Te lo cuento pero no es un cuento.
Ocho años habían pasado desde que recién comenzado mi segundo gran viaje por Africa aparecí casi por casualidad por la finca donde conocí y compartí unos maravillosos días con Sheila, Sylvia,Dominique y Billy. Por aquel entonces apenas tenía 24 años.
Nunca me imaginé que aquellos días perdurarían tanto en mi memoria, y menos todavía que acabaría volviendo a visitarlas años más tarde en bicicleta.
Avanzaba por el Congo y solía imaginarme llegando por sorpresa sabiendo que posiblemente ni se acordaran de mi.
Me había enterado por otro viajero que Billy había muerto y lo devastada y triste que estaba Sheila por la pérdida de su hijo adoptivo.
Dos días escasos fue lo que tardé desde que crucé la frontera dejando atrás el Congo hasta que tomé el desvío entre bosques tropicales por un sendero indicado por un viejo y oxidado cartel.
Recordaba bastante bien el camino y me acordaba perfectamente del lugar donde monté la tienda la última vez.Que bonito es recordar momentos puntuales y tan especiales gracias a los sentidos.
Me encontré todo tal y como lo recordaba.
Espesa, frondosa y caótica la vegetación que envolvía la humilde casa bajo unos imponente árboles que escondían ruidos de animales salvajes por todas partes.
Cuando me acerqué a la casa me recibió un perro gigante, al que no conocía, con roncos ladridos a la vez que movía la cola de felicidad.
Sylvia no tardó en aparecer detrás de una puerta y se acercó curiosamente a ver quién era ese tipo con la bicicleta llena de bultos.
No tardó en reconocerme y nos pusimos un poco al día mientras entrabamos en la casa. En una mesa Sheila esperaba a su hija y compañera de partida de Scrubble a que regresara a la partida y seguir con el juego que yo había interrumpido.
Noté a Sheila mucho más mayor y vagamente se acordaba de mí. No era de extrañar pues tenía ya más de 90 años.
Si, mama, claro que te acuerdas. Es Javier, que estuvo aquí cuando Dominique – le decía Sylvia a su madre.
Sheila era tan excepcional como la vida que había vivido.
Terminada la II Guerra Mundial y después de haber luchado en el frente británico su padre vendió todas sus propiedades.En un camión junto a toda su familia pusieron rumbo hacia el sur para instalarse en la colonia británica de Rodesia del Norte, hoy conocida como Zambia.
Desde entonces pertenece a este continente, al igual que su hija Sylvia.
Un viaje inolvidable a lo largo de esta zona del mundo por aquel entonces bastante intacta, atravesando regiones como el desierto del Sáhara o la selva del Congo en una experiencia muy diferente a la que pueda ser hoy en día.Según cuenta, las carreteras estaban muy bien.
Sheila recordaba el Congo como un país maravilloso donde años más tarde cuando era más mayor iban a pasar algunos fines de semana junto a su marido.
Un Congo completamente diferente al que yo acababa de cruzar.
Queríaa preguntarle por la muerte de Billy pero no sabía cómo sacar el tema.Fue Sheila la que mencionó si no echaba de menos no haber sido recibido por Billy. ”Su Billy”
Sus palabras estaban llenas de tristeza.
Claro que eché de menos no volver a verle, a pesar que no llegué a tener mucho relación con el. Billy era un poco impredecible.
Dominique era diferente. Mucho más social y por aquel entonces ya era un poco vándalo. Con él, en cambio,nos hicimos muy buenos amigos.
Tampoco estaba en la casa desde hacía años. Se fue a los meses de mi paso por allí aunque seguían estando en contacto con él.
Dominique fue abandonado por su madre de muy pequeño, y madre e hija decidieron cuidar de él hasta que se hiciera mayor.
Billy se quedó huérfano casi recién nacido cuando mataron a su madre.
Unos aldeanos llevaron a Billy a casa de Sheila para que cuidara de él y no dudaron en adoptarle y cuidarle como a un hijo.
Todo normal en esta peculiar familia si no fuera porque Billy es un hipopótamo y Dominique un chimpancé.
Cuando descubrí este lugar tan maravilloso Billy tenía 18 años y pesaba dos toneladas, y a pesar de su nombre no era macho sino hembra, pero se dieron cuenta demasiado tarde cuando ya le habían puesto nombre.
Billy solo permitía acercarse a Sheila, a la cual reconocía como su madre.
Por aquel entonces Billy pasaba las horas del día tumbado bajo la sombra de un árbol con su gran masa expandida por el suelo…
…y por la noche se acercaba al río Kafue pero siempre estaba de vuelta por las mañanas, a la espera de que Sheila le sirviera sus dos litros de leche caliente que lleva recibiendo desde que era pequeña.
Mañana le voy a dar leche fría y verás como la muy “señorita” no la quiere,-me dijo Sheila.
Y así fue, a la mañana siguiente cuando la enorme cabeza de Billy se asomaba por la puerta movió la cabeza en señal de protesta porque no había calentado la leche.Los pelos del bigote de Billy hacía del cuerpo de Sheila algo insignificante y diminuto.
De un viejo álbum me mostraron unas fotografías en las que se veía el proceso de crecimiento de Billy, la que meses después de su llegada había crecido tanto que al pasar por las puertas rompía las paredes o dejó hecho añicos el sofá donde solía dormir.
Nunca entendió porque lo sacaron de la casa.
Sospechan que envenenaron a Billy unos ladrones ya que coincidió con que les robaron la bomba de agua en el río días mas tarde.
Dominique era un chimpancé de un año de edad que fue rechazado por su madre, y mientras se adaptaba vivía en la casa con ellas. Dormía en el sofá de la casa…
…y por las mañanas después del desayuno asistía al centro educacional donde aprendía a convivir con los demás chimpancés.
Saltaba por los árboles con plena agilidad.Yo me preocupaba no se fuera a hacer daño.¡Pero si era un chimpancé!
Ahora Dominique vivía junto a un grupo de chimpancés en semilibertad,y tuve la suerte de volver a verle en el bosque, aunque por supuesto no se acordaba de mi.
Ahora estaba mucho más tranquilo, ya que el macho alfa del grupo le había ya dado un par de guantazos bien dados avisándole que ya no era una cría, y el que allí mandaba era el.
Acabé quedándome muchos más días de lo esperado ya que me pilló la malaria el día de mi rencuentro con Dominique, pero eso ya es otra historia.
Sheyla y su difunto marido David fundaron Chimfunshi, el mayor refugio de primates del mundo.
En el año 1983 unos habitantes de una aldea próxima les entregaron a Pal un chimpancé que había sido confiscado a unos furtivos que cazaban en la R.D del Congo. Sin experiencia, pero con mucho mimo y cuidados lograron que Pal que presentaba síntomas de mal nutrición y con heridas en la cara sobreviviese. Este es el comienzo de la historia del orfanato y refugio para chimpancés de Chimfunshi, uno de los más grandes del mundo.
En los años venideros se convirtió en el refugio de otras muchas especies de animales. Acogen principalmente a monos y chimpancés confiscados a furtivos que los cazan para vender como carne en los mercados del oeste y del centro de África. Los más jóvenes son vendidos como mascotas y en muchas ocasiones sus cabezas y manos son utilizados como objetos de decoración o como trofeos.
Otros han llegado de zoológicos de todo el mundo o recuperados por asociaciones de defensa de los animales. Un ejemplo es el de Karla de 25 años y proveniente de México y que fue amaestrada para bailar sobre zancos y durante el espectáculo fumaba y bebía en el escenario. Otro caso de crueldad es el de Milla, que fue utilizada como atracción en un complejo turístico de Tanzania y cuando ingresó en Chimfunshi era adicta al tabaco y al alcohol.
La finca consta de tres zonas. La de acogida, en donde los chimpancés se habitúan a convivir en grupo; la de vida, donde se encuentran los grupos en espacios abiertos, pero siempre cercados por una valla, y la de confinamiento, donde están los chimpancés mas problemáticos que son incapaces de adaptarse a ningún grupo. Estos suelen ser los que han tenido las experiencias más duras antes de que fueran trasladados a Chimfunshi.
Se estima que en África se cazan más de 4000 chimpancés al año. Durante las cacerías los furtivos abaten a los adultos que tratan de proteger a sus crías. De cada cinco crías capturadas sólo sobreviven una o dos. Lo que significa que sacrifican 50 adultos para conseguir un par de crías que luego serán vendidas para exhibirlas en espectáculos de ferias.
A comienzos del siglo 20 más de 5.000.000 de chimpancés habitaban el oeste y el centro de África, hoy quedan apenas 150.000. Han sido desplazados de 4 países de los 25 que habitaban.