Con escolta de camino a Gilgit
Mientras esperábamos a conseguir, en Islamabad, los visados de China, Kyrgyzstan y Tajikistan, justo 5 días antes de Eid Mubarak, el día que los musulmanes celebran el fin del ramadán, un grupo de hombres armados bajaron de un autobús a 25 chiítas y los fusilaron a plena luz del día. Unas horas más tarde los talibanes de Pakistán se hacían responsables de los hechos.
Esto ocurría en la carretera del Karakorum, a pocos kilómetros de Gilgit, de mayoría chiíta.
Y a Gilgit nos dirigíamos nosotros en nuestro camino hacia China, pero el ejército pakistaní cortó la carretera y declaró un toque de queda para evitar mayores derramamientos de sangre.
En su gran mayoría la población de Pakistán pertenecen a la rama sufí, aunque hay regiones donde los chiítas y otras ramas del islam son mayoría, como por ejemplo Gilgit, que pertenece a la región de Gilgit-Baltistan.
La carretera estuvo cortada mas de 10 días, lo que alargó nuestra espera en Islamabad.
Finalmente, el día 24 de septiembre, el ejército tras garantizar la seguridad de la carretera, volvió a abrir el tráfico, pero ahora todos los vehículos viajarían con extrema precaución.
A la ya tensa situación, en la que por la noche los vehículos estaban obligados a viajar en convoy, escoltados por el ejército, ahora en cada vehículo, ya fuera de día o de noche, viajaría con un soldado, además de la escolta con patrullas permanentes que proporcionaban desde las afueras de Islamabad, en el distrito donde supuestamente asesinaron a Bin Laden, hasta la entrada en Gilgit, 600 Km más adelante.
Se notaba tensión, y lo pudimos comprobar cuando al autobús, en el que nos obligaron a viajar, le reventó una rueda y la expresión de las caras de los viajeros mostraban algo más que sorpresa. Se asomaban por la ventana y al comprobar que la explosión era provocada por el reventón de un neumático empezaron a decirnos que no pasaba nada y todo el mundo nos decía que nos nos preocupáramos.
Cada vez que bajábamos nos acompañaba un soldado, que era nuestra escolta…
Tras varios pinchazos, infinitos controles y largas esperas por los convoyes, llegamos después de 24 horas de viaje a Gilgit.
Eran las once de la noche y la ciudad estaba completamente a oscuras y con la sola presencia de las fuerzas de seguridad.
El autobús nos dejó en las afueras, y en hostal donde queríamos alojarnos estaba a 6 Km, en pleno centro, y los militares no nos dejaron continuar.
Insistimos en que nos dieran alguna opción, por si nos pudieran escoltar por las oscuras calles de la ciudad, pero nos dijeron que no era posible.
Como siempre, tan hospitalarios y preocupados por satisfacer siempre al invitado, nos buscaron una solución.
Nos subieron en un autobús lleno de soldados , en la que en cada asiento se asomaba la mira de un kalashnikov.
Entre varios soldados y yo empujamos rápidamente la bicicleta de Natalia por la puerta, un soldado le dio su fusil a Natalia para que lo sujetara.
Como si se hubiera olvidado de él, ya sentados en el autobús, Natalia estaba sentada con la ametralladora sobre sus piernas.
Nos dicen que ahora estamos completamente a salvo. Solo hace falta mirar a nuestro alrededor donde con cada cabeza se asoma una metralleta.
El autobús paraba a recoger a los soldados que hacían guardia en las calles lo que hacía que después de cada parada quedase menos sitio en el autobús.
De repente, nos indican que tenemos que bajarnos,que ya estamos en el hostal donde nos queremos alojar.
La calle esta totalmente oscura y solo la alumbra las luces del autobús.
Con prisas bajamos las bicicleta y las alforjas. Se despiden rápidamente y con el autobús ya en marcha tirando la ultima alforja nos señalan un callejón en la oscuridad, donde supuestamente esta nuestro hostal.
El autobús se aleja y nos quedamos solos en medio de la más plena oscuridad.Sin negar que estábamos un poco acojonados.
Hemos pasado de sentirnos las personas más protegidas del planeta, a las más desamparadas. Los prejuicios y la imagen que los medios de comunicación hacen de este país están haciendo sus efectos.
Empujamos las bicicletas y con la luz de ellas nos dirigimos, entre ladridos de perros, hacia el callejón. Nos abren un portalón y en medio de la oscuridad alguien nos invita a entrar en lo que será nuestro refugio. Nos dan de cenar y comprobamos que los lugares no son tan peligrosos como nos hacen ver.
Al día siguiente y ya con la luz del sol pudimos pasear por sus calles desiertas y con todos los comercios cerrados…
Sin la presencia militar, que era más que notoria, la impresión que tuvimos era la de estar paseando por un pueblo deshabitado, pero había algo que nos hacía sentir la presencia de la gente.
Al día siguiente por la noche mientras cocinábamos en el jardín del hostal, escuchábamos ráfagas de tiros que sonaban no muy lejos.
9 thoughts on “Con escolta de camino a Gilgit”
jajajja javi un poco acojonado dice, tio es para acojonarse y muchooooooo
Cuidenseme mucho
adelante jabali!! todas nuestras vibras van con vosotros, gracias por mostrarnos esa cara que los medios se reservan entre tanta mala noticia! cuidaros mucho y os seguimos! rodamos con vosotros!
Natalia amiga mia, pero que aventura… estoy alucinada!! ten cuidado aunque se que el viaje va a ir muy bien!!
caquita de sólo pensarlo…pero siempre la suerte te acompaña!y no estareis en el sitio inadecuado en el momento inadecuado!rompiendo prejuicios
Bueeeeeno, bueno. Un poco de ‘cagueta’, que decíamos cuando eramos pequeños, no está mal.
Un abrazo, valiente.
¡ Lo tuyo es de Reporteros sin fronteras!! ¿Qué se ve en las caras de esos soldados que os escoltaban? Y un día, y otro…y años…Supongo que asumen su destino. Suerte!!!
para no aburrirse!!, desde el corazón hago el camino con vosotros, vuestras noticias siempre son sorprendentes, porque es la vivencia del momento presente en su más pura realidad. Como aventurero os digo adelante y mucho animo en cada instante de camino, como padre, Cuidense mucho. Un abrazo.
no vas a encontrar a nadie por las calles. Todo el mundo está aquí, en la cola del INEM.