquíes, y mis grandes enemigos a la hora de circular por estas carreteras.

Pero ahora este no era el caso, porque estaba en algún remoto lugar del Atlas pedaleando por alguna carretera apenas transitable por la cantidad de nieve acumulada y que apenas la dejaba ver, y donde las únicas personas que me encontré a lo largo del día seguían siendo los pastores…

Cuanto más me adentraba en el alto Atlas, los paisajes que me encontraba se volvían mucho más áridos…

…y con gente muy humilde, con una dura vida a sus espaldas…

… pero cuanto más humildes son, más generosos y amables se muestran. Nunca me ha faltado un techo cuando lo he necesitado…

No pasaron ni 100 Km. cuando me di cuenta que dejaba atrás el medio Atlas para adentrarme, puerto tras puerto, en el alto Atlas. El paisaje había cambiado por entero.

Poco a poco había subido por valles…

… y por las montañas que hacen de barrera de los vientos húmedos provenientes del norte, y que son los que traen las lluvias. Al mirar atrás,  a lo lejos  veía las montañas nevadas…

…hasta que al coronar el Tizi Nouano, el puerto más alto de Marruecos con casi 3000 m. el panorama que se descubría  ante mí se transformaba completamente…

…entonces supe que me encontraba en la cara sur del alto Atlas, a las puertas del desierto.

No solo me adentraba en un clima más cálido. Ahora me tocaba bajar…

… y cada vez que giraba la cabeza se me ofrecían magníficos paisajes  que eran como un regalo con el que me deleitaba …

…pero sin perder de vista la carretera, porque había otros usuarios de la vía …

Al final me había vuelto a encontrar con el asfalto,  con los “grand taxis” y con todos los “todo terrenos” de Marruecos atiborrados de turistas. En estas fechas de navidad todos los pueblos del sur de Marruecos están plagados de forasteros.

Cuando pasaba por los pueblos los lugareños ya no me saludaban, eran los niños los que salían a mi encuentro y me pedían “dirham”, “boli” y caramelos.

Estaba ya en las gargantas del Dades, y aunque en lo personal estaba un poco defraudado, los paisajes me seguían impresionando. Esta  es la razón por la que tantos  excursionistas deciden pasar por este lugar, y que aunque no sea el más admirable ni el más auténtico, bien merece la pena…

…y casi sin darme cuenta…

Del Atlas medio al alto Atlas

Del Atlas medio al alto Atlas

Acostarse con viento…

…y levantarse con nieve …

…no era lo que más me apetecía para adentrarme en el alto Atlas.

La altura media por la que transitaba era cercana a los 2.000 metros, por lo que no solo el aire era más frío, sino que de tan fino parecía cortarme  la piel.

Dejaba atrás Boumia por la carretera hacia Imilchil.

El viento soplaba fuerte por los valles que tenía que subir hacia el alto Atlas. A veces con lluvia…

…a veces con nieve…

La gente parece mucho más tranquila que en las montañas del Rif.  Ahora son pueblos bereberes los que habitan estas montañas del  Atlas…

…gente pobre, humilde y  muy hospitalaria, que me ofrecían cobijo en las noches más frías. Junto a una estufa pasamos horas intentando entendernos, mientras la mujer cocina, friega, prepara el té y cumple las órdenes de su marido.

Los hijos, ya mayores, no saben leer ni escribir.

Ni en su casa ni en su pueblo hay electricidad.

Aun así, comparten con el viajero su comida y su techo.

Fuera el hielo parece caer del cielo, y cuando este lo permite, las estrellas parecen iluminar las montañas…

A medida que avanzo, voy adentrándome más en el alto Atlas, cada vez más árido y seco, por lo que los cielos suelen estar más despejados, al igual que la carretera…

…y el paisaje solo era alterado  cuando un precioso pueblo aparecía en alguna colina…

…o en la ladera de la montaña…

En las zonas más remotas, no pasaba una hora sin que viera , u oyera, a algún pastor…

…que casi siempre me invitaba a parar para tomar un té…

 

 

 

Ahora sí que sí. ¡Allá vamos Marruecos!

Ahora sí que sí. ¡Allá vamos Marruecos!

El viaje empieza siempre sobre un mapa.  Lo miras y a través de él ves lugares que tu mente solo alcanza a imaginar.
Entonces es ahí cuando empiezas a viajar.

Después de unos meses parado  preparando este siguiente continente y esperando a los meses mas fríos para cruzar el Sáhara, anonadado observaba el mapa de Marruecos, y sobre ese mapa veía pueblos pintorescos sobre las montañas del Rif …

… de calles azules …

… gente con poco, pero con tiempo …

… vehículos que no contaminan …

… y ciudades  milenarias que han mantenido su apariencia, como Fez …

… con sus laberintos de calles y estrechas callejuelas …

… donde se encuentra  la zona urbana peatonal más grande  del mundo. Libre de coches …

… y con espacio tan reducido que cualquier hueco es bueno para abrir un negocio …

… o dos …

Fue después de una semana de pedaleo, en la ciudad de Fez, cuando empecé a encontrarme bien del todo. Volver a la vida de nómada no me estaba siendo nada fácil, pero  esta vez a observar el  mapa con el mismo interés y fuerza que siempre, hizo que me diera cuenta de que mejores días estaban por llegar. Había elegido la ruta  para cruzar el Atlas dirección al Sáhara ¿Y cual era esa  ruta? La que pasaba por las zonas mas remotas del Atlas y por el puerto más alto de Marruecos.

Han sido  pequeños detalles con los que desde un principio me han ido  mostrando que tenía que volver a coger práctica no tan solo físicamente, sino también mentalmente.

Perder la pereza y desacomodarme a las comodidades de estos últimos meses. Eso era lo que necesitaba.

Con el paso de los días volvía a disfrutar como siempre del viajar. Empezaba a coger carreteras más remotas y a la vez más  duras. Y como  más dulce es el destino cuanto más duro es el camino, tenía que añadir que cuanto más avanzaba hacia el sur, no solo los paisajes se volvían mas increíbles, sino la gente me hacía sentir mucho más bienvenido, que es a los que venimos acostumbrados después de viajar por Asia, y es eso sin lugar a duda lo más grande que puedes sentir cuando estás viajando.

Despedirme de la  familia y amigos, de repente encontrarme solo, saliendo  de Tánger por la noche, por el arcén de una autopista en construcción, bajo una lluvia incesante, calado hasta los huesos, la bicicleta parecía pesar más que nunca, sin ningún buen lugar a la vista donde montar la tienda,  sin Natalia en el pelotón. ¡Todo me daba pereza! ¿Pero?…¡si hace dos días estaba yo durmiendo calentito en mi cama!

Todo pintaba horroroso, pero esa noche acabé durmiendo en un “Salón de té”.  Sólo tuve que esperar a que terminara el partido de champions  del Madrid  para poder irme a dormir…

 

 

 

 

 

 

Un poquito de África…

Un poquito de África…

Paseando entre las fotos del disco duro, he conseguido por un instante trasladarme al continente africano…

Allí vuelvo 3 años más tarde. Esta vez en compañía de Natalia, mi compañera de viaje y de vida, y ante nosotros un duro y bonito camino …  (en rojo la ruta completada, y en azul el corto camino que nos queda hasta Sudáfrica…)

El motivo es el mismo. Intentar, con mis fotografías, dar voz a aquellas personas que no han tenido la misma suerte que nosotros, pero que sus historias merecen ser conocidas.

Y como es imposible pasar desapercibido ante las maravillas de nuestro planeta y la bondad encontrada en la gente, no sería justo tan solo mostrar el lado malo de las cosas.

Y los países no lo hacen sus paisajes, sino su gente.

Y son sus historias las que llenan de esperanzas.

África no es un país

África no es un país

“Este continente es demasiado grande para describirlo. Es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de riqueza extraordinaria. Solo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos “África”. En la realidad, salvo por el nombre geográfico, África no existe”

-Ryszard Kapuscinski-

 

Con pena escucho comentarios acerca de África: Que es peligroso y que la vida allí no vale nada.

Decir eso es como decir  que en Europa la vida es peligrosa y la vida no vale nada, porque hace no mucho, en los años noventa, y en el mismo continente se estaba llevando a cabo un genocidio en Bosnia.

Imaginaros que vais a Tailandia y alguien os dice que es peligroso y que la vida allí no vale nada, por el mero hecho de que en Siria, Afganistán o Irak  estén  en guerra. Tailandia y Siria están en el mismo continente.

Al igual que las Islas Canarias y Somalia están en el mismo continente, pero ambos viven  situaciones completamente diferentes,  no por eso ir a Lanzarote conlleva el mismo riesgo que viajar a Mogadiscio y hacerse un crucero por las costas de Somalia.

Cierto es que hay países a los que mejor no ir, pero eso pasa en cualquier lugar del mundo.

Seguramente tengas más posibilidades de que te saquen una pistola en Estados Unidos, pero la gente no vuela con miedo a Nueva York y al Cañón del Colorado.

Una curiosa anécdota que refleja muy bien el miedo a lo desconocido y la influencia de los medios de comunicación fue cuando mis padres fueron a visitarme a Vietnam y conocimos a una familia de Singapur. Al enterarse de que éramos españoles, nos dijeron que habían planeado viajar a España pero que lo habían cancelado porque “debido a la crisis España era ahora muy peligrosa”.

 

 

 

 

 

Miro el mapa y veo mi casa

Miro el mapa y veo mi casa

Anonadado observo el mapa que tengo delante de mí, y en el  veo las carreteras que me llevarán hasta Madrid.

Sentado sobre el césped del parque en el que acampé ayer, a unos cien metros de la carretera nacional,  espero a que se enfríen los macarrones con tomate que voy a desayunar. Visualizo el momento que tanto me he imaginado este tiempo, el del encuentro con mi familia y amigos, y el recorrer las carreteras después de tantos países visitados, pero que esta vez son las de mi país. Aunque he de decir que mas que nunca me siento de ningún lugar.

Estoy en la provincia de Lugo, y ayer me despedí de mi padre en Cedeira, para dirigirme y terminar esta primera etapa del viaje, que termina en Madrid.

Allí en Madrid me esperan amigos y familia, y un trastero donde guardar la bicicleta hasta que empiecen los meses mas fríos y poder continuar por África atravesando el Sahara dirección  al punto mas austral posible: el cabo de Buena Esperanza.

Toca cargar pilas, poner la bici a punto, y encontrar colaboradores que ayuden en esta nueva etapa. Deciros que vosotros también podéis comprando una fotografía.

Ahora, y sin que esto sea la norma, pienso más en llegar que en disfrutar del camino, y aun así me es imposible no apreciar y observar todo lo que me rodea.

Veo mi país con ojos diferentes, con muchas referencias con las que comparar, y con los sentidos bien trabajados como para no dejar escapar nada de lo que veo pasar.

El canto de los pájaros al atardecer, las chicharras en las horas más calientes del día, el viento húmedo de las tormentas de verano…

…el aire fino seco y abrasador un medio día en el corazón de Castilla…

… el color amarillento de los campos de cultivo…

Los carteles de las fiestas del pueblo vecino anuncian una orquesta, y los más mayores pasan los días en un banco bajo la sombra de un árbol.

En los bares abarrotados echan partidas de cartas, y al entrar en uno de ellos veo, con pesar, como los paisanos disfrutan de una corrida de toros; es la triste herencia a la que algunos llaman cultura y tradición.

Una estampa muy española, pues en el resto de países europeos vecinos, las calles sin un alma y con las tiendas cerradas a cal y canto parecían ciudades fantasmas que contrastan con la cantidad de vida que fluyen por las calles españolas.

Me paro a tomar un “relaxing cup of café con leche in the plaza mayor” del pueblo, mientras observo a la gente pasar…

No así en los abandonados pueblos del campo en plena decadencia, lejos de los días de gloria que vieron pasar  hace no mucho tiempo…

Los últimos montes que hacen ameno el viaje los dejo atrás, en León…

…y me adentro en las inmensidades oceánicas de Castilla escogiendo finalmente las pistas forestales entre pinos…

…hasta que, sin darme cuenta, estoy en Segovia, y delante de mi las montañas que me separan de casa….

En el camino se iban uniendo amigos para acompañarme en los últimos kilómetros, y disfruté en compañía de la última noche en ruta bajo las estrellas.

Tengo una mezcla de sensaciones. Acompañado por mis amigos tengo la sensación de no haberme ido nunca. Son esos lugares antes tan cercanos parte de un recuerdo muy lejano. Tanto, que no tengo la sensación de haber estado en todos los lugares por los que he pasado. Pasan de ser una realidad algo tangible y real, a algo imaginario parte solo del recuerdo.

Cuento batallitas junto al ruido del río en el que hemos acampado. De entre los altos pinos diviso las estrellas….

El cielo, aunque con menos claridad, es el mismo al que observaba, por ejemplo , en Kirguistán.

Por un momento, mi mente viaja lejos, tan lejos como el lugar del que vengo.

Y ahí, en casa, me esperan familia y amigos, y llegamos a ser unas cien personas en bicicleta acompañándome en los últimos kilómetros…

¡¡¡Presumo de amigos!!!

No podía ser mejor el recibimiento y bienvenida, y saber que después de tanto tiempo los amigos no es que sigan ahí, sino que son mas amigos que nunca.

Ahora toca descansar, que África esta a la vuelta de la esquina y va a ser de todo menos fácil.

Muchas gracias por estar ahí, por todo el apoyo que me habéis brindado en estos años, y muy pronto espero teneros de nuevo virtualmente junto a nosotros por muchos kilómetros más. Ha sido un verdadero placer compartir esta aventura con todos vosotros.

No es una despedida, sino un hasta luego… Nos vemos en dos meses por el continente africano, pero hasta entonces atentos al blog porque seguiré subiendo fotografías.

¡¡Un fuerte abrazo!!