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Y al terrorista se le apareció…… ¡El obispo!

Y al terrorista se le apareció…… ¡El obispo!

Llego a la iglesia donde me espera el sacerdote y los feligreses. Después de un exhaustivo control el sacerdote ve finalmente buenos propósitos en mi persona.Accede a alojarme esa noche en la casa de la parroquia,donde de nuevo escoltado bajo la luz de su coche y dos motos más, llegamos bien entrada la noche.

Una vez se fueron todos, el sacerdote me confiesa que piensa que la parroquia no sea un lugar seguro para mi, y que estaba esperando a que se fueran todos para llevarme a un lugar seguro.Nadie sabría donde encontrarme.

Volvemos a poner  rumbo de nuevo ahora tan solo alumbrado por las luces de su coche sin sentir fatiga en el cuerpo gracias a la tensión y nervios del momento.Esquivando charcos y zonas embarradas volvemos al pueblo.

Al verme pasar en la oscuridad pude escuchar algún grito de: ¡Boko Haram! ¡Boko Haram!

Llegamos por fin a un modesto hotel, donde la dueña dice ser una buena católica,y que esa noche puedo pasar ahí la noche sin correr riesgo.

Tumbado ya en la cama peleándome con algunos mosquito al escribir en mi diario “tercer día en Nigeria” tengo la extraña sensación de llevar semanas en este extraño y surrealista país.

Me levanto por la mañana como si el día anterior hubiera sido un sueño, pero al abrir la puerta me encuentro con la dura realidad: Seguía siendo Nigeria.

Afuera uno de los policías que me escoltó la noche anterior,el cual no dejaba de decirme lo seguro que era Nigeria, estaba fuera vigilando con unos prismáticos…

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El sacerdote vino en mi busca  con algo de fruta y me comenta que el obispo ha oído hablar de de mí y quiere conocerme personalmente. Vive en Auchi, y el sacerdote se ofrece a acercarme en coche.

Llegamos a toda velocidad a la ciudad de Auchi, y nos encontramos de frente con una enorme mezquita.

Intento encontrar el porque en esta región de Nigeria, y no en las anteriores, la gente piensa con certeza que soy un terrorista.

Veo posible que hay una visible y no tan minoritaria población musulmana, y eso puede causar temor entre los cristianos.

En la calle principal de Auchi una moto despistada se acerca demasiado y choca contra nuestro coche por la puerta en la que estoy sentado.Puedo ver como la moto se cae al suelo.

El sacerdote no parece inmutarse y sigue de largo. Y al cabo de unos minutos dice: – ¿He sido yo?¿Se ha chocado contra mi coche?

Llegamos finalmente a la casa del obispo donde estaba reunido con otros sacerdotes.

Me invitan a pasar en medio de la reunión y tras darme la bendición, regalarme una Biblia y un rosario, me comenta que me sienta bienvenido, y que me van a ayudar en todo lo posible: ”Porque en esta vida todo es sacrificio hijo, y eso es lo que tú estas haciendo

Conocen de mis problemas cuando me confunden con un militante de Boko Haram, y a todos parece hacerle gracia y justifican los actos de la gente por el miedo.

– Ya, pero uno no puedo tomarse la justicia por su mano, para eso esta la policía , o el ejército, y son ellos justo los que me protegen de la gente”

Me dan el contacto de la parroquia donde tenía pensado hacer noche y me quedo tranquilo al saber que al llegar a Egenedobe no tendré problemas.

Cuando el sol empezaba a dar un respiro y desde el oeste solo me daba en la espalda, al paso por los pueblos intentaba saludar lo máximo posible y sonreír. Si paraba, siempre se acercaba la gente para pedir mi identificación y que mostrara mis alforjas.

– ¿Dónde llevas la pistola?¿Tienes otras armas?¿No tendrás un misil en esa bolsa grande?¡Enséñamela!

Llevaba el crucifijo bien a la vista y el rosario lo llevaba colgado del manillar. No quería pasar ni por árabe ni musulmán…

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Después de haber sido interrogado en un pueblo y habiéndome despedido con sonrisas, tardo poco en ver como el ruido de unas motos se acercan hacia mí.

Un hombre que conduce de forma agresiva me intenta cerrar el paso y me lleva hacia la cuneta. Se coloca delante de mi y derrapa a la vez  con aire provocador me dice que frene.

Vienen armados con palos,y no me extrañaría que estuvieran armados.

Miro a mi alrededor y solo estoy yo con estos cuatro “salvajes” y que por el color y brillo que despiden los ojos de uno de ellos intuyo que va bastante borracho.

Vacío las alforjas mientras les menciono al Obispo y les comento que voy a la Parroquia del Sagrado Corazón.

– ¿Quién te ha dado este mapa? ¿Por qué estas en esta carretera? ¿Cómo la conoces?

Me esta costando más de la cuenta explicarles que soy un turista, un viajero y les digo que estoy en una misión que es llegar en bici a Sudáfrica.

– ¿Eres misionero entonces?

– ¡Sí!. ¡Soy misionero!

Logro salir de esta después de una hora de charla y me alejo lo más rápido posible e intento llegar a Egedonobe, en el banco del río Níger.

No pasan mas de 5 minutos cuando otro número indeterminado de motos se dirigen hacia mí y me hacen parar de nuevo. Ahora son muchos más y empiezan a llegar motos de todos lados. Estoy completamente acorralado ya que en los pueblos cercanos han escuchado que hay un infiltrado de Boko Haram.

Les enseño la Biblia, el rosario, el crucifijo y vuelvo a abrir todas las alforjas. Empiezo primero donde llevo la ropa sucia, el hornillo de cocina (el cual despertó mucha curiosidad).

Al final se presentó un policía, o eso decía ser, y a través de el transmití mi indignación por ser tratado como un terrorista.

Cuando llegué finalmente a Egenodobe ya habían oído hablar de mi y tenían mis referencias.

– Si veis un hombre en bicicleta no es de Boko Haram, ¡Es un misionero!

Pregunto a la entrada del pueblo por la parroquia que me habían indicado, y en el transcurso del recorrido (me iban escoltando dos hombres en moto) iban pregonando a los viandantes que no era de Boko Haram.

Al llegar a la misión tenía mi habitación preparada, y una carta del obispo sobre una hoja en la que mostraba una imagen de Jesucristo explicando mi situación de viajero y buen cristiano y que me ayudasen en todo lo posible…

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Esto, facilitó mucho las cosas a partir de entonces cada vez que me paraban, y aun así, no dejé nunca de sentirme discriminado y no dejé de encontrarme en situaciones delicadas.

El sacerdote me había pedido que fuera a misa,a las 6 de la mañana, y luego me escoltarían a la orilla del río Níger, donde podría coger una barca y atravesar, por fin,el río que meses atrás, en Guinea, había visto por primera vez.

El ciclista terrorista yihadista.

El ciclista terrorista yihadista.

Abandonaba, por fin, la carretera principal.

El día anterior había dormido en un pequeño hotel, su dueño, Pete, me había invitado.

Típico hotel barato africano, con un salón donde una mujer pone cervezas y una bola de discoteca brilla en la oscuridad al son de una música que sale distorsionada de los altavoces. En los sofás del fondo están sentados unos hombres que beben unas botellas de cerveza y mientras fuman, y unas mujeres entran y salen cada cierto rato.

Decido coger un pequeño atajo que me muestra mi GPS, y ahora en vez de dirigirme hacia el este me desvío hacia el norte. Ya he llegado a lo más cerca que quería llegar de la región del delta del Níger.

El asfalto esta impecable y la vegetación poco a poco ha empezado a abrirse camino, convirtiendo esta vieja, pero bien mantenida, carretera en lo más parecido a un carril bici…

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Es la primera vez en Nigeria que voy por caminos solitarios, y mi sentidos me piden estar alerta.

Obviamente no pasa nada, mas que tener que bajarme de la bicicleta en un par de ocasiones para pasar unas zonas pantanosas entre plantaciones de aceite de palma.

El día transcurre con normalidad, siempre por carreteras con poco o inexistente trafico y un asfalto casi solo para mi, con unos pocos pueblo esparcidos a lo largo de los casi 100 Km. que recorro casi sin pausa.

En mitad del camino la única manera de cruzar un río es en piragua, pues el único puente que unía las orillas está destruido. He aquí la razón por la que llevaba horas sin ver un coche…

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En el margen del río la gente que esperaba para cruzar a la otra orilla se  acercaba y muestra a su admiración y curiosidad cuando les digo que vengo desde España en bicicleta.

¿Con esta bicicleta?

¿Tu gobierno te paga cuando llegues a Sudáfrica?

¿Cual es tu misión?

¿Estas haciendo un experimento, un estudio?

Con el móvil bien arraigado en el continente, todos quieren hacerse una foto conmigo…

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Del otro lado un grupo de hombre grita:

– ¡Boko Haram ,Boko Haram! Cuando me ven llegar en la piragua.

No se si tomármelo a risa o tirarme al río y echarme a nadar al ver uno de los que grita tiene una escopeta…

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No me fue difícil hacerles ver que no era más que un inofensivo turista.

– ¿Terrorista?

– ¡No!, ¡No! ..¡¡Turista!!

A pesar de este incidente el día estaba siendo precioso. El camino me sorprendía por el poco tráfico y con la vegetación que llenaba de vida a cada pedalada…

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Algunos pueblos tenían un aspecto colonial decadente …

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Llego por fin a un cruce de carreteras y tengo que pasar por el centro del pueblo.

Un hombre se interpone en mi camino y me da el alto con un enorme palo de madera con clavos en la punta.

– ¡Alto!

– ¡No! ¡No! Tengo que seguir- digo sonriendo como si me tomase a broma a aquel hombre.

Veo en su gesto que no hay nada de broma en el asunto y finalmente paro.

Me dicen que abra las alforjas y le pregunto si es policía, y si es así que se identifique.No es, pero dice ser el guardian del pueblo.Un amigo suyo, con barba y el brazo tatuado, se acerca mientras se bebe una botella de cerveza.

Decenas de personas se empiezan a agrupar a mi alrededor, y escucho mucho la palabra Boko Haram.

– ¡No soy de Boko Haram! Pero si los de Boko Haram son nigerianos, son negros y yo ¡soy blanco!

– Ya pero mira Bin Laden, también es blanco como tú.

Entonces veo la similitud, contando que en más de una ocasión me han confundido con un chino.

Se presenta por fin un policía y me siento un poquito más seguro y tranquilo.

Muestro el crucifijo que desde que entré en Nigeria solo me quito para dormir, pero la gente sigue tensa.

Me hacen abrir la bolsa donde llevo la tienda y la esterilla, y al abrirla, un grupo de personas asustadas se echan para atrás como si llevara una bomba que fuera a explotar.

Al final, después de pasar un momento muy tenso, y ya con el ambiente relajado, me despido con alguna risa y chocando las cinco con el tipo que minutos antes me había hecho parar amenazándome.Quiero dejar la máxima constancia de que soy un tipo inofensivo, incluso gracioso.Les hago una foto antes de continuar que para nada refleja el ambiente vivido…

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Me alejo y mi corazón sigue a mil.

Desaparece de nuevo el asfalto y me encuentro con barro…

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La gente que me encuentro en el camino es increíblemente amable y atenta…

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El problema es cuando paso por los pueblos.

Empezaba a anochecer y quería buscar una iglesia donde dormir.

Me paro a hablar con un grupo de hombres al llegar a un pueblo y les comento de donde vengo y a donde voy para evitar confusiones, y les comento, en tono humorístico, que muchos me confunden con un miembro de Boko Haram.

Una mujer mayor que allí estaba sentada exclama mientras da una palmada entre carcajadas.

– ¡Yo pensé al verte llegar que eras de Boko Haram!

Me indican donde esta la iglesia, no muy lejos de allí, y cuando entro por la puerta del recinto un grupo de hombres viene por detras en moto hacia mí casi derrapando y me detienen.No son ni policías ni traen buenos modales.

Quieren que vaya a la policía, y me escoltan hasta el cuartel.

Al entrar en el cuartel, la cara de los policías cambia completamente al verme llegar con la bicicleta tan cargada.

– ¡No puedes pasar! ¡Para ahí!

Me costó mucho menos hacerles ver mi situación, y tras apuntar mis datos en una hoja de papel, mientras el oficial miraba una película de Nollybood a todo volumen, me dejaron ir, pero para mi seguridad me irían a escoltar hasta la iglesia, por dos motos y un coche que a la vez me alumbraban.

Lo peor estaba aun por llegar.

 

 

 

 

Welcome to Nigeria

Welcome to Nigeria

Es el gran día.

Por la mañana me levanto muy pronto; he dormido en un aula de una escuela.

Ante la pizarra y en medio los pupitres voy recogiendo la tienda…

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El suelo ha sido un excelente somier, y me dispongo a recorrer los últimos kilómetros que me dirigen hacia la frontera con Nigeria.

En el patio del colegio un grupo de mujeres barre desde el amanecer y me despido del director que sin ningún problema me cedió el aula el día anterior.

En la carretera, todavía asfaltada, veo el cartel que indica: Nigeria..

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La ilusión y la desconfianza acuden a la vez a mi cabeza. Aunque sé con lo que me voy a encontrar, es difícil no sentir un poco de aprensión y recelo después de tantas experiencias escuchadas y que le dan su merecida reputación.

El camino se convierte en una pista de barro con trozos de asfalto, que me cuestan mucho menos esquivarlos que a los destartalados coches que circulan a la misma velocidad que mi caballo de hierro.

En la frontera con Benin, decido guardar mi cámara de fotos en el fondo de una alforja, y durante mi paso por Nigeria no haré más fotos que con la Gopro, mucho más pequeña y discreta que la otra. Desgraciadamente la calidad de las fotos no será la misma.

El último policía en Benin me desea buena suerte y me advierte de los peligros de Nigeria, pero aunque ya voy advertido no le hago mucho caso porque ha sido en cada país que me avisaban de los peligros del siguiente país, y si preguntara en Nigeria, me dirían que de donde vengo, Benin, es un país muy peligroso.

Veo por fin la barrera que hace de frontera y el cartel que me da la bienvenida a Nigeria.

Unos policías me indican una caseta donde después de buscar el visado en mi pasaporte, me preguntan cuantos días me quiero quedar en Nigeria.

Nunca antes, en ninguna frontera, me habían dado el honor de elegir el tiempo que me quiero quedar en un país.

Gente muy educada y amable, con una especie de pistolita me hacen “las pruebas a ver si tengo ébola”

– Estás sano, puedes pasar- me dice el oficial de inmigración mientras me da el pasaporte y me pide mi contacto en Facebook.

Estaba ya en Nigeria, y de momento era como cumplir años.  No hay diferencia de un año a otro.

La diferencia vendría en los próximos kilómetros, con controles policiales cada 2 Km ó 3 Km, donde me paraban para hacerme fotos con los policías mientras los otros conductores soltaban dinero para que no les hicieran perder tiempo.

En algunos controles los policías iban bien armados, en otros no llevaban más que un palo de golf, un bate de béisbol o un paraguas.

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A mi paso por los pueblos alguna gente gritaba: ¡Boko Haram, Boko Haram!

Se me iba a hacer de noche y  quería avanzar rápido, así que tuve que rechazar la invitación de un policía a comer “el plato típico nigeriano”, y comentarles mis intenciones para que me dejara ir antes.

– ¡Espera! ¡Una foto más!

Al final  ni  dándome el alto paraba en los controles, y con la mano les indicaba que iba lejos y que tenía prisa.

Al llegar a un cruce  desapareció el asfalto  al igual que la tranquilidad. Por el sur se llega a Lagos, al norte a Abeokuta, y por el camino que voy yo sé que llega a la autopista que está, todavía, a unos 60 Km.

Paro a comerme un plato de “fufú”, el legendario plato africano hecho a base de mandioca, en un modesto restaurante de carretera…

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En el cruce hay un camión blindado  y un policía me da el alto.

Se acerca hacia mí con un chupito en la mano y le pregunto si le puedo hacer una foto.

-¡Por supuesto!- y se bebe el chupito mientras posa junto al furgón y su kalashnikov.

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Me desean buen viaje y me vuelven a preguntar por mi contacto de Facebook.

Camiones por todos lados sorteando los agujeros en lo que queda  de “carretera” me hacen ahora compañía, y no se ven más controles policiales. No sé qué prefiero yo.

Estoy justo al norte de Lagos, bordeando la ciudad por el norte, y me empiezo a preocupar porque la noche pronto se me echará encima y sigo sin ver un buen sitio donde dormir.

Una de las cosas que me había propuesto para Nigeria era: por la noche nada de bici.

A ambos lados de la carretera veo carteles que anuncian nuevas urbanizaciones y parcelas en construcción.

En una de las entradas veo la caseta de un vigilante, y en la puerta tres pintores que terminan su jornada.

Al principio parecen asustados pero tardan poco en ver que soy un inofensivo viajero, y al preguntarle por un lugar “seguro” donde dormir, no tarda en darme las llaves de una oficina para que pase allí la noche…

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Más tarde me confiesa que al principio pensó que podía ser uno de los de  Boko Haram.

Por la noche, justo hacia el sur, el cielo estaba completamente iluminado. Eran las luces de una de las ciudades más grandes del mundo y que a toda costa quería evitar.

Ahora mejor irse a descansar que mañana empezaría la aventura de verdad.

 

Que ganas de irse de Ghana

Que ganas de irse de Ghana

Subimos montañas por caminos de tierra para llegar a la desolada frontera entre Ghana y Togo…

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Fue sin duda lo más bonito de Ghana su frontera con Togo.

…y a medida que nos acercábamos al puesto fronterizo florecían innumerables sensaciones contradictorias. Atrás se quedaba un país que nos cargó de contrariedades que enturbiaron nuestro ánimo y nos dejó lleno de decepciones.

Recuerdo todavía la renovada energía con la que entramos en el país desde Burkina, ansiando dejar atrás la tórrida región del Sahel y nos encontramos con las primeras palabras cálidas y amables en inglés con las que nos dieron la bienvenida en la que fuera la primera colonia africana en conseguir la independencia, hace ya más de 60 años: Ghana.

Todavía muy al norte, los “lobi”, el grupo étnico que habita a ambas partes de la frontera, son más parecidos a los burquineses. Amables, simpáticos, afectuosos y hospitalarios no dudaron en ofrecernos cobijo cuando vieron que estábamos montando la tienda en una explanada cubierta de hierba alta.

– “Venir mejor a nuestra aldea, por aquí hay muchas serpientes”-. Declinamos la invitación. Estaba anocheciendo y ya teníamos montado el campamento, y después de un largo y duro día queríamos un poco de tranquilidad e intimidad.

Al amanecer la gente del poblado nos estaban esperando para mostrarnos con orgullo su ganado y su pequeña aldea…

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A medida que nos dirigíamos hacia el sur dejábamos de ver mezquitas, y a su vez echábamos de menos la hospitalidad y amabilidad que nos habían brindado los musulmanes por todos los países que recientemente habíamos cruzado.

Imaginábamos que al entrar en uno de los países más desarrollados del África occidental, y de estar más próximo al Ecuador, nos encontraríamos con una variada alimentación, pero nada más lejos de la realidad fue lo que nos encontramos: “LA PEOR COMIDA DEL MUNDO”.

Suerte que por estas latitudes la fruta es uno de los regalos más habituales de la naturaleza, y en ella encontramos nuestro mejor escape a la desastrosa alimentación de los ghaneses. Sin duda heredaron lo peor que podrían haber heredado de sus colonizadores (los ingleses).

Casi sin darnos cuenta en nuestro camino que nos llevaba hacia la costa por pequeños senderos alejados de las carreteras asfaltadas…

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… dejamos de ver mezquitas a la vez que florecían por decenas en cada pueblo, por muy pequeño que fuera, todo tipo de iglesias cristianas…

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La más modesta de cuantas hemos cruzado…

En su más amplia diversidad y variopintas se anunciaban en un sinfín de innumerables carteles que invariablemente llevaban la foto de su pastor o reverendo y anunciaban las horas del rezo y celebraciones varias.

Todo tipo de sectas del cristianismo: Adventista, Pentecostal, Evangelista, Adventista del 7º día, Apostólica, Protestante, Testigos de Jehová,Luterana, Católica, Metodista,etc., y algunas de las más pintorescas como “la iglesia internacional de los iluminados”, “capilla de los ganadores”, “iglesia de los pecadores”, etc.

Algunos de los reverendos de estas iglesias amasan grandes fortunas, y da la impresión de ser uno de los negocios más rentables del momento.

El nombre de las pequeños negocios siempre tenían un contexto religioso…

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¿Un poquito de cordero?

A la vez que cambiaba la religión, no cambiaba la estampa típica del hombre bajo la sombra de un árbol, o lo que tercie, mientras la mujer trabaja.

Al entrar en un pequeño hotel, le comenté a la mujer que me enseñó la habitación que mi pareja era quien tenía la última palabra.

– ¿Y eso por qué? Pero si tú eres el hombre.

– Ya, pero ella, también, tiene opinión y debe manifestarla.

– Pues no está bien, tú eres superior.

– ¿Y eso? -contesto muy sorprendido.

– La mujer fue creada de la costilla del hombre.

– Bueno…

Ella aprovecha ese momento de aturdimiento que tengo y en el que no encuentro respuesta y   me suelta: – ¿Pones en duda la palabra del Señor?

Fue sin duda el fervor religioso que se respiraba lo que más llamó nuestra atención.

Había más ruido un domingo por la mañana que un sábado por la noche.

Llegamos a la capital, Accra, y en la orilla de carretera nacional vimos un enorme cartel que nos daba la bienvenida, y por supuesto con la foto de un reverendo y un aviso:

¡Arrepentiros! ¡La llegada de Jesús es inminente!

Unos días más tarde comprobamos que no son tan fervorosos a la hora de cumplir con la doctrina de Cristo, pues no es normal que nos hayan robado tres veces en el mismo país y en unos pocos días.

No percibimos la calidez que nos ha hecho sentir siempre bienvenidos, que es lo que más anhelamos en cada país que visitamos. A medida que nos acercábamos a la costa…

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…advertíamos que la gente mostraba sin disimulo su contrariedad y animadversión cuando se encontraban con nosotros.

El único término que usaban para dirigirse a nosotros era “Blooney“, el cual confundí los primeros días con Rooney (algo no muy agradable que te encuentre un parecido con el jugador del Manchester,) pero  resultó ser el significado de “hombre blanco”.

Al contrario que en el resto de países africanos el término “blanco ” generalmente lo utilizan los más pequeños, aunque aquí eran todas personas y de todas las edades las que con un tono burlón  y despectivo lo usaban para referirse a nosotros.

Nos fue imposible establecer algún tipo de relación, pues nos encontramos con gente fría y distante.

Y así, mientras dejábamos atrás Ghana (¡con muchas ganas!), nos encontramos en Togo y como por arte de magia de nuevo con la amabilidad, calidez y hospitalidad de la gente.

Y por muy extraño que parezca, ya que Togo es un país mucho menos desarrollado que Ghana, la alimentación y comida vuelve a ser decente.

Algo positivo que hemos sacado de nuestro paso por Ghana ha sido volver a apreciar aquello a lo que nos habíamos acostumbrado, pues no hay nada más bonito e importante en cada país que llevar consigo la sensación de sentirse bien recibido.