El calendario para un año muy especial.
Si lo prefieres también se puede por cuenta bancaria al numero de cuenta:
Si lo prefieres también se puede por cuenta bancaria al numero de cuenta:
(esta entrada va con un año de retraso)
Fuera de la ciudad, con mi bici nueva y con todo el material de invierno listo para la Patagonia volvía a sentirme tan libre y feliz como siempre…
A pesar de estar todavía en la provincia de Buenos Aires me encontré con las heladas antes de lo esperado, pero con el sol de invierno y los cielos azul celeste hacían que disfrutara con lo que se me pusiera delante. Después de tres años por África y el calor insoportable del sur de Brasil, el frío me traía sensaciones casi nuevas. Dejaba por fin atrás “el verano”…
No solo eso, ahora tenía ante mi lo que siempre había soñado y habiendo dejado detrás los problemas de la bici, las caóticas carreteras para salir de Buenos Aires, la sensación de libertad me sabía mejor que nunca. No le podía pedir nada más a la ruta.
Mi primera destino era Sierra de la Ventana, por caminos poco transitados…
…zonas deshabitadas donde armar la carpa no traía ninguna preocupación…
…y noches heladas pero estrelladas…
Así llegué a Viedma…
…donde me esperaba mi buen amigo Enrico, otro cicloviajero que también recorrió África en bicicleta por las mismas fechas que yo, y aunque no nos conocíamos personalmente,fue como ver un amigo de toda la vida.
Argentina me estaba fascinando y eso que acababa de empezar.
Cada cicloviajero tendrá diferentes opiniones respecto a la bicicleta perfecta para viajar. También hay diferentes tipos de viajes, por lo que yo te voy a hablar aquí de mi experiencia en estos últimos 8 años de viaje.
Desde que empecé en Indonesia hasta llegar a Cusco(Perú) desde donde escribo estas lineas , he recorrido 87.500km con 3 bicicletas diferentes.
Sin lugar a dudas,con la que más cómodo voy es con la actual, ya que la he montado a mi medida con todas las cosas que pensaba que eran idóneas para mi tipo de viaje.
Y aquí, mi opinión sobre la bicicleta perfecta para darse la vuelta al mundo.
Dependiendo que tipo de ruta quieras hacer necesitarás elegir entre un cuadro mas de ruta o de montaña. Los cuadros de montaña tienen una geometría adaptada al terreno, mucho más ágil, además te permitirá usar ruedas mucho más gordas que en una bicicleta de ruta, y este punto es muy importante, si quieres ir por caminos de tierra, barro, nieve o arena. Al tener un cuadro, u horquilla,no demasiado ancho para las ruedas te será un autentico infierno cuando el barro o nieve te bloquee las ruedas.
Aluminio, cromo, titanio o acero
Las bicicletas más económicas y disponibles en el mercado son de aluminio, por lo que te será mucho más fácil la búsqueda y preparación del viaje. No hace falta que te gastes un dineral en el cuadro ya que las mejores marcas de bici como Orbea te dan garantía de por vida. Y eso es porque saben que el cuadro te durará toda la vida.
El acero es cierto que es más fácil de soldar, pero para romper un cuadro de aluminio seguramente te hayas roto antes todos los huesos del cuerpo en alguna caída.
En el mercado hay 3 tamaños de aros: 26″, 27,5″, 28″(700cm)
Los aros de 26″ son los que más tiempo llevan en el mercado, y antiguamente eran los que tenían repuestos más fáciles de encontrar, pero desde hace tiempo que la mayoría de bicis de MTB llevan aros de 28″, que sirven para ponerle cubiertas también de 29″( siempre que tu cuadro te lo permita)
La rodada de un aro de 28″ es mucho mejor que uno de 26″,por lo que harás más kilómetros con menos esfuerzo y ademas en pista notarás mucho menos los baches.
¿Frenos en V o frenos de disco?
¡De disco! Los frenos en V con la frenada van gastando el aro, y al cabo de 10.000 o 15.000km, dependiendo de los terrenos por los que hayas ido, el material se vuelve más fino y tendrás que cambiar la llanta.
Cuando hay barro o nieve, se suele almacenar en el freno haciendo la frenada imposible, gastando no solo el aro sino también las zapatas.
Los frenos de disco son mucho más limpios y duran mucho más.
Dentro de frenos de disco hay varios tipos de pastillas de freno.
y por ultimo, hay dos tipos de frenos de disco:
Esto ya que si que va de gustos.He encontrado a mucha gente que viaja con sillín Brooks y estan super felices, otros que no tanto.
Yo prefiero sillín de gel, que además de ser super cómodo para mi, no importa si se moja y no requiere nada de mantenimiento como Brooks, que al ser de cuero hay que engrasarlo y no dejarlo que se moje.
A la hora de encontrar repuestos el rey mundial en componentes de bici es Shimano, y no Sram.
Dentro de Shimano, dependiendo de tu presupuesto, puedes ir desde la gama Alivio hasta XTR.
Entre medias están los Shimano Deore, buenos , económicos y resistentes.
Para una bicicleta cargada, y si tienes pensado hacer montaña, yo iría a por los 10 piñones y 3 platos, y cuando más recorrido, mejor.
Hace 5 años, cuando estaba por África, hice uno de los mejores cambios posibles a la bicicleta, y desde entonces me alegro en cada kilómetro.
Cambie los platos normales de Shimano por los platos ovalados de Rotor, conocidos como Q-rings.
¿Eso que es? El diseño del plato en vez de ser redondo es ovalado, reduciendo así el estrés de las rodillas y mejorando el rendimiento.Se nota, y …¡mucho!
En este enlace lo explican muy bien.
En estos 8 años he tenido siempre los mismos portabultos y nunca me han dado un solo problema.
La marca es Tubus, y son por excelencia la elección de mayoría de ciclo-viajeros.
Como te comentaba en el primer punto a la hora de elegir rueda, dependiendo del tipo de ruta que quieras hacer, te convendrá montar unas cubiertas más gruesas. Cuanto más gruesa mejor rodarás por caminos arenosos o con nieve,ya que se hundirá menos, y tendrás mucha más tracción y control en tierra. El inconveniente es que pesa más la cubierta, y en asfalto rodarás más despacio que con una cubierta más delgada.
Otro punto positivo es que una cubierta gruesa tiene mucha más vida que una delgada.
El tamaño ideal para mi, buena en todos los terrenos es 28″x2.0
Y la marca por excelencia es Schwalbe,y el modelo Marathon Mondial, aunque con Vitoria Randoneur tuve muy buenos resultados.
Acostumbro a desplazarme de un lugar a otro por zonas rurales y evitando las rutas con tráfico intenso de vehículos porque así puedo pedalear pausado y avanzar por el camino con sosiego. Me desplazo con tranquilidad, huyendo de camiones y coches que distraigan mi atención o me asusten y de este modo pueda recrearme con calma de lo que me rodea.
Estoy convirtiéndome en un auténtico fóbico al tráfico de las urbes, entrar en las ciudades encima de mi bicicleta me espanta y la solo idea de tener que transitar por la gran ciudad de Buenos Aires con un tráfico caótico me produjo pánico.
Siempre que puedo evito visitar cualquier ciudad, y aunque en África muchas capitales eran parada obligatoria para tramitar los visados para poder entrar en los países vecinos, Buenos Aires era ahora mi primera ciudad en todo el continente americano desde que desembarqué en Salvador de Bahía.
Tenía que recoger todo mi material que me habían traído desde Madrid para afrontar la Patagonia en invierno, y más importante todavía, tenía que encontrar una solución al problema del cuadro de mi bicicleta que ya no soportaba más soldaduras.
Fue una entrada fácil y sencilla en el “buque bus” que hace el recorrido desde Colonia de Sacramento en Uruguay, y una vez en el muelle de Buenos Aires había un carril bici directo hasta el barrio de Belgrano; donde estaba la casa de Aran, la chica que me había traído todo desde España.
Todo estaba resultando más fácil de lo que me imaginaba y en tan solo un día todos mis problemas estaban solucionados.
Mi cuadro antiguo pasó a mejor vida y aunque me dio pena ver que lo que antes era mi amado caballo de aluminio con el que había compartido tantos momentos, ahora se había convertido en tan solo unos trozos de tubo…
…vi nacer la que ahora es y será mi compañera de viaje en lo que me queda de mundo. Os presento a… Patagonia.
Los problemas e imprevistos no siempre son sinónimo de dificultades y en muchas ocasiones para mí resultan ser situaciones que al final festejo y que me han llevado a encontrar a mucha gente que me aporta soluciones y me hacen descubrir el modo para llegar a solucionarlos.
Con todo arreglado solo me quedaba salir de la ciudad, y de ninguna manera quería hacerlo en bicicleta. Miré trenes y otros medios de transporte para abandonar ese enjambre de hormigón y asfalto donde viven más de 13 millones de personas.
Marcelo, un fiel seguidor de Charly Sinewan, me escribió y se ofreció a sacarme de Buenos Aires en coche hasta el pueblo de Lobos, a unos 130 Km. de la ciudad, y desde allí pensaba que podría continuar mi camino tranquilamente hacia el sur.
Me alegré de haber partido el cuadro, porque aunque hubiera tenido que entrar en Buenos Aires lo que me quitó el sueño muchas noches, este inesperado contratiempo me había hecho conocer a gente extraordinaria.
Fuera de la ciudad el tránsito de camiones era horroroso pero la carretera tenía un perfecto arcén, o banquina que es como lo llaman aquí, y ahora en vez de edificios se veían campos de cultivo.
Dos días más tarde el arcén desapareció y el tráfico de camiones seguía siendo muy intenso. Cada vez que se encontraba un camión con otro de frente no había hueco para este pobre ciclista y tenía que salir huyendo del asfalto cada vez que veía de frente un camión y el retrovisor me avisaba de que tenía a otro detrás de mí.
Esa jugada se repetía muy a menudo y dejé de encontrar sentido a pedalear de ese modo. Me jugaría la vida por escalar una montaña, por cruzar el océano, por pedalear entre leones, pero jugarme la vida por ir luchando contra camiones me parecía lo más estúpido del mundo.
Paré al lado de la carretera y sin haber hecho ninguna señal un camionero paró y me preguntó si necesitaba ayuda. Le dijé que a 150 Km. de distancia había un cruce desde donde yo podría seguir pedaleando con más tranquilidad por una carretera secundaria y él se ofreció a llevarme.
Patagonía en el remolque y yo en la cabina con Juan (nombre ficticio del camionero) empezábamos un nuevo trecho de esta etapa en Argentina. Antes de arrancar él sacó una pequeña bolsa de pástico que contenía polvo blanco y con su tarjeta de identidad pellizcó un poquito de polvo que esnifó.
Se puso a llover y cada vez que nos cruzábamos con otro camión de frente la carretera era tan estrecha que por el retrovisor veía como las ruedas pisaban la línea blanca y en ocasiones incluso la hierba de la cuneta. Me imaginaba yo pedaleando por el asfalto y me alegraba mucho de no estar ahí, aunque mi conductor no estuviera en las mejores condiciones.
Cada 20 ó 30 minutos Juan sacaba su bolsita y, sin soltar el volante, se volvía a meter una pizquita de polvo.
Se puso a llover sin parar y a pesar de todo lo que Juan había esnifado yo le veía bostezar-
– ¿Cuanto llevas sin dormir?-le pregunté a Juan
– Unas 30 horas, pero ya estoy acostumbrado, no te preocupes.
Justo con los últimos rayos de sol que se colaban entre las nubes que no dejaban de lanzar una lluvia intensa y por esta aterradora carretera…
…llegué a mi destino, el cruce que me llevaría, por carreteras más tranquilas, hasta Sierra de la Ventana.
Esa noche paré en la estación de los bomberos de Torquinst, los mismos que al día siguiente les tocó hacer una salida para ir a buscar el cuerpo de un ciclista turco que fue arrollado por un camión en la misma carretera por la que yo había decidido no transitar. De esto me enteré por los muchos mensajes de gente que había conocido y que me escribían pensando, al ver las fotos en los periódicos, que ese ciclista podría haber sido yo.
*Llevo el blog con unos meses de retraso.Este relato corresponde a finales mayo.
Que desde hace tiempo he perdido la motivación, e inspiración, para escribir ya lo habéis notado, pero no me preocupa ya que en algún momento volverá, aunque mientras tanto os quiero dejar con una buena y bonita entrevista que me hizo mi amigo Raimon, de Otravidaesposible.org, que no va solo de aventuras y desventuras, que también hablamos de alguna que otra, sino confesiones y opiniones mucho más personales, para como quiere él, compartir nuestro crecimiento personal.
Espero que os guste.
Es más de una hora de entrevista, o conversación, así que si os es más cómodo descargaros
el audio en MP3 para escucharlo mientras conduces,trabajas o te relajas,aquí el enlace.
En mi búsqueda desesperada del invierno me dirigía hacia Brasil para entrar desde allí en Uruguay. No sé si iba a su encuentro o simplemente estaba escapando de algo. Recorrí la provincia de Misiones sin tomarme un día de descanso y en menos de una semana estaba de vuelta en Brasil. Seguía con mi ritmo intentando encontrarme conmigo mismo, quería sentirme pleno y feliz para poder volver a gozar del viaje, las sensaciones que en ese momento seguía sin encontrar.
Estaba ya en Argentina, compartía lengua materna con la gente que conocía, el clima era perfecto, ni frío ni calor, la gente cálida, amable y hospitalaria, y después de los últimos días de lluvia volvió a salir el sol.
Pero yo no buscaba lo fácil, al contrario, lo fácil me aburría. Veía ya la Patagonia y la cordillera de los Andes sobre el mapa y me impacientaba por llegar a ella.
Después de tantos años de viaje y de tantas aventuras, y desventuras, a veces lo extraordinario pasa desapercibido por ordinario y necesitas más para que algo consiga llamar tu atención.
Esas prisas e impaciencia me cegaban y no me dejaban disfrutar de todo lo que me rodeaba.
Entonces me di cuenta que en el cuadro de la bicicleta apareció, de nuevo, una fisura que yo di por solucionada cuando al salir del Congo pude soldarla en una mina de cobre en el norte de Zambia, pero ahora la fisura resurgía y se agrandaba por momentos y me pareció que no tendría solución.
Una vez más me acompañó la suerte y me di cuenta muy cerca de una taller metalúrgico especializado en soldaduras; ¿Su nombre?, “El suizo“, con ese nombre uno se queda tranquilo y me animó a entrar.
Walter, el dueño del taller se ofreció a solucionar los problemas de mi bicicleta y en menos de una hora yo estaba de nuevo dando pedaladas.
Crucé de nuevo a Brasil por el pueblo de Porto Xavier a orillas del río Uruguay.
Me encontré con el otoño…
…y con gente tan amable e increíblemente hospitalaria como la recordaba. Llevaba fuera de Brasil menos de un mes y ese tiempo me había ayudado, más todavía,a apreciar la calidez de los brasileños.
El domingo de Pascua me levanté y me encontré con unos dulces típicos de la Semana Santa…
…que pienso me los habrían dejado los dueños del terreno en el que yo había plantado la tienda la noche anterior…
Parecía que todo se estaba alineando para darme ese empujoncito que tanto necesitaba.
Y así fue.
Llegó Uruguay.
No sé qué pasó al cruzar esa frontera, pero mi ritmo cambió.
Desde hacía mucho tiempo que tenía ganas de conocer ese país, para ser más exactos desde Calcuta, en la India, cuando se cruzó en mi vida Naty, una uruguaya que se convirtió en compañera de viaje y vida durante más de dos años…
y tuvimos una historia de amor digna de película, y a día de hoy, después de todo lo que hemos vivido juntos sigue siendo una de las personas más importantes en mi vida…
Naty me había hablado tanto de su país que era capaz de imaginarme los sitios con solo sus descripciones. Gracias a ella supe lo que era el mate, el dulce de leche, el Cabo Polonio, los alfajores y lo buena que era la gente en su “paisito“.
Empecé a hacer menos kilómetros y volví a sentirme pleno como siempre. A penas llevaba recorridos 40 Km. cuando un coche me adelantó y se paró unos metros más adelante, sus ocupantes bajaron las ventanillas y me preguntaron si necesitaba algo…
Eran Lu y Andrés, ella presentadora del noticiario del canal regional, y me hicieron una pequeña entrevista que me puso una alfombra roja a lo largo y ancho del país.
Cuando llegué a mi primera ciudad, Melo, era domingo y mediodía, y disfruté con el olor a carne asada que me encontraba en cada esquina. Sabía de lo importante que son los asados para los uruguayos. Y fue así, con un asado, como me recibieron el día que conocí a la familia de Naty en nuestro paso por España. Vi la dedicación y pasión que ponían en cada trozo de carne.
Bajé el ritmo y de nuevo dejé de tener un destino. Simplemente avanzaba sin tener prisa en llegar a ningún sitio.
Me adapté al ritmo uruguayo.
El clima era perfecto. Por primera vez en mucho tiempo pedaleaba con una chaqueta, y al final del día no acababa empapado en sudor.
Así, atravesando el país por las zonas más rurales, compartía caminos con caballos y jinetes…
…me trataban como parte de la familia en las estancias en las que paraba…
…que no lo notaba solo en las sobremesas, sino en las despedidas…
…y nunca mejor dicho, me sentía como en casa…
Me dirigía hacia el Océano Atlántico y tuve la suerte de coincidir con un temporal con un fuerte viento que soplaba en mi espalda…
…y así, viento en popa a toda vela, llegué de nuevo al Océano Atlántico. No podía pedirle más la vida ya que en Uruguay si algo podía salir bien, salía mejor.
Intenté ir por la playa pero tuve que darme la vuelta llevándome uno de los sustos más grandes del viaje al encontrarme con arenas movedizas. Al principio parecía arena sólida y dura, por donde pude rodar sin mucha complicación, pero sin darme cuenta la bicicleta con peso empezó a hundirse y me costó mis gritos y mis esfuerzos primero sacar los pies, luego las alforjas, y finalmente la bicicleta. Nunca en mi vida había visto algo parecido y a día de hoy sigo todo el sin entender que es lo que pasó..
Pero, ¿No había dicho antes que lo fácil me parecía aburrido?
Continuará…
Después de visitar las cataratas salía algo renovado y con algo más de motivación, aunque seguía sin encontrarme con las mismas ganas y pasión como estaba a costumbrado, pero se venían sucediendo momentos que me ayudaban y hacían el camino más fácil.
Ahora tenía por delante cruzar una nueva frontera, no una cualquiera, una frontera tan especial como la de entrar por primera vez en un país como es Argentina.
Del otro lado había quedado con Albert, con el que llevaba tiempo hablando a través de internet y por fin nos podríamos conocer personalmente.
Llegué a Argentina ilusionado y cuando en inmigración me encontré con cuatro mujeres cada cual más guapa,amables y sonrientes,su forma de hablar me hizo una caricia con ese acento tan familiar y que tanto me gusta.
Estaba ya en Argentina, el país de Messi y Maradona, de la Patagonia, de grandes amigos que había hecho por el camino.
Ahora ya podía pronunciar mi nombre tal y como es , sin tener que hacer una versión adaptada fonéticamente al lenguaje que se habla en el país.
En los países de habla árabe me llamaban Kabir, los de habla francés Xavi,los de habla inglés algo que todavía no he conseguido descifrar y ahora por fin…Javier….
Cuando me encontré con Albert fue como ver a un amigo de toda la vida al que no ves desde hace años y te pasas horas y horas poniéndote al día. No acabábamos de hablar de una cosa que ya habíamos empezado con otra.
Seguimos juntos rumbo al sur pero con ritmos tan diferentes estábamos condenados a separarnos bastante pronto. De todas formas yo me dirigía hacia Uruguay pasando de nuevo por Brasil y el a Córdoba, en el norte de Argentina.
El primer día cruzamos la selva del parque de Iguazú…
…y aunque el día amaneció nublado pero sin lluvia,casi sin avisar se puso a llover como no recordaba. La pista de tierra era arcillosa y muy resbaladiza, y el barro se metía entre la rueda y el guardabarros y frenaba la bicicleta.
Mi bicicleta lo llevaba algo mejor pero Albert sufrió mucho más y cuando le vi aparecer una hora más tarde lleno de barro parecía que se había peleado con una pantera dentro de un charco. Le recibí con la comida hecha refugiado de la lluvia bajo el techo de una caseta de unos guardas forestales.
Se nos hizo de noche cuando llegamos al primer pueblo en todo el día y fuimos a una escuela directamente para buscar un lugar donde pasar la noche, pero como es tradición y costumbre en Argentina, había huelga de profesores y la escuela estaba cerrada.
En frente había un pequeño cobertizo y nos dispusimos a montar la tienda a oscuras iluminados con la poca baterías que nos quedaban en las linternas , cuando apareció de entre la nada un niño que a penas tenía 10 años pero se comportaba y hablaba como un adulto. Nos guió y nos abrió una puerta.
El lugar perfecto donde acampar en un día lluvioso.
Protegidos de la lluvia y el viento además tenía luz y fuera una pequeña manguera nos hizo de ducha.
Al día siguiente no paró de llover y adoptamos como nuestro hogar ese regalo caído del cielo, perfecto para seguir poniéndonos al día y compartir historias con otro cicloviajero….
Tenía ante mí las cataratas de Iguazú y de forma inesperada empezaron a surgir todos esos lugares mágicos que el largo camino había puesto ante mí.
Han sido tantos los lugares por los que he pasado que tengo la sensación de haberlos visitados todos y cada uno de ellos en otra vida.
Desde las islas volcánicas de Indonesia…
…las selvas de Sumatra…
…las playas de Sudeste asiático…
…los templos de Angkor Wat…
…la bahía de Halong…
…la meseta tibetana…
…la colorida India…
…la caótica ciudad de Dhaka…
…el Himalaya…
…y los puertos más altos del mundo que lo atraviesan…
…el Karakorum en Pakistán…
…los Pamires en Asia Central
…la Ruta de la Seda…
…el Cáucaso…
….cuando el amor se cruzó en mi camino…
…la Capadocia…
…los Balcanes…
…el Mediterráneo…
…las rías altas de Galicia…
…el Atlas marroquí…
…el desierto del Sáhara…
…la selva del Congo…
…las peores carreteras del mundo…
…los caminos más remotos del mundo…
….mi sitio favorito en el mundo, (el lago Malawi)…
…la sabana africana…
…el desierto de Kalahari…
….cuando un elefante mientras cocinaba por la noche vino a robarme mi agua…
…islas desérticas y paradisíacas del océano Indico…
…el desierto del Namib…
…el momento en el que después de cinco semanas cruzando en océano Atlántico divisé un nuevo continente…
…y tantos lugares y momentos más!
Tantas veces había escuchado la palabra Iguazú que con solo escucharla me trasladaba a un lugar extraordinario.
En la asociación ciclista de la ciudad brasileña Foz de Iguaçu me consiguieron un pase gratuito para visitar las cataratas, y de no haber sido así no sé si las hubiera visitado. A lo largo de muchos años viajando unas de las muchas cosas que he aprendido es que los mejores lugares no tienen precio, aunque es cierto que siempre hay excepciones.
Algunos se refieren a ellas como una de las “7 maravillas de la naturaleza”, algo que encuentro ridículo e imposible. Cómo entre tantos y tan diversos lugares que hay en nuestro planeta alguien sea capaz de comparar y elegir los 7 mejores. No solo lo encuentro irrisorio, sino absurdo.
Salí de madrugada para intentar llegar el primero y también evitar las horas más calurosas, pero no sabía que la hora había cambiado respecto a Paraguay y cuando llegué me encontré con hordas de turistas que esperaban al autobús que les llevaría a los miradores. Mi bicicleta y yo, ella cargada con todas las alforjas, para así después poder pedalear y cruzar directamente a Argentina y no tener que esperar, y, gracias a eso pude llegar de los primeros.
La carretera dentro del parque transitaba paralela al río y aunque su espesa vegetación no me permitía ver nada, el ruido atronador del agua y los muchos helicópteros que volaban la zona me hacía presentir que detrás de tanto árbol había algo fantástico y admirable.
Al encontrarme frente a ellas vi que su soberbia belleza no se la daba el gran volumen de agua que se abría camino como un océano entre acantilados, mirase a donde mirase había saltos de agua abriéndose camino y desparramándose con furor entre la tierra y las rocas con un ruido atronador, sentí un estremecimiento y me vi contemplando un dibujo hiperrealista, por su acabado sumamente minucioso y perfecto, que consiguió dejarme extasiado.
Ninguna de las fotos o postales que había visto del lugar hacían justicia al prodigio que se manifestaba ante mí.
La naturaleza se había esforzado, una vez más, en regalarme otro espectáculo maravilloso.
…y una vez más había llegado a lomos de mi bicicleta…