Bienvenidos a los pamires
Os presentamos a los pamires…
Después de encontrarnos con otra pareja de ciclistas, Aitor y Laura (aqui su blog)y recibir los cuatro la buena noticia de que los pamires volvían a estar abiertos, decidimos embarcarnos en esta locura/aventura juntos.
Nos esperaba esta remota e inhóspita región de Asia central donde se encuentran las cimas más altas del mundo fuera del gran Himalaya.
La carretera por la que vamos a transitar fue construida por el ejercito soviético hace apenas 80 años, con la intención de facilitar el transporte de soldados y de mercancías a esta remota parte del imperio.
La encaramos de frente, desde Sary Tash, el último pueblo que veríamos en Kirguistán.
Ante nosotros tenemos las imponentes paredes de las montañas por las que cuesta creer que alguien haya sido capaz de construir una carretera. A nuestra izquierda vemos el pico Lenin, y por detrás tímidamente se asoma el pico comunismo.
Bajo esas imponentes montañas los pastos se han secado y los prados donde hace unos meses los nómadas apacentaban sus ganados y montaban sus yurtas están deshabitados.
A medida que vamos avanzando se ve mas claro el valle por el que ascendemos. El seco lecho de un río baja directamente de un glaciar, aparentemente desde la misma dirección en la que vemos el pico Lenin.
En esta árida y seca región la forma de precipitación mas común -única diría yo- es la nieve…
…donde la temperatura no suele superar los 0ºC en el tramo más caluroso del día, el deshielo de la nieve o de los glaciares desaparece y los ríos se secan completamente. No hay que dejar volar mucho la imaginación para imaginar que toda la nieve acumulada durante el invierno se funde y alimenta a estos cauces ahora secos y que bajaron con enormes caudales de agua en la época del deshielo formando torrenteras henchidas de agua bajando con rapidez y anegando los prados.
Sabemos que si nos pilla una gran tormenta de nieve, esa nieve no desaparecerá hasta la próxima primavera, por lo que es indispensable que nos carguemos de comida, no solo para aguantar los muchos días que pasarán hasta que volvamos a encontrar un pueblo, sino para ponernos en el peor de los escenarios posibles en los que tengamos que esperar a que se despeje la carretera de nuevo después de alguna tormenta.
Cruzo los dedos para que, aunque parezca muy raro, nos pille por lo menos una gran ventisca.
El asfalto desaparece y de frente vemos la lengua de un glaciar. Nos encontramos con fuerte viento de cara…
…y como estamos a 4000 m, notamos como los músculos se vuelven más pesados y tardamos más en recuperarnos. Es una extraña sensación que la provoca la falta de oxigeno y que nos obliga a controlar la respiración mientras el corazón sube de pulsaciones de forma casi desbocada.
El paisaje es sencillamente impresionante…
El día se había levantado ventoso y nublado, al mismo tiempo que por el valle empezaba a aparecer nieve sobre el camino, a lo lejos comenzaban a mostrarse ente las finas nubes las primeras manchas de azul celeste, y que finalmente nos dejaron un cielo completamente limpio.
El viento antes embravecido parecía estar tranquilizándose.
Llegamos a la cima del primer puerto, y por el que abandonábamos Kirguistán para entrar a Tayikistán.
Todo estaba nevado, y el sol en el oeste empezaba a esconderse detrás de las montañas, por lo que intentamos descender un poco por la carretera ya completamente cubierta de nieve. Nos apresuramos en buscar un sitio donde montar la tienda antes de que el sol se despidiera hasta el día siguiente y la temperatura bajara radicalmente.
Después de un pequeño descenso, nos encontramos con el puesto fronterizo de Tayikistán donde un soldado tayiko, con su traje militar de apariencia soviética, con un kalashnikov colgado del hombro y un gorro con pinta de ser muy cálido nos levantó una destartalada barrera y nos pidió los pasaportes.
Tuvimos que registrarnos y rellenar formularios en los tres controles de la frontera. Se nos hizo de noche pero en el control de inmigración nos dejaron un container para que pudiésemos dormir protegidos del frío extremo que hacia fuera. Acababa de ponerse el sol y el termómetro ya marcaba -13ºC.
Al día siguiente todavía nos tocaba bajar lo que habíamos subido en el día anterior, y nos encontramos por primera vez con los increíbles paisajes del Pamir…
…que parecían mantos cubiertos de blanco, con sus ríos helados…
…y la carretera parecía dirigirnos siempre a lugares incluso más bellos…
Cualquier sitio era bueno para acampar. Nuestros días terminaban una vez dentro de la tienda de campaña, cuando el termómetro llegó a marcar -30ºC, y la idea de salir fuera nos daba mucha pereza…
Aunque el hambre apretó y en ocasiones nos obligó a pasar frío mientras cocinábamos…
Era imposible encontrar agua y por las noches teníamos que derretir nieve para poder beber o buscar bajo la capa de hielo…
…de algún río helado…
…pero la naturaleza gracias a sus manantiales a veces nos regalaba el agua que brotaba de la tierra, donde no se congelaba…
Los colores del invierno se nos han quedado grabados en la retina. Significaban frío cuando las nubes heladas parecían desmoronarse sobre el horizonte…
…pero !Qué gusto volver a notar el cambio de estaciones cuanto más nos alejamos del ecuador!…
…y contemplar estos paisajes tan hermosos y salvajes que nos hacen sentir la naturaleza en su estado más puro.
A medida que cruzábamos puertos todo se volvía mas árido, y aun haciendo el mismo frío no había rastro de nieve por ninguna parte…
En esta inhóspita y remota región de Tayikistán, el país más pobre de las antiguas repúblicas soviéticas, no disponen de electricidad.
A la hora de la llamada al rezo en las mezquitas el almuédano llamaba a los fieles igual que siglos atrás…
Hemos llegado ya a Murgab y en el mercado…
…toca reponer provisiones porque todavía no hemos hecho ni la mitad del camino.
¿Venís con nosotros?
¿Quién se atreve?
Os aseguramos, que lo mejor está por llegar.