Pedaleaba por una carretera llena de camiones y en sus orillas veía enormes fábricas de textiles. Me dirigía a Dhaka.
Por la mañana había cruzado desde la India y todavía recordaba la bienvenida que el ejército de Bangladesh me había brindado.
Había recorrido 100Km y estaba a tan solo 30Km de Dhaka, aunque por el intenso trasiego de vehículos daba la impresión de estar ya en inmerso en el tráfico de alguna gran ciudad.
Era de noche y la carretera demasiado peligrosa con tantos camiones, así que decidí montar la bici en un autobús para tener más posibilidades de llegar en una sola pieza.
Llegué a Dhaka bien entrada la noche y me dirigí a casa de Alex, un miembro de la comunidad de ciclo viajeros warmshowers al que todavía no conocía y que me había invitado a quedarme en su casa.
El autobús me dejó en el centro de Dhaka, pero hasta la casa de Alex tenía 10Km por delante.
El tráfico era terrible pero noté algo diferente. No había tanto ruido.
La mayoría de vehículos atascados eran rickshaws. El único ruido que emiten es la campanilla de su bicicleta, y al venir de todos lados parecen entonar una melodía.
Se estima que en Dhaka hay 800.000 rickshaws.
Estar en medio del atasco resultó entretenido. La gente me regalaba sonrisas y yo disfrutaba con la gente de uno de los países más hospitalarios del mundo.
Me preguntaban a donde me dirigía y se aseguraban de que fuera por el buen camino.
Finalmente encontré la casa de Alex, un ingeniero francés que trabaja en la construcción de una planta potabilizadora de agua.
El también ha viajado en bicicleta y eso es algo que une mucho.
De todo esto hace algo más de un mes y desde entonces siempre hubo algo que me tuvo intranquilo.
Primero renovar mi pasaporte, luego extender el triste visado que el corrupto cónsul de Bangladesh sólo me había dado para siete días, aunque lo que más me preocupaba era conseguir un visado para la India de seis meses, pues con menos tiempo no podría llegar al Himalaya antes de que abran las carreteras después del invierno. Es algo que he deseado hacer, en bicicleta, desde que pisé Ladak y Cachemira hace ya casi ocho años.
Con pasaporte renovado y visado extendido ahora tocaba la batalla más dura: conseguir el visado para la India.
Conseguí una carta de recomendación de la embajada española que explicaba mi viaje en bicicleta, con la que pretendía ablandar a los funcionarios de la embajada india para aumentar las posibilidades de conseguir el ansiado visado.
Con cita previa, una mañana me dirigí, muy optimista, por las calles atestadas de Dhaka a la embajada India, dando casi por hecho que obtendría los seis meses.
No sólo no me dieron los seis meses, sino que me denegaron el visado.
El insistir sólo me cerraba puertas, así que con una derrota vuelvo a casa en busca de alternativas. Volar a Nepal e intentarlo desde allí, y hacerlo ya, porque esa era la única alternativa.
Miré vuelos y al ver los precios decidí volver a la embajada. Fue una suerte que me dejaran pasar, y una vez dentro tuve la fortuna de dar con la persona adecuada, el oficial que autoriza los visados, que después de explicarle lo más conciso y rápido mi situación (antes de que le fuera más indiferente), le enseñé la carta de la embajada española que en esa ocasión sí pareció tener efecto.
Me pide el pasaporte y me dice que espere.
Al rato, alguien me confirma que han aceptado mi solicitud y que haga el ingreso correspondiente en el banco. No me confirman los seis meses, pero me dicen que vuelva el día cuatro.
Y ahora mientras escribo estas líneas tengo ya el visado en mi recién estrenado pasaporte y que me permite ser libre durante los próximos seis meses.
Ahora todas las preocupaciones quedan atrás, los malos días y frustraciones. Pero son en los momentos de dificultad donde hay que dejar lo mejor de cada uno. Paciencia y no tirar la tolla.
Pero lo mejor es que después, de los momentos duros y complicados, vienen los momentos más dulces que se disfrutan con gran gozo.
Atrás en Bangaldesh dejo grandes amigos y la que ha sido mi gran compañera de viaje los últimos 19.000Km.
Sin la ayuda y hospitalidad de Alex, Nafeesa y Julián, mis anfitriones en Dhaka, las cosas hubieran sido mucho mas difíciles.
La bici se queda aquí con Alex y así tiene la posibilidad de terminar la ruta que le tenía planeada aunque no sea conmigo.
Pero entonces ¿Qué voy a hacer yo?
Recoger en la India una nueva bici que Orbea me ha dado para que pueda continuar lo más lejos posible este proyecto. Saber que no estoy solo hace las cosas mucho más fáciles.
Ahora solo toca pensar en los lugares que me esperan.
India, Pakistán, China, Tayikistán…y de solo pensarlo se me ponen los pelos de punta